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Two wives (1967)

Sinopsis
Kenzo fue un individuo honesto que soñaba con convertirse en escritor, ahora es uno de los principales administrativos de una gran compañía enfocada especialmente a satisfacer la vida de la mujer de clase media. Casado con la estricta y recatada hija de su jefe, Michiko, de repente se encuentra con un recuerdo de su vida anterior, Junko, una pobre muchacha que resulta estar viviendo junto a un tipo desagradable, también deseoso de convertirse en un autor de éxito. Las vidas de todos se enredarán en una espiral de traiciones, engaños, chantajes y violencia cuando éste último conozca a la hermana menor de Michiko, Rie.
Género
Drama Intriga
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Japón Japón
Título original:
Tsuma futari
Duración
94 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
8
El amor, nido de mentiras y traición
"Limpio, brillante y hermoso", reza el eslogan de un espacio que, como reflejo del matrimonio y el hogar conyugal, ha de promover esta visión pura, honesta fuera de toda duda.
Al menos eso cree Michiko, la hija del jefe...

Hasta que empiece a percatarse de que nada a su alrededor es tan limpio y hermoso como imaginaba, y de que las relaciones humanas, sobre todo entre hombres y mujeres, se alimentan de la mentira, la traición y la ignorancia tras una cuidada fachada. Es un mundo muy adecuado para ser descrito por alguien como Kaneto Shindo, en uno de sus muchos guiones, que adapta de la novela "The Man with Two Wives", del autor Hugh Wheeler (uno de los miembros del legendario grupo Kelley/Webb/Wheeler/White, quienes a veces lanzaban sus obras bajo pseudónimo de Patrick Quentin).
Se hace cargo Masumura tras la obra maestra "Red Angel", y por supuesto vuelve a contar con la presencia de su musa Ayako Wakao; se les une por primera vez una Mariko Okada retirada al trabajo independiente junto a su marido Yoshida, en lo que es la unión de dos de las mejores actrices del cine nipón. Así, de la Manhattan de la posguerra se nos introduce en el Japón del resurgimiento económico y las grandes empresas, aunque el primer encuentro entre los protagonistas se da en un bar cualquiera; aquí el Bill del libro es Kenzo y Angelica es Junko, la novia de los tiempos de la universidad.

Como se irá viendo, los encuentros entre hombres y mujeres son realmente importantes y en cada uno de ellos se expone un aspecto crucial de su carácter; Kenzo es un buen ejemplo de la reestructuración social y económica que ha experimentado el país tras la guerra: de autor idealista y sincero a directivo de oficina ambicioso y sin escrúpulos, pero nunca los hombres de los "thrillers" de Masumura enmarcados en el universo empresarial estuvieron modelados a la manera de los héroes. Aquí confluyen dos de los escenarios más visitados de su obra: el mencionado y el melodrama íntimo y fatalista dominado por el peso femenino, algo que ya hiciera en su anterior "With my Husband's Consent".
Así que, a pesar de que el poder y la codicia la monopolizan los hombres, son las mujeres las que harán virar el destino de todos con sus actos y decisiones; la Betsy literaria es Michiko, puesta al otro lado del espejo de Angelica/Junko, una pleno modelo de la tradición japonesa, tan decente y altruista como autoritaria, la otra una pobre maltratada llevada por el amor pasional...pero las dos con el profundo anhelo de ser amadas. Es irónico que la historia se cimente en los interiores de una compañía que promueve con tanto afán la honestidad cuando alrededor de la protagonista pululan los individuos más indignos, quienes se usan, chantajean y manipulan a su antojo.

Una pareja de empleados (Junkichi y Masae) que malversan fondos, un padre viudo que tiene una aventura con la mujer del anterior y una hermana menor (Rie) que viene a encarnar la inevitable rebelión contra el autoritarismo moral; este reducto de silenciosa corrupción podría haber seguido existiendo de no ser por la aparición de un monstruo, Shotaro, amante actual de Junko y un doble de Kenzo aún más egoísta. En la historia se germina un intermedio de conflicto y súbita revelación por su parte hasta que las manos de Michiko, en defensa propia, se alcen contra su crueldad.
Como MacKendrick, Masumura y Shindo dan un valor especial al poder de destrucción de los inocentes, y crea, al igual que éste, otros instantes de una incómoda sordidez y violencia, física y psicológica, casi todos filmados en interiores claustrofóbicos, impidiendo la huida a los personajes, cada vez más acorralados, y envueltos por una fotografía de suaves tonos ocres que ofrece, a éstos y al espectador, una falsa seguridad. Cuando el crimen sucede y el Mal es ajusticiado, todo se revuelve en varios sentidos (ya prefigurados en las flechas pintadas en la calzada de los créditos iniciales...flechas cuyo destino eran las alcantarillas).

Durante toda esta segunda parte el asesinato es sólo la progresión de la corrupción humana que se venía gestando, pero el que derriba los cimientos de la acomodada vida de los personajes, y a través de la cual Kenzo puede abrir los ojos y contemplar el mundo que le rodea y del que es parte; también habitual de los anti-héroes del cineasta, éste llega muy tarde a tal revelación, sin embargo luchará contra las fuerzas que le oprimen. Sorprendente y retorcida la evolución propuesta: cuando por fin decide operar por medio de la sinceridad, aquellos antes ocultos en las apariencias se defienden con constantes calumnias y mentiras, cerrándole todas las puertas...
Y en especial Michiko, que resulta no ser mejor que los demás. Caen las máscaras y sale la auténtica verdad, muy sucia; y la verdad es que, salvo Junko, la víctima sacrificial a todos los niveles, nadie merece salvarse. A una manera muy europea, siempre con música melodramática de fondo, Masumura va encadenando pacientemente las piezas del suspense y sacando de la oscuridad a sus cobardes protagonistas, de una extrema fealdad, hasta ese momento amargo y significativo, milagroso, en que las dos mujeres se encuentran y son capaces de apreciar tanto sus diferencias como sus similitudes; un cara a cara que alcanza un grado superlativo por la maestría de las atrices, elevadas al nivel de Andersson y Ullmann en "Persona".

En sus intrigas en el seno empresarial, la corrupción, manejada por el poder masculino, infecta y destruye a todos, incluso a veces al heroico protagonista; en este caso, al mediar mujeres entre dicho poder, Masumura permite a la honradez y el honor tomar parte y la resolución propuesta, si bien dañina para unos, es satisfactoria para aquellos que lo merecen.
Prevalece el sentido de la justicia: Ayako en "A Wife Confesses" no pudo salvarse y fue sacrificada, pero Junko puede salir a la calle, respirar y dejar atrás a esos demonios y su oscuro pasado, mirando el Sol en busca de alivio...y así nosotros.
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