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Todo el oro del mundo (1961)

Todo el oro del mundo
85 min.
6,4
268
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Sinopsis
En la pequeña localidad de Cabosse, los lugareños disfrutan de una gran longevidad. Partiendo de este hecho como reclamo comercial, Victor Hardy se propone construir una urbanización en unos terrenos de poco valor. El único obstáculo es Dumont, un viejo obstinado, que, a diferencia de los demás, se niega a venderle sus tierras. (FILMAFFINITY)
Género
Drama Comedia Vida rural
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Francia Francia
Título original:
Tout l'or du monde
Duración
85 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Coproducción Francia-Italia;
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"Una película amable, popular, una comedia rural de lo más sencilla, (...) las aventuras de un granjero que se niega a vender su fina a una inmobiliaria atrapan inevitablemente al espectador (...) filmada con elegancia."
[Diario El País]
7
Comedia y crítica.
Un magnífico argumento que cuenta la tenaz oposición de un ya anciano granjero, todo tozudez, a que le expropien el terreno y se levanten allí pisos, como en el resto de su pueblo, que como reclamo turístico se trata del más longevo de Francia, dió lugar a una fábula ingenuista, irónica y cómica dirigida por Clair, que recuerda pasajes del cine popular y certero de Tati, del magistral esperpento de Berlanga y hasta ramalazos de nuestro Paco Martínez Soria.
Es una película que advierte sobre el peligro de las grandes multinacionales y de las especulaciones de los tiburones del pelotazo, con lo que su actualidad, en estos tiempos, se reaviva. La película tiene ritmo, así como un matizado pesimismo y una crítica bastante feroz hacia la prensa basura y todo lo que rodea a los medios de comunicación cortados por ese patrón.
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7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
BIENVENIDO, MISTER CLAIR!!!!
Canto del cisne de un gran realizador francés que poco después se retiraría del cine. Aquí nos sorprende con una comedia rural cargada de acidez. La crítica nada encubierta a los tiburones del desarrollismo económico que poco después aterrizaría en nuestras costas y ciudades antes del frenazo que supuso la crisis del petróleo.

La cinta se inicia con un París que ya no es el de los tejados y los cantantes, donde las chimeneas de las casas se ven suplantadas por los tubos de escape de los coches y los atascos. Clair mira con desdén su ciudad que ha cambiado y sitúa como contrapunto el rural sur francés. Los especuladores inmobiliarios pretenden tirarlo todo y construirlo nuevamente, como hiciera la "nouvelle vague" con el cine clásico francés. Pero lo que Clair contempla como la reserva cultural francesa ante la modernidad, el campo, es dibujado con un excesivo uso de tópicos sobre el ignorante campesino, al que sin duda no conocía. El analfabeto de aquí no es un Paco Rabal, sino más bien Marianico el Corto. Y el pueblo está lejos de ser a su vez una reserva moral. La llegada del "porvenir" es aplaudida y caracterizada casi como una reproducción del "Bienvenido, Mister Marshall" de Berlanga, película que tras su éxito en Cannes sin duda conocía y director con el que llegó a colaborar dos años más tarde. No faltan las inauguraciones, las pancartas, la Lolita Sevilla de turno, los discursos del alcalde, etcétera...

Y es que esta película de Clair nos recuerda mucho al cine español e italiano de costumbres, y el hecho de que en el magnífico doblaje al español participase Alfredo Landa dando voz a un gañán fortalece dicha sensación. Sensación que a su vez es entre ácida y amarga si observamos la película en su conjunto, alejada del alegre vivir de otras películas de Clair. El mensaje es contundente y anticapitalista, tan de los sesenta, muy apropiado para el lugar de reconocido académico e intelectual francés que por entonces ostentaba el director, que también escribe esta obra. Se detecta incluso un intento por resultar menos clásico en su modo de filmar, con movimientos rápidos de cámara, montaje veloz, zoom... Pero estaba claro que Clair perdía ya su posición dentro del cine pese a sus intentos por estar al día, y de hecho los mejores planos de esta historia son los que nos recuerdan a sus películas más clásicas, haciendo uso de la imagen sin acompañamiento sonoro, al modo del cine mudo, o retratando la inocencia de los sentimientos.

Al final el resultado no deja de ser divertido y adquiere un ritmo trepidante en algunos momentos, nos engancha y nos desespera la tozudez de los personajes, y consigue hacernos reír. ¿Es el mejor Clair? Ni mucho menos ¿Es la obra más original de su autor? Para nada ¿Nos inquieta? Tampoco. Pero el caso es que después de todo nos hace pasar un muy buen rato, y de eso se trata ¿no? Y me quedo con la genial escena de llegada en helicóptero de Tulipán al prado de ovejas en busca del pastor. Mondante.
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7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
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