Boomerang, el príncipe de las mujeres (1992)

Hay cosas positivas que decir de esta película y una de ellas es la cotidianidad de su guion y la originalidad de su enfoque. Lo que pasa es que Eddie Murphy no es muy buen actor y la realidad negra americana queda muy lejos de muchos de nosotros en Europa. La intención era retratar un mundo negro en lo que siempre había sido un mundo empresarial blanco. Puede que no gusten determinados perfiles pero son completamente reales. La historia es una lucha de sexos sin cuartel en la que el gran triunfador queda engatusado por una compañera de trabajo que resulta ser de su misma condición. En medio de todo esto, una serie de situaciones grotescas de la mano de secundarios encargados de darle picante a la historia. A mí personalmente me encanta el sabor de principios de los 90 que hay en toda la película. Es fácil reconocer la moda de entonces y darse cuenta de cuántos años han pasado. Por otro lado, la banda sonora aporta momentos muy desenfrenados pero también viejos momentos de R&B que volverán a nuestra memoria y que acompañan a algunas entrañables escenas donde la amistad predomina sobre lo demás. Siempre me pareció curioso como cada uno de estos dos tipos de música dividía la película de principio a fin. Negativamente la película puede que quede corta y que Murphy empalague demasiado, ya que se apropia de la cámara desde el principio, pero no creo que hubiera más pretensión que la de contar cómicamente cómo un galán deja sus antiguas aventuras.

No seré yo quien despotrique en contra de Eddie Murphy, sobretodo con el Murphy de los 80, aquel descarado bocazas me sacó más de una carcajada cuando era un crío.

Pero su apoteósico éxito llegó a su fin, el día que se creyó autosuficiente como para dirigir su propio vehículo de lucimiento, o sea, "Noches de Harlem". Lo comento, porque solo nos hicieron falta dos películas para bajarle los humos al cómico; la segunda, por su puesto, es esta.

Aquí se acabaron las risas, Murphy se las da de galán en un mundo de perfumes y rodeado de bellas modelos, todo muy elegante y predispuesto, para alimentar su egocentrismo, en una película que destila un tufillo machista por los cuatro costados. Solo se salva en cierta manera, el personaje de Halle Berry, aunque tampoco termina de convencerme.

Este fue el principio del fin de un cómico, que dejó de hacernos reír cuando se creyó que todo lo que tocara se convertiría en oro.