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La inhumana (1924)

La inhumana
135 min.
6,9
154
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Sinopsis
“La inhumana” cuenta la fascinación que ejerce una famosa prima donna, Claire Lescot, entre los hombres. Sin embargo, lo importante en esta película muda no es tanto la historia como la celebración de las diversas manifestaciones artísticas de mediados de los años 20. Para realizar este filme, el director contó con la contribución del artista Fernand Léger y el arquitecto Rob Mallet-Stevens. (FILMAFFINITY)
Género
Drama Ciencia ficción Cine mudo
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Francia Francia
Título original:
L'inhumaine
Duración
135 min.
Guion
Fotografía
Compañías
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6
Inhumana silente
El film, en blanco y negro, narra la historia que tiene como eje protagónico a quien da, precisamente, origen al epígrafe, "la inhumana". De acuerdo al contexto temporal, predomina la estética "art decó", movimiento artístico situable en los alrededores posteriores a la "Gran Guerra", con tendencia a la geometrización y, en ese sentido, opuesto al art noveau, ciclo precedente que se inclina por la línea curva, con preponderancia de follajes y figuras femeninas en la ornamentación. La película silente, que muestra la fascinación ejercida por la dama en cuestión en el público masculino, si bien promete al comienzo y revela un aparente buen ritmo, termina deslizándose por último en la pendiente del tedio y naufragando por lo mismo en ese ámbito, con lo cual cuesta seguirla y culminar relajadamente su visualización. Por esta razón es que considero que no supera a lo máximo su encuadramiento en un admisible "interesante", no obstante la reputación de su director, Marcel L' Herbier.
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3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Toda una condensación de las vanguardias artísticas de los años veinte.
Reaccionando contra el modernismo curvilíneo y recargado del “Art Nouveau” de la belle époque, surgió el “Art déco”, ascendió con una escenografía de la modernidad más estilizada, en compañía del jazz, de los primeros automóviles de carreras, del constructivismo soviético y del dinamismo propio de los años veinte. Su nacimiento oficial tuvo lugar en París, con motivo de la “Exposición Internacional de las Artes Decorativas e Industriales Modernas” (abril-octubre de 1925), para la que el arquitecto Robert Mallet-Stevens, que llegaría a ser en 1929 el primer presidente de la Unión de Artistas Modernos, realizó el Pabellón de Turismo, los materiales predilectos de esta nueva estética fueron el acero, el vidrio, la cerámica, las maderas nobles y el marfil, y su canon la elegancia geométrica basada en la simplicidad, sus entornos se emparentaban, de algún modo, al futurismo, al cubismo, a la música de Igor Stravinsky y a la estilizada figura de Josephine Baker, que triunfaba en todos los escenarios. Como apóstol de la modernidad “Art déco”, a Mallet-Stevens le interesó también el cine, resultando ejemplares sus colaboraciones con el director francés Marcel L´Herbier en sus filmes “La inhumana” (1924) y “El vértigo” (1926), que causaron asombro en su tiempo.

Hoy nos ocuparemos de esa obra inclasificable que es “La inhumana”, para dar una idea de su sofisticación escenográfica sólo recordar que Mallet-Stevens se ocupó de los decorados en exteriores, o que el pintor cubista Fernand Léger realizó los laboratorios, Pierre Chéreau se ocupó del mobiliario, los objetos decorativos fueron una aportación de Lalique, Puigforcat y Jean Luce, las joyas procedían de Raymond Templier y el vestuario de Paul Poiret, toda una insólita conjunción de talentos.

Entre unos indescriptibles decorados futuristas se desarrolla esta disparatada historia de amor de un científico hacia una mujer calificada de inhumana solo porque rechaza a sus pretendientes, se percibe enseguida que su autor está fundamentalmente preocupado por la estética, por el vanguardismo, por aclimatar las corrientes arquitectónicas y pictóricas al cine, la historia es lo de menos, lo realmente significativo de esta película es el talento que L'Herbier, como ya comentamos antes, consigue atraer a esta producción a artistas como Fernand Léger o el arquitecto Rob Mallet-Stevens, así la película consigue convertirse, a través de su diseño de producción, la fotografía o los decorados, en una condensación de las vanguardias artísticas de los años veinte.

Entre el poco éxito que tuvo en su época y el implacable paso de la noche de los tiempos, la película ha sido poco conocida, pero toca hoy rescatarla del olvido y sumarla como una más de esas estupendas obras que los artistas de Vanguardia ayudaron a crear en aquella época, con emblemáticos productos como “Aelita” (1924) de Yácob Protazanov, o “Metropolis” (1927) y la mujer en la Luna” (1929) de Fritz Lang.
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