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Stray Cat Rock: Female Boss (1970)

Stray Cat Rock: Female Boss
75 min.
5,6
55
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Sinopsis
Primera entrega de la saga Stray Cat Rock sobre las aventuras de una banda urbana femenina. Mei, líder de la banda, se ve involucrada en la trama de un grupo yakuza para amañar combates de boxeo. Con la ayuda de una solitaria motorista llamada Ako, se ensarzará en una violenta lucha contra los yakuza, después de que estos torturen a una de sus amigas y secuestren a su novio. (FILMAFFINITY)
Género
Acción Thriller Yakuza & Triada
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Japón Japón
Título original:
Nora-neko rokku: Onna banchô
Duración
75 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Grupos
Stray Cat Rock
6
Las gatas salvajes de Shinjuku
Diario de unas pandilleras en las sucias, peligrosas y violentas calles de Shinjuku. Chicas descarriadas contra sanguinarios yakuzas, dos bandos luchando por el territorio a navajazo limpio.
Y de por medio, una historia de venganza, amor y muerte.

Desde mediados de los '50 y sobre todo durante los '60 un tipo de cine tenía encandilado al público del momento: el de los jóvenes rebeldes que se alzaban contra todo rastro de poder conservador, y si pertenecían a bandas de motoristas duros, transgresores y "cool" mejor que mejor; estas propuestas, tan puramente norteamericanas, se trasladarían a terreno japonés como toda la cultura del país. Y la que mejor recogía esas influencias era Nikkatsu, a la que poco le quedaba para escoger entre hundirse en la miseria o hacer películas con exceso de sexo y violencia; así que fueron sobre seguro.
Comienzan los '70 con una vuelta de tuerca a esas historias de bandas callejeras cuando estrenan "Stray Cat Rock", permitiendo a las mujeres tomar el protagonismo de la acción e iniciando una saga de lo más lucrativa. Esto será todo un bombazo, a priori partiendo de nada original (cinco años antes las amazonas de Russ Meyer ya sentaban cátedra en "Faster, Pussycat! Kill, Kill!"), poniendo el inteligente Kyusaku Hori a Yasuharu Hasebe al frente, quien empezó así una década en la que su cine iría perdiendo su espíritu para amoldarse a las exigencias de sus productores.

Colaboró con Hideichi Nagahara y el también realizador Atsushi Yamatoya en el libreto y obtuvo cierta libertad creativa de Hori, con una importante condición que de seguro le negarían en años futuros: no mostrar ni un solo desnudo, pues en absoluto era necesario. Enroló entonces a dos bellas modelos y también cantantes de recientes carreras cinematográficas: la coreana Akiko Wada y Meiko Kaji (aunque ella todavía usaba su nombre real, Masako Ohta, en papeles casi insignificantes...), con quien ya había colaborado antes en "Shima wa Moratta", que sin duda servirían para excitar y entusiasmar al joven público.
"Onna Bancho" empieza, como no podía ser de otro modo, con rencillas entre bandas, masculinas y femeninas, y el escenario son las calles de esa negra y caótica Shinjuku que muchos cineastas tomaban para sus apocalípticas cruzadas gangsteriles; pero la historia, que nos muestra la batalla entre unos delincuentes respaldados por una poderosa familia yakuza y la pandilla de Mei, cuyo descerebrado novio Michio quiere trabajar para los anteriores, se cuenta más bien desde el punto de vista de una forastera, Ako, que al llegar ya se ve atrapada en la situación. Entre callejuelas, pubs de mala muerte, clanes mafiosos y descampados desata Hasebe su peripecia.

Sin poseer la exquisitez visual ni la cuidada narrativa de sus primeros trabajos (cuya joya inmortal será por siempre "Massacre Gun"), el director se lanza de cabeza al reverso más alocado y "grindhouse" de la "crook story" con todas las influencias americanas que uno pudiera esperar; refuerza la idea el que sea un combate de boxeo amañado que no terminó como debía el detonante para la guerra entre la mafia y las chicas protagonistas, herederas a partes iguales de los rebeldes sin causa de Nicholas Ray, los anarquistas sucios y brutales de Roger Corman y las exaltadas zorras neumáticas de Meyer o de esa otra joya "grindhouse" "The Mini-skirt Mob", a la que tanto se le debe.
Hasebe filma en las calles (la mayor parte del tiempo en secreto para alcanzar un mayor realismo) y hace tambalear su cámara sin orden ni concierto por lugares exóticos y "underground", creando un mundo de cómic asquerosamente entrañable, mientras navega entre el estilo áspero y visceral de Fukasaku y la audacia visual de su mentor Suzuki, de quien hereda imaginativos detalles que elevan la vena experimental (el uso de los colores, las elipsis, el juego de perspectivas, los números musicales...). De hecho se sirve de esta libertad creativa para, como hacía el anterior, compensar las enormes carencias argumentales del film.

Tenemos a un puñado de repelentes individuos metidos en situaciones extremadamente violentas (el secuestro y la tortura de Yuka predice hacia qué direcciones se movería Nikkatsu) mientras de fondo se dibuja una tragedia de tintes románticos y amargos; como es lógico en estas películas todo se teñirá de dolor y muerte, sin abandonar la psicodelia y el humor negro con los que Hasebe juega a desmitificar hasta límites grimosos la "yakuza eiga", más bien parodiando sin vergüenza este género con el que comenzó su carrera (curiosamente desde un punto de vista más digno y casi elegante). Muneo Ueda añade tonos terrosos a su fotografía que se complementan bien con el frenesí del montaje de Akira Suzuki.
Y si bien Kaji es una secundaria a quien mucho le falta para lograr la maestría interpretativa (que alcanzará en "Lady Snowblood"), su Mei se gana antes el respeto y el cariño del espectador que la insufrible y avasalladora Ako de Wada (al menos a mí no me agrada ver a una chula que va de súpermala imbécil acosando a hombres en todas partes); nos brinda, para nuestra desgracia, el tema principal, con su voz ruda y gutural (Kaji es de lejos mejor cantante). Las acompañan actores tan conocidos de la serie "B" nipona como el genial Koji Wada, Tadao Nakamaru, Goro Mutsumi y un estomagante Tatsuya Fuji que no hace más que carcajearse como un inútil y cuyo final se tiene bien merecido; Ken Sanders repite con el cineasta en un gran papel que demandaba más protagonismo...

La apuesta de Hori fue eso, un bombazo que dio pie a una saga, ya con Kaji de absoluta protagonista (aunque en otros roles), una interesante, que no brillante, primera pieza de esta "freak" serie callejera que lo cambiaría todo en el "exploitation" japonés de los '70.
Y gran parte de culpa la tiene la audacia visual de Hasebe (desgraciadamente no nos da la oportunidad de ver sufrir a Toshie, a la que da vida esa Mari Koiso cuyo rostro deberían haber achicharrado con el soplete...).
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