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La casa de los Rothschild (1934)

La casa de los Rothschild
88 min.
6,4
39
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Película completa (INGLÉS)
Sinopsis
La película narra la historia de la dinastía de los Rothschild, y el imperio financiero que llegaron a levantar. (FILMAFFINITY)
Género
Drama Biográfico Histórico
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Estados Unidos Estados Unidos
Título original:
The House of Rothschild
Duración
88 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Links
Premios
1934: Premios Oscar: Nominada a mejor película
9
Un histórico acercamiento a la banca actual y cómo llegaron a donde están.
La casa de Rothschild son una familia de banqueros que financiaron a casi la totalidad de los países europeos desde hace más de dos siglos. Actualmente siguen siendo de las familias más poderosas del mundo y en esta película se cuenta cómo llegaron a amasar su enorme fortuna, financiando a ambos contendientes de la guerra entre Francia e Inglaterra que perdería Napoleón. Un película muuuuy actual.
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4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
6
La casa de los judíos.
69/02(02/03/21) Amena a la par que didáctico film en su ligereza sobre la situación de los judíos en la Europa de finales del SXVIII y principio del SXIX, que no es más que el racismo imperante a lo largo de la historia contra los hebreos, y como estos han intentado defenderse con las armas que les han dejado, lo único que se han podido llevar en sus diásporas de éxodo huyendo de un lado u otro por el antisemitismo (ejemplo la España de los Reyes Católicos que los expulsaron a los sefardíes en 1492). Por ello es una cinta extraña por su temática pro-judía poco o nada tratada en esas décadas, seguramente derivando del advenimiento nazi en el poder de Alemania un año antes, pudiendo entenderse en este sentido como propaganda judía, aunque algunas escenas parecen diseñadas de modo contrario (¿?), me refiero a parte de su inicio, de hecho tanto es así que una escena de “La casa de Rothschild” se utilizó en la película de propaganda antisemita alemana “El judío eterno” (1940), aunque sin el permiso de los titulares de los derechos de autor.

Es una producción estadounidense que dirige el poco conocido Alfred L. Werker, adaptando un guión de Nunnally Johnson (“Las uvas de la ira” o “Doce del patíbulo”) a partir de la obra de George Hembert Westley y Narra el surgimiento poder de la familia Rothschild como predominantes banqueros europeos, la familia denominada más rica del mundo, sigue a la familia desde sus comienzos humildes en Prusia, donde la familia encabezada por Mayer Rothschild (George Arliss) son prestamistas judíos siempre al acecho de los recaudadores de impuestos, has su diáspora por Europa para dominarla a base de préstamos y con información privilegiada.

Película que refleja en trazos gruesos esta odisea centrada en las guerras napoleónicas, y de ello subyace la importancia de los préstamos monetarios para sostener y poder ganar batallas con grande s y bien surtidos ejércitos, eso intangible tras los héroes de las armas, para un relato ágil, bien definido, que tiene en su protagonista George Arliss (en un doble rol, de patriarca y de hermano mayor Rothschild), y siempre carismático, sobre todo como Nathan, el que tiene de los dos mayor tiempo en pantalla, creando una muy humana figura, con esa postura de las manos metidas en los bolsillos y esa tierna relación con su mujer y la flor de la suerte que siempre le regala para poner en la solapa. Esto evolucionado con algunas buenas escenas, aunque de aquí excluyo la vergonzante visita inicial del cobrador de impuestos, que vista hoy día llega a parecer escrita y dirigida por Goebbels, por el tufo xenófobo que remanece, seguramente esto sin querer.

En 1780 en Frankfurt (Prusia), Mayer Amschel Rothschild (George Arliss), prestamista en el gueto judío, alecciona a sus retoños en la importancia del dinero (parece esto un anuncio antisemita), por el poder que este conlleva, "El dinero es la única arma con la que el judío tiene para defenderse" les dice. Ante la opresión gubernamental y en el lecho de muerte el patriarca decide enviar a sus cinco hijos a diferentes grandes ciudades europeas para crear varios bancos intercomunicados: Amschel en Frankfurt, Salomon Mayer von Rothschild en Viena, Nathan en Londres, Carl en Roma y James en París. De esa manera, pueden evitar tener que enviar oro de un lado a otro cuando surja la necesidad, porque en la guerra están en peligro de ser robados por el enemigo y en la paz por sus propios compatriotas. En cambio, pueden recurrir a los bancos de los demás. Treinta y dos años después, los hijos han establecido casas bancarias. Entonces Francia invadió Europa en las guerras napoleónicas.

Hay sobre todo en las escenas capitaneadas por un extraordinario George Arliss un gran brío narrativo, tipo maquiavélico en el buen sentido de la palabra, siempre intentando sacar provecho para la familia, pero también para los judíos, aunque esto me queda un tanto primario en su tratamiento superficial, como lo es la forma un tanto suave en que vemos el racismo violento en el gueto alemán, algún grito, algarada, piedra contra ventanas, pero sin heridos o mucho menos muertos (¿?). Arliss se desata con fulgentes ententes de este frente a los que le atacan, en lo que es una exposición ácida de los tejemanejes políticos derivados del poder que da el dinero (como dijo el patriarca Rothschild) valga de ejemplo como se rebela ante un comité que le ha saboteado por el ‘tecnicismo’ de que es judío, su forma de atacarlos es notable, o como lo vemos en la bolsa de Londres moviéndose con enorme soltura, como recibe a los brokers, como se relame contra los que le humillaron y les ha vencido con resistencia, como negocia con los desesperados ingleses un préstamo en la antesala de la decisiva Batalla de Waterloo, o como está al borde del abismo por su fe inquebrantable, o su dulce relación con su esposa o su madre Gudula (buena Helen Westley). Sublime Arliss en su encarnación de fuerte personalidad. Ello ayudado por diálogos inteligentes, donde se nos relata como el dinero es cobarde e intenta aferrarse al sol que más calienta, esto se ve cuando varios de los Rothschild prefieren dar apoyo a Napoleón, pues lo ven ganador.

Entre los secundarios destaca por lo fácil que es asimilar al barón Ledrantz encarnado por un pérfido Boris Karloff, un personaje de claro apellido germánico como un pseudo-Hitler que encima azuza a las masas contra los judíos; C. Aubrey Smith cumple estupendamente como el Duque de Wellington, demostrando gran vigor de carácter; Helen Westley es una delicia como la matriarca Gudula Rothschild.

Entre los defectos (aparte de los mencionados) cabe mencionar la insípida historia de amor entre la judía Julie (Loretta Young) y el gentil Fitzroy (Robert Young), por mucho que quiera ejemplificar el entendimiento entre las dos religiones, queda en un pastiche insulso y totalmente cercenable.
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3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
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