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Nuevas batallas sin honor ni humanidad (1974)

Nuevas batallas sin honor ni humanidad
98 min.
6,7
46
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Trailer (JAPONÉS con subtítulos en INGLÉS)
Sinopsis
La nueva entrega de la saga criminal de Kinji Fukasaku no continuaba la historia de las películas precedentes, sino que marcaba un nuevo comienzo. El reparto contaba con los mismos actores, que interpretaban nuevos personajes, aunque la historia seguía contando el devenir de la familia Yamamori de Kure. (FILMAFFINITY)
Género
Thriller Yakuza & Triada
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Japón Japón
Título original:
Shin jingi naki tatakai (New Battles Without Honor and Humanity 1)
Duración
98 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
6
Los otros perros salvajes de Kure
Unas batallas finalizaron en Hiroshima, pero la guerra yakuza continúa, siempre continúa. Si no es en un lugar es en otro.
Por las calles del Japón de la posguerra, la industrialización, la crisis energética y los tiempos difíciles, siempre bajan ríos de sangre, siempre hay esquinas donde se apila la carne podrida...

No fue extraño este movimiento dentro de Toei, a pesar de que en la 5.ª entrega de las "Batallas sin Honor ni Humanidad" figurase el subtítulo "Episodio Final", pero varias circunstancias propiciaron a nacer una especie de nueva saga de los implacables gángsters, y la primera tenía que ver con que la recaudación de aquélla fue uno de los mayores éxitos de taquilla de la productora. El presidente Shigeru Okada no tuvo reparos en seguir explotando el filón, y más tras la cancelación de una saga de la popular película "Yamaguchi-gumi San-daime", cuando las investigaciones de la policía revelaron que la financiación procedía de familias yakuza.
Para echar más leña al fuego, Ken Takakura deja Toei con el deseo de convertirse en estrella internacional a las órdenes de Pollack en la legendaria "Yakuza". Para tapar ese tremendo agujero de cara a los estrenos de fin de año no quedó más remedio que recurrir al sr. Fukasaku y a casi toda su troupe ya presente en las "Batallas" anteriores, aunque ahora firma el guión su colaborador recurrente Fumio Konami; esta forma de actuar rápido y sin mucha preparación no es nueva para el director...es el guión con lo que no está conforme, que recupera a los personajes de la pentalogía anterior y a su vez introduce nuevos.

Se produce otro retroceso temporal, volvemos a la posguerra, por desgracia Bunta Sugawara (con quien cada vez era más difícil trabajar pues aumentó su salario por película a 3 millones de yenes...) jamás volverá a ser Shozo. Aquí aparece como Makio, que poco le diferencia, cumpliendo una larga condena tras asesinar al rival de su jefe, el Yamamori llorón, irritante y rastrero que ya conocemos (interpretado para no variar por Nobuo Kaneko). La Guerra de Corea de por medio, ayudando a la economía sumergida del país nipón, los clanes yakuza pequeños convirtiéndose en grandes familias de prestigio...
Konami recicla el mismo escenario que el visitado en la 3.ª parte de las "Batallas", "Dairi Senso", centrándose en las luchas internas de esos grupos, en las traiciones entre sus miembros, sobre todo contra los jefes, pero la amplitud no es tan grande ni, por ende, la trama tan compleja. En esta ocasión el conflicto se reparte entre dos jefes, el susodicho Yamamori y su otrora subordinado, Aoki, y Makio, vagabundo en una sociedad que no conoce muy bien, cual ronin moderno, hace de mediador...o más bien es forzado a ello. Este es su papel en la historia, se podría decir que el mismo de Shozo en "Dairi Senso".

Ambos, aunque el segundo era más resolutivo, serio y creíble, se postulan como los únicos yakuzas honorables y de ley, a los que diversas fuerzas presionan continuamente. En el caso de Makio es un títere a todos los niveles: de las ofertas de sus jefes, que pujan por ganarse su colaboración, de las maniobras de traición de sus hermanos de mismo rango e incluso de las habladurías de sus subordinados; Fukasaku nos muestra bien este núcleo resquebrajado y mísero donde la lealtad, simbolizada en una mera vasija que se puede romper fácilmente, queda vendida al mejor postor, y la ambición como perfecta escisión entre los kyodai y shatei que tantas promesas se hicieron en tiempos pasados.
Este negro entorno queda mejor expuesto en una escena inolvidable dentro de la saga, del género y entre las más tristes que haya filmado el cineasta: esa donde Makio y el jefe Seki (Hiroki Matsukata, magistral) se mueren de frío en el puerto de Aga mientras intercambian las amarguras de su existencia. Pero hay una cierta diferencia entre Shozo y Makio, y es que Sugawara le interpreta casi cual parodia del primero, como sucede con sus demás compañeros de reparto, siendo uno de los problemas de la película: la tendencia al exceso en el guión, que según Fukasaku "llegó a caricaturizar a los personajes".

Una caricatura que rompe con el espíritu de la saga original, a menudo inclinando el tono hacia situaciones de humor negro, y, también en palabras del director, "degenerando los yakuza en unos delincuentes comunes e incompetentes", o sufriendo la mala degradación de Shozo (el antiguo Otomo reaparece como un demente con sífilis, igual que Masakichi, ahora un conspirador cobarde llamado Sakagami, o el Takeshi de Tsunehiko Watase, que es un subordinado también a cargo del protagonista (enlazando aún más con "Dairi Senso"), pero sin una función clara...), de ahí que los secundarios no tengan el mismo peso en las maniobras del argumento del que sí gozaban en las "Batallas".
Asimismo la estrella de la acción y las "pinku-eiga" Reiko Ikeda regresa en el interesante papel de la prostituta coreana Keiko, quien mantiene con Makio un romance muy poco desarrollado; el punto flaco del guión de Konami es que al enfocarse en la lucha de Yamamori y Aoki y en cómo va afectando a la evolución cínica del anterior, todas las subtramas son tratadas de soslayo, por lo que la adhesión de tanto secundario resulta innecesaria. Fukasaku, sin embargo, nos compensa gracias a esas clásicas secuencias de brutales enfrentamientos filmadas a ras de calle o en lugares embarrados con su habitual frenesí.

Lo deja patente en uno de los mejores clímax que jamás haya rodado, desatando el caos en mitad de las abarrotadas avenidas de Hiroshima para coronarlo ese legendario cara a cara entre un moribundo Tomisaburo Wakayama y el resucitado Hiroki Matsukata.
No importa si el material narrativo que manejaba era más o menos ingenioso, el director jamás perdía su toque. No obstante la película fue un fracaso en su paso por la taquilla y, en una decisión incomprensible, vería la luz una secuela totalmente desligada del presente film...
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