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Una mujer fuera de la ley (1933)

Una mujer fuera de la ley
89 min.
6,5
128
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Sinopsis
Ambientada en Yokohama, ciudad portuaria donde el crimen y la prostitución dominan las calles, narra la turbulenta relación entre un gánster y su novia Tokiko, que de día trabaja como mecanógrafa en una empresa. Su rival trabaja en una tienda de discos y está muy preocupada porque su hermano pequeño empieza a deslizarse por la pendiente del crimen. (FILMAFFINITY)
Género
Drama Boxeo Yakuza & Triada Cine mudo
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Japón Japón
Título original:
Hijôsen no onna
Duración
89 min.
Guion
Fotografía
Compañías
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6
Una de cine negro, pero que no es cine negro...
Ozu cambiando de registro. Ozu probando todos los clichés clásicos del cine negro: hombres rudos pero con corazón, chicas malas que no son tan malas, chicas buenas que no son tan buenas, cigarrillos, billares, alcohol, alguna pistola que otra, coches negros, gabardinas y sombreros...

Pero ves esta película, y cuando termina no crees que es cine negro. ¿Por qué? Porque está Ozu (y no Kurosawa, o Hawks) detrás de la cámara. Y la coloca en ángulos rarísimos. Y logra unos dramatismos para el año 1933 que sorpreden: planos de piernas andando, cámaras colocadas en coches, encuadre-travelling-encuadre... Y las balas y las peleas casi quedan marginadas por unas historias de amor.

Debe verse? Es dura. Son casi dos horas de cine mudo, japonés... Vamos, los ingredientes ideales para agarrar un cojín y dormir. Pero si hay ganas, y uno se fija en todos los detalles que incluye, habrá merecido la pena estas dos horas.
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9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
Corazones vagabundos del hampa (東京の暗黒)
Las tripas del submundo se mueven gracias al dinero, la violencia y el crimen. Para un hombre es muy difícil salir de él si no se ve capaz de ejercer otro oficio que no sea el de gángster.
¿Podría el corazón de una mujer hacerle cambiar?

Llegado 1.933 y en un clima de propaganda y opresión, Yasujiro Ozu goza de una popularidad cada vez mayor gracias a su reciente éxito "Umarete wa Mita keredo..."; poco después de acabar rápidamente "Tokyo no Onna" presionado por los ejecutivos, rueda un trabajo escrito por él bajo el pseudónimo de James Maki (que adoptaría varias veces) y algunos colaboradores más, donde recupera el gusto por el cine negro de influencias norteamericanas que dejó tiempo atrás en "Hogaraka ni Ayume" y la maravillosa "Sono yo no Tsuma", cosa que se aprecia casi desde el comienzo de la historia, la cual se abre en unas oficinas escudriñadas en travelling por una cámara viva y enérgica.
En estas oficinas trabaja Tokiko, una preciosa joven muy recatada que esquiva como puede los halagos y proposiciones del hijo del jefe de la compañía, pero tal como se revelará el argumento más tarde, esto son sólo apariencias, porque en realidad ella, que tan decente se presenta en su trabajo, es la novia de Jyoji, quien tiempo atrás fue un boxeador bastante popular, aunque las circunstancias le llevaron a retirarse y reciclarse en gángster de segunda o tercera categoría. Ozu, a lo largo de una presentación concisa de personajes y escenarios, que realiza por medio de audaces movimientos de cámara y curiosos encuadres, establece a no más tardar el tono a seguir.

Una cámara que se pasea por sucios bares y salas de fiestas atestadas de olor a humo y alcohol, por clubs de boxeo sudorosos y por calles oscuras iluminadas con la tenue luz de las farolas, mientras los hombres visten gabardinas y sombreros de fieltro y las mujeres, muy adaptadas a la moda americana, lucen bonitos vestidos, joyas y tacones. Pareciera que uno ha viajado de Tokyo a los bajos fondos de Chicago, y es que las influencias están claramente ahí; a efectos técnicos DeMille y Hitchcock son muy importantes, pero la inspiración también llega de Rowland Brown, Maurice Tourneur, Hobart Henley y en especial de "La Ley del Hampa", "Ladies of the Mob", "Midnight Mary" y "Las Calles de la Ciudad".
Pero "Hijosen no Onna" no comienza con la presentación de esa muchacha que da nombre al título (como tanto suele pasar en el "noir"), en realidad lo hace tras aparecer un joven estudiante llamado Hiroshi que desea unirse a la banda de delincuentes de Jyoji; la situación inicia el drama, que será por donde se mueva el argumento, tanto más cuanto que la hermana mayor de éste, Kazuko, tema por su vida al enterarse de a qué clase de mundo está dispuesto él a formar parte. De hecho Ozu se centra mucho más en el conflicto entre los dos hermanos que en la pareja supuestamente protagonista.

De repente otro incidente aumenta el melodrama y el guión da señales de querer discurrir por cauces bastante previsibles; al encontrarse frente a un tipo de mujer distinta de las que suelen circular en su mundo, Jyoji no puede resistirse a la bondad de Kazuko, lo que hace saltar un problema de celos y amoríos para con Tokiko, y así la película vuelve a fijar su mirada en la chica (al igual que en "Hogaraka ni Ayume"). También se plantea un tema que aparecerá mucho más tarde en el cine del director convirtiéndose en una obsesión: el choque de comportamientos y mentalidades entre los que representan la tradición y la modernidad en la sociedad nipona. En este caso las dos mujeres.
Tokiko es sin duda la que se ha adaptado a los ideales americanos, a la forma de vestir y actuar occidentales; por tanto ella es la impulsiva, la desvergonzada, la delincuente en última instancia. Kazuko es la mujer tradicional, una esposa perfecta; viste el kimono, zurce prendas, regenta una tienda de música clásica y es sumisa y abnegada, y por lo tanto despierta el odio y los celos en la anterior, pero también admiración. El guión, en un ejercicio panfletario (los tiempos obligaban a ello), hace que la delincuente occidentalizada desee imitar a Kazuko y la reemplace en su papel de mujer decente y hogareña (como en "Shukujo to Hige").

Así toma importancia el deseo de reconducir la existencia, la búsqueda de la redención y la aceptación del castigo; como en las anteriores de la Trilogía Negra es necesario sacrificarse para cambiar. Ozu hará un excelente uso del suspense y la tensión, y del manejo de todos los tics del "noir", en ese tramo de huida y persecución (así, una conclusión mucho más pesimista que en "Hogaraka ni Ayume"), destacando la vigorosidad de la escenografía de la acción, la ambientación, la puesta en escena y la fotografía de Hideo Shigehara.
Una Kinuyo Tanaka de 24 años pretendiéndose "femme fatale" sorprende con su fuerza y vitalidad interpretativa, además de con su belleza, frente a unos correctos Joji Oka y Koji Mitsui y la buena Sumiko Mizukubo. Quizás la última muestra de Ozu en un género popular tan influenciado por el cine extranjero (esos pósters de "Sin Novedad en el Frente" o "El Campeón"...) antes de deslizarse hacia terrenos más costumbristas, sociales y puramente dramáticos. Su previsible trama es un hándicap, no así permanece (sobre todo por su inventiva visual) como una obra de importancia dentro del cine clásico japonés y como colofón de esa trilogía "ozuniana" del "noir".
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2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
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