Adán y Eva (1995)

Yo aviso, esta película es rematadamente mala, se la mire por donde se la mire. Sólo es aconsejable para aquellos que sientan interés en conocer en qué consiste el cine comercial de nuestra nación hermana (la de los fados y el bacalao) y comprueben que es casi tan malo como el cine de autor del mismo sitio (me refiero a lo poco que he visto de Manoel de Oliveira y João Botelho, afamados plastas). "Adán y Eva" tuvo cierta repercusión en los medios de comunicación españoles -apareció hasta en el telediario-, repercusión meramente publicitaria y seguramente interesada, dado que la película era una coproducción con nuestro país y además su estrella, María de Medeiros, acababa de firmar el contrato para rodar "Airbag". En Portugal "Adán y Eva" tuvo un éxito enorme de público. Fue uno de esos fenómenos del tipo de la mencionada "Airbag" o de "Torrente, el brazo tonto de la ley", esto es, películas que se hacen con el propósito descarado de jalear los gustos de determinado público (o, mejor, de El Público, para qué engañarnos), que tienen una promoción y publicidad excepcionales, que saben cumplir con las expectativas levantadas y se convierten en acontecimientos nacionales. Salvo para las películas producidas en los Estados Unidos (donde lo "nacional" es sinónimo de "mundial"), estos fenómenos son difícilmente exportables, y así ocurrió en España con "Adán y Eva", que perdió todo el gas en Fuentes de Oñoro y fue un fracaso en nuestros cines, pese a que los actores eran muy conocidos entre nosotros: Joaquim de Almeida había trabajado en películas españolas como "El rey pasmado" y María de Medeiros había hecho lo propio en "Huevos de oro", aparte de representar a la novia temerosa de Bruce Willis en "Pulp Fiction". En el reparto también figuraba Karra Elejalde, pero su personaje es tan desafortunado que mejor habría sido arrancar todas sus páginas del guión. "Adán y Eva", tras su fugaz estancia en las pantallas comerciales, se pudo volver a ver en la Filmoteca Española, dentro del I Festival Internacional de Cine de Gays y Lesbianas (que fue donde la vi yo, para mi desgracia), pero allí importaba menos el que fuera buen cine como el que abordara un asunto de homosexualidad.

Lo cierto es que con esta película el cine portugués demuestra que puede ser tan mediocre y tan taquillero (en su país) como cualquier otro espanto extranjero, sin que apenas haya diferencia. Los países como el nuestro o Portugal, con su sentimiento de inferioridad respecto al resto de Europa y los EE.UU, necesitamos de vez en cuando estas inyecciones de autoestima para comprobar que también los productos nacionales llenan las salas y se ocupan de asuntos de presunta actualidad. Pues esto es, no hay más.