The Incident (2011)

Sorpresón que el director de la regulerísima Los infieles dirigiera un año antes semejante peliculón, ida de olla absoluta. Rozando lo cómico, lo patético y sí, señores, el terror, Courtés nos cuenta un cuentecillo de manera más que notable, en el que los personajes lo son casi todo y en el que los medios técnicos son simplemente, maravillosos. Grupito grunge-punk-goth...what else? trabaja para sacar adelante sus maquetas como cocineros (!) en un psiquiátrico (!). Un día, tormentaza mediante, la máxima seguridad del edificio pasa a ser mínima y los cocineros greñudos (hay que ver lo guapísimo que está Ruper Evans) se las ven con el grupete de loquers comandado por un terrorífico zumbado de ojos color mar que de verdad da miedete del bueno.
Ajena a pretensiones conceptuales y de fondo y carente de pretenciosidad la película acaba resultando estupenda. Ya les digo, un sorpresón.
Testosterona en el psiquiátrico. Un lujo.
Lo mejor: La idea, absurda y genial.
Lo peor: Roza convencionalismos en su tramo final que podían haberse evitado. Pero aún así es de lo más decente del año.
Bravo nuevamente por el vigor del francés de terror.
(Aplausos)

Es regla: si en un manicomio de "alta seguridad" hay seguridad, pues no hay peli posible. Porque los guardias deben ser pocos y poco competentes; porque, en este caso, la fuerza de control debe ser ejercida por los cocineros (¿?) y, por sobre todas las cosas, porque el lugar debe estar recontra mal asegurado. En lo posible, que el manicomio se acerque más a un hospital en donde psicópatas crónicos deambulen como enfermos de diabetes. Las reglas aquí se cumplen a rajatabla.

Una vez que nos damos cuenta del poco sostén conceptual de la peli, empezamos a intentar suspender la lógica en pro de la tensión. Asylum sale ganando: compensa sus baches convencionales por una buena fotografía, un excelente uso de las cámaras (esa persiana que se abre, travelling de acercamiento lento, dejando ver el vidrio que separa la cocina del comedor del manicomio es notable) y, ante todo, un uso del ritmo medido que logra el "timming" preciso.

No hay profundidad alguna en la peli, todo se focaliza en una situación de riesgo y a ver como se la rebuscan los protas. No más, hay una alusión directa del tipo metafórica sobre como la locura ingresa al cuerpo, ya sea transmisión o contagio, que actúa como eje breve y directo. No sorprende pero tampoco desagrada. Con poco, pero desarrollado con prudente inteligencia, la peli se deja ver para llegar al final en clave de "como se van de allí de una vez por todas".

La suspensión de la credulidad se logró con moderada eficacia.