Bushido (1963)

04/04(05/01/24) Sugestivo film japonés desmitificador del mundo samurái, un torpedo devastador contra sus caducos y dogmáticos códigos de conducta servil. La he visto con motivo del 60 aniversario de su estreno (28/Abril/1963), y me he encontrado con un diamante en bruto, con sus debilidades, pero sólido en su mensaje destroyer contra el mundo feudal nipón que a pesar de desaparecer esos señores se ha transmutado en el deber ciego a la patria o la fidelidad extrema a la empresa para la que trabajas. Dirige Tadashi Imai especializado en la dirección de películas de denuncia social, con guion de Naoyuki Suzuki (“Umi no koto”) y Yoshikata Yoda (“El intendente Sansho”), basándose en la novela de Norio Nanjo, historia sobre un asalariado contemporáneo cuya futura esposa intenta suicidarse y él reflexiona sobre el trágico pasado de su linaje, trasladándonos al 1600, desde los inicios del shogunato Tokugawa hasta (circularmente) principios de los años 1960), para ir pasando por 7 generaciones Likura, el denominador común es un ‘amo’ omnipotente caprichoso embestuido en cada generación por un arrollador Masayuki Mori, que humilla una y otra vez a su leal subordinado protagonista, encarnado en cada segmento por el mismo actor (un gran) Kinnosuke Nakamura (protagonista de seis films de Imai), los siglos pasan pero la sinrazón abusiva d ellos superiores no. La cinta peca de demasiado masticada en su miraleja, es episódica, con las subsiguientes elipsis en cada tramo, que una vez vemos dos o tres, sabemos cómo acabará cada dilema moral del protagonista, adolece de sutilidad, pero su desarrollo es tan sólido y pétreo que cala en el espectador con fuerza incisiva.

Es un drama del subgénero de películas zankoku jidaigeki (jidaigeki cruel), cruzaba el cine negro con el cine de samuráis, comenzando de modo desconcertante en el presente de 1960, para luego dar un salto atrás casi cuatro siglos atrás, retratando un mundo oscuro de almas condenadas, de corrupción, crueldad y emociones crudas, del que es epítome “Harakiri” (1962) de Masaki Kobayashi. Una película en la que hay samuráis, pero casi no hay acción, esta sujeta a ejecuciones o un seppuku.

La saga comienza con un Ronin, samurái sin amo a quien finalmente se le dio un puesto en un clan. Comenzando por él y pasando por generaciones sucesivas, todos los hombres prometen total lealtad a sus señores, requisito del código de Bushidô. Un recorrido crudo por lo peor del vasallaje, uno de los hijos de los samuráis dice: "Las vidas de los samuráis no son suyas, pertenecen a su Señor", con abusos sexuales, incluso transgresoramente para su tiempo homosexuales, hay harakiri sin fuste, hay una castración, violaciones, entrega de hijas al señor cual regalo sexual, kamikazes, en universo de atrocidades y cacicadas fruto mayormente de las baja pasiones, donde prima el sadismo y las vejaciones. Una sociedad estratificada en clases jerarquizadas muy marcadas donde sobresale la hipocresía y las falsas apariencias aprovechándose de una cultura clasista rígida donde siempre se obedece sin pensar al superior. Donde el honor y la dignidad son entes difusos.

El tramo más estremecedor por como se cuenta es en el que Nakamura se convierte en el objeto de deseo, lo toma el viscoso Señor Tanbanomaki Munemasa Hori (Masayuki Mori) como su concubina masculina, muy atrevido esto para los años 60. Likura se siente vejado por la situación, pero la acepta por su código de obediencia ciega, pero termina enamorándose de la joven Hagi (Kyoko Kishida), lo cual lleva a consecuencias desgarradoras; También muy sugerente el tramo de la ejecución masiva que termina de forma cortantemente impactante; Como sangrante es cuando un sirviente decide obligar a su mujer a que se acueste con su anciano Señor para complacer su deseo sexual; El tramo de la WWII con el factor kamikaze resulta algo pobre en su puesta en escena, dejando entrever la frugalidad de presupuesto; Su rush final no arriesga y tira por el camino complaciente esperado.

Kinnosuke Nakamura realiza un tour de forcé espectacular dando vida a los ocho Likura en diferentes tiempos, dotando de matices a cada rol, personajes siempre colisionando con el dilema ninjo-giri (tener que elegir el deber y la humanidad), muy bueno; Masayuki Mori que también es el villano en cada bloque, buenísimo, sobre todo dando vida al libidinoso Señor con gustos homosexuales, derrocha maldad y lascivia de modo tremendo.

La puesta en escena destaca por la fenomenal cinematografía en glorioso b/n de Makoto Tsudoi (“Fugitive Samurai”), con fuertes contrastes de luz, jugando con el expresionismo con las sombras, en los claroscuros, en los fuertes contrastes de grises.

El film ganó el Oso de Oro del festival de Cine Internacional de Berlín.

Punzante crítica a la sociedad japonesa. Gloria Ucrania!!!