Time to Love (1965)

Un año después de sorprender con la sólida "Dry Summer", el cineasta turco Metin Erksan probó suerte con una película más pequeña, personal, sin utilizar el neorrealismo como herramienta, sino tratando de realizar una película romántica diferente, desde el interior. El resultado fue "Time to Live", un canto a los sentimientos que consigue, desde el minuto uno, hacer partícipe al espectador de la historia que está presenciando, simpatizar con unos personajes torturados por su pasado y que cargan su presente como una losa, esperando ese "algo" que les reactive y les de una razón de ser.

Una bella joven, Meral, es el eje sobre el que gira esta historia sobre la pasión. Un hombre que se enamora de un cuadro de una mujer, sintiéndose incapaz de apreciar a la persona de la pintura por miedo a ser rechazado. Y como tercer personaje, entre ambos, el prometido de Meral, seleccionado por su madre, un pseudo-rebelde adinerado que no tiene intención de dejar escapar a su amada, aunque ella no le quiera. Lo que en manos de otro podría ser un episodio de alguna telenovela venezolana, se convierte a través de Erksan en un ejemplo perfecto de sutileza, de cómo narrar relaciones sin ser reiterativo ni caer en lugares comunes. Los personajes, fantásticos, van evolucionando poco a poco hasta que llegamos a un indescriptible crescendo final que deja, literalmente, sin palabras.

Tampoco puede dejar de mencionarse la labor de Mengü Yegin, director de fotografía, que entrega algunas de las escenas más atractivas que haya podido ver en un film clásico, con un sobresaliente uso del blanco y negro. Y Erksan, por su parte, lo engrandece con una dirección fantástica, con una gran obsesión por el encuadre y la búsqueda del plano perfecto. Lo mejor es que funciona. Y de qué manera. Totalmente recomendada.

Ahora que estamos en la era digital, dónde la imagen cuenta tanto más que la presencia, lo virtual desvirtua a lo real, la apariencia a la esencia y suma y sigue...
¿Se puede alguien enamorar de una fotografía, de un retrato, de una imagen?
Este es el punto de partida de una romántica historia y sus variados conceptos.

Lo primero que me sedujo, es que hasta el minuto 8, no hablan una palabra y su bella fotografía en un blanco y negro lustrosamente equilibrado, satinado.

Amor, soledad, búsqueda, deseo, encuentro, pérdida, utopía, idealismo y lo que cada uno añada.
Regados con música folckórica turca, predominan los instrumentos de cuerda.
Y un breve pasaje de Bach.

Planos cuidados, movimientos de cámara sinuosos, elegantes y hasta pomposos, la lluvia y sus sonidos evocadores como un olor suculento a los sentidos, mezcolanza de mar, viento, nieve, fuego, los elementos y la vida, la existencia solitaria que a veces acompaña el azar de ese baile inesperado llamado amor.
Un montaje elegante y unas localizaciones esmeradas, elegidas con gusto y estilo.

No apta para muchos paladares, si te gustan que pasen cosas, acción, un argumento que no te deje casi pensar, situaciones epatantes y golpes de efecto con forma de diálogos resultones y esa cosas, no creo sea tu historia.

Contiene un tono contemplativo ligero, suave como salsa aderezada para mejorar la deglución de esos alimentos invisibles de las emociones, tangibles como la niebla en un paseo nocturno, algo que nos rodea, lo vemos aunque no lo podemos tocar, palpar, pero nos engulle hasta apoderarse de nosotros.
El intimismo de los sentimientos que se dicen y los que se omiten, los que se vislumbran y los que se demuestran, aquellos que nos lastran y los que nos hacen naufragar, los que nos propulsan como el viento un velero y los que nos obsesionan como el mejor beso.

Se percibe el amor de este autor por el cine italiano, se nota que ha bebido enormes sorbos de Antonioni, aquí, hay mucho de "El grito", con otro giro de tuerca diferente.
Fellini y todo el neorrealismo, aunque aquí escoja otra táctica, recurso narrativo más cercano a algo que no sé definir.
A su vez se intuye que Ceylan ha disfrutado con el cine de Metin Erksan, muy reconocible en "Uzak"2002', por ejemplo.
Utiliza metáforas visuales y simbolismos de un modo grato, melodioso, como brisa en nuestro rostro.
El espectador sabe más, que los personajes durante todo el metraje.