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Nuevas batallas sin honor ni humanidad 2: La cabeza del jefe (1975)

Nuevas batallas sin honor ni humanidad 2: La cabeza del jefe
94 min.
6,6
34
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Sinopsis
La familia Owada manda a uno de sus hombres, Tetsu, y a su amigo Shuji, a matar al lider de la familia Kyoei. Con la promesa de fama y riqueza, Shuji es condenado a siete años de cárcel. Pero, cuando es liberado, descubre que Tetsu y él han sido olvidados por la familia. Sintiéndose traicionado, Shuji toma cartas en el asunto y empieza a introducirse en los conflictos internos de la familia, incluido un intento de asesinato contra el jefe Owada. (FILMAFFINITY)
Género
Thriller Yakuza & Triada
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Japón Japón
Título original:
Shin jingi naki tatakai: Kumicho no kubi (New Battles Without Honor and Humanity 2: Boss's Head)
Duración
94 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Links
6
Los perros callejeros ahora se pasan por Kyushu
Una nueva historia, una nueva época, un nuevo escenario, pero exactamente los mismos perros salvajes pululando por él y arrancándose los hígados para controlar el territorio, porque la yakuza es igual en todas partes.
También hay un nuevo protagonista: Shuji Kuroda.

Cuando Kinji Fukasaku dio por concluida su pentalogía de las "Batallas sin Honor ni Humanidad", pudo encumbrarse por fin como uno de los directores punteros de Toei, si bien al empezar la saga dos años antes no gustaba en absoluto a sus compañeros y jefes, pues según ellos sus obras no atraían al público ni generaban beneficios; pero la repercusión que alcanzaron las violentas peripecias de Shozo Hirono y sus acólitos a través de un Japón hecho trizas tras la guerra fue tan enorme que el pobre director se vio coaccionado para seguir añadiendo títulos a la franquicia.
Así, "Shin Jingi naki Tatakai" comenzaba con un protagonista diferente (Bunta Sugawara ahora es Miyoshi) y además retrocediendo a otra década, pero manteniendo curiosamente a casi todos los actores e incluso personajes de las "Batallas" originales; huelga decir que Fukasaku no disfrutó de esta continuación gratuita que de algún modo rompía con el espíritu de su saga y donde, por expreso deseo de los productores, se añadían más escenas de acción y subtramas románticas poco creíbles. Sin embargo, a poco después de su estreno, el hombre ya es requerido para la secuela, si bien los guionistas encargados de ello no son capaces de crear una; así que, harto de ellos, reclama los servicios de Koji Takada.

El resultado es cuando menos extraño; "Kumicho no Kubi" se desliga por completo de su antecesora y para colmo cambia el atractivo espacio de Kure por la marítima Kyushu (si bien todos los lugares parecen el mismo...). Pero quizás la peor decisión es volver a dar a Sugawara un papel distinto, quien reaparece aquí como un vagabundo sin oficio ni beneficio llamado Shuji e inmiscuido (que no se nos explica muy bien por qué) en los tejemanejes de la poderosa familia Owada, cuyo próximo líder y marido de la hija del jefe, Tetsuya, jura compensarle tras acabar en prisión por haber asesinado al jefe de otro clan.
Puede que la entereza y la brutal elegancia que distinguían al antiguo Shozo se hayan perdido, pero el actor, con su nuevo Shuji, no hace sino interpretar a una extensión de aquél, menos inocente y más severo; sin embargo su salida de la cárcel junto a dos chavales descarriados y las posteriores maniobras para obtener el dinero prometido de Tetsuya toma prácticamente las mismas coordenadas narrativas que una obra muy anterior del cineasta: "Sympathy for the Underdog", donde los protagonistas, recién llegados a la ocupada Okinawa, hacen lo posible para conquistar el territorio y cobrarse una importante deuda.

Crítica corrosiva la que lanza el cineasta y el guionista; Shuji, tras verse en un exilio de siete años, es un extranjero en tierra hostil, pero debe enfrentarse a sus propios hermanos, a compatriotas que, seguramente como él, también participaron mano a mano en la guerra. Ahora, en el Japón de los '60, en pleno "boom" económico gracias al crecimiento de la industria y los turbios negocios del submundo, no existe nada parecido a una hermandad y estos mafiosos de Kyushu son tan corruptos y traidores como los de Hiroshima; poco a poco seguimos los pasos del aguerrido protagonista, que dejará entrever su carácter noble al contrario que aquellos a quienes batalla (el funeral a uno de sus chicos, secuencia perturbadora, es un buen ejemplo).
Nos hundimos en otro potaje de mentiras y acuchillamientos por la espalda, todos ellos maquinados por un personaje maquiavélico y muy bien definido como Aihara, ansioso de controlar la familia a cualquier precio; Hideo Murota regresa como Akamatsu, cuyo deseo es seguir por su cuenta desligado del clan, pero su presencia es mínima. Entre tanto se añaden una buena subtrama como la de Tetsuya, donde el cineasta vuelve a retratar la miseria y la locura humana, y dos féminas de carácter imponente y peculiares situaciones: una zorra aprovechada y pérfida (Aya) y la hija del jefe Owada y esposa del anterior (Misako).

Meiko Kaji, que ya apareció en la segunda entrega de la saga original, y pese a quedar un tanto relegada, nos brinda una interpretación sublime como esa esposa abnegada, atada por amor y cada vez más hundida por culpa de la drogadicción del marido. Lo que no cambian son los procederes de Fukasaku; sobriedad y precisión para mostrar los engaños y negocios sucios de los yakuza en despachos y lujosos clubs y a la vez agobiante frenetismo a la hora de filmar escenas de acción a ras de acera, por lo que ambos mundos, el de las absorbentes intrigas y el de los enfrentamientos violentos, se equilibran a la perfección.
Sugawara crea con Shuji un personaje que se distancia de sus coetáneos y al que el espectador desea seguir, pues no tenemos a un vil deseoso de controlar el territorio, sino a un hombre recto y honorable, que prefiere quedarse como mano derecha del jefe y únicamente recuperar lo que le pertenece; la policía, por otra parte, no se inmiscuirá más de lo necesario, y para captar bien la atención del público el director desata la acción desenfrenada en un último tramo cargado de persecuciones y cámaras mareantes, al puro y visceral estilo de los '70 (donde se presagia, por cierto, la locura final de "Violent Panic", también con el experto conductor Tsunehiko Watase al frente).

Como parte de la saga de las "Batallas" esta entrega es por supuesto menor, sobre todo en comparación con la pentalogía básica, pero como film de yakuzas independiente no deja de ser una aventura visceral, cruel a más no poder y rebosante de humor negro, un deleite para los fans del nipón.
Y con un momento que debe atesorarse entre lo mejor que jamás ha rodado: la secuencia donde Owada y Shinako son amenazados con ser enterrados.
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