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Walden: Diaries, Notes and Sketches (1969)

Walden: Diaries, Notes and Sketches
180 min.
7,8
422
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Sinopsis
Poeta y héroe de la contracultura americana, Jonas Mekas nació en Lituania en 1922, inventando el diario filmado. Walden, su primer film-diario completo, un retrato épico de la escena vanguardista neoyorquina de los 60, también es un innovador y personal trabajo cinematográfico. (FILMAFFINITY)
Género
Documental Cine experimental Cine independiente USA
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Estados Unidos Estados Unidos
Título original:
Walden: Diaries, Notes and Sketches
Duración
180 min.
Guion
Fotografía
Compañías
Links
3
Un Walden sin bosques ni lagunas
La puntuación media de esta película es 8,3 y, la más repetida, el 10; la mía es 3. ¿Algo ha escapado a mi intelecto o mi sensibilidad, algo que otros son capaces de valorar y yo no veo? Por supuesto, puede ocurrir, y, de ser ése el caso, si cualquier día se me despeja la mente, espero ser capaz de reconocerlo sin reservas. Pero, mientras mis facultades perceptivas se espabilan, mi interpretación provisional es otra.

Jonas Mekas es uno de los mitos del cine independiente americano de los años sesenta y de lo que entonces se llamó “contracultura”. A pesar de haber vivido aquel momento —o quizás precisamente por haberlo vivido— no tengo en alta estima lo que algunos han llamado la “década prodigiosa”, que más bien me parece una época contradictoria y confusa, tan rebosante de buena voluntad como carente de claridad. De hecho, no es casual ni paradójico que su resultado haya sido el mundo que ahora vivimos: mundo de globalización uniformizante, relativismo disolvente y pensamiento único.

A mi entender, Walden (1969) refleja en su propia sustancia la confusión de valores que presidió aquellos años: se atacaba, con razón, unas estructuras fosilizadas y constrictivas, pero, a cambio, no se tenía nada más que ofrecer que un espontaneísmo voluntarista, una ingenuidad inconsciente, una imaginación que no iba más allá del ingenio y un afán rupturista incapaz de ver un palmo más allá de sus narices. Y todo eso forma parte de los materiales con que está construida esta película. Como también —típico del arte vanguardista y experimental de la época—, la abolición de toda regulación sintáctica, la ausencia de cualquier estructura unitaria y compleja capaz de dar profundidad y cohesión, y la búsqueda fácil del impacto y la novedad como meta suprema del quehacer artístico.

Que la película recurra a Andy Warhol o Timothy Leary, por ejemplo, me parece normal; que se permita invocar a H. D. Thoreau o C. Th. Dreyer me parece, más bien, una desfachatez. ¿Tiene Thoreau (autor del libro “Walden” en el que se supone que la película bebe su inspiración) algo que ver con lo que ha hecho Jonas Mekas? ¿Daría Dreyer (al que también se evoca en el film) su beneplácito a esta película? Me parece muy difícil que el naturalista que se retiró a vivir en el silencio y la soledad, “entre bosques y lagunas”, pudiera aprobar una obra que parece expresión involuntaria del ritmo frenético, sincopado, caótico, neurótico, por no decir paranoico y delirante, de la vida urbana contemporánea; o que el autor de Ordet, maestro creador de arquitecturas complejas, depuradas hasta la quintaesencia, en las que hasta el trazo más simple está concienzudamente meditado y rebosa de sentido, pudiera aprobar la acumulación caótica de fragmentos anecdóticos reducidos a su más pura materialidad, refractarios a cualquier significado coherente, y, en definitiva, el afán gratuito de originalidad, a veces pueril, que preside la película de Mekas.

(termino en el spoiler)
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40 de 64 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Crear belleza mediante la improvisación
Jonas Mekas, poeta visual nato y uno de los padres de la contracultura americana de los años 60, en ‘Walden’ vertebra lo que sería su lirismo, ese tipo de cine-poético que, antes de su aparición, en algunas ocasiones, muchos críticos usaron a modo de insulto y mofa.

Su visionado marea, confunde y empacha, pero no en el mal sentido de la palabra. ¿Sabes esa sensación de cuando vas a ver una exposición de arte y, a tu sorpresa, hay tanta obra que se te acaba por “atragantar”? Pero repito, no lo digo en un mal sentido, ‘Walden’ es una exposición de imágenes en movimiento por donde se pasean artistas de la talla de Andy Warhol, Carl Theodor Dreyer, Marie Menken, Michael Snow, Allen Ginsberg o John Lennon y eso, evidentemente, nunca podría ir a la contra de una obra, en todo caso la retroalimentará.

Hay exposiciones, como la no-temporal de el Louvre, que son imposibles de ver en un solo día, de ver y propiamente apreciar todo lo que haya ahí expuesto, sería el trabajo de toda una vida. De ahí el “mareo” o “atragantamiento” comentado, ‘Walden’ aguarda en sus 3 horas de metraje una belleza extrema, que rebosa vitalidad, hay tantas significaciones y pasmosas secuencias, que sería una falta de respeto considerar la película de Mekas, así como todo su cine, de “articulado”.

¿Qué quiero decir con “articulado”? Por articulado entiendo cualquier film que ha sido ideado y preparado al milímetro, ya antes de acudir a la fase de filmación. Mekas juega con lo que tiene, experimenta con la realidad, con aquello que no entiende de normas y emana una energía única y especial a la par.

Lo que se conoce como “mirada descentrada” es, a grandes rasgos, cuando la cámara se desvía del personaje a retratar, centrándose en aquello que se denomina “profílmico”, es decir, todo lo que está ya dispuesto para ser grabado, más allá de lo planeado. Sería erróneo tachar su cine de vago o impreciso, Mekas, simplemente, lo que hace es ir a buscar la película a fuera, su espacio rodado es, y siempre será, la vida misma.

La película adopta un ensayo de Henry David Thoreau, un experimento sin precedentes literarios en donde el autor norteamericano, tras pasar dos meses en una cabaña construida por él mismo, decidió ponerse a disposición de las palabras y no viceversa, lo cual habría sido lo normal. Me explico, Thoreau, en ese exilio voluntario de las nocivas grandes urbes, acabó creando un nuevo concepto de expresión artística, uno que, como todo soporte que es únicamente literario, no constaba de soporte visual, de pasarlo a imágenes ya se encargó el director lituano más de 100 años después.

Jonas Mekas ha declarado en varias ocasiones, que él ni siquiera hace películas, tan sólo filma lo que le apetece hasta que sus amigos le piden que comparta aquello que tenga entre manos en ése momento. Es un voyeurista nato, uno que dispone de una mirada tan refinada, que hace visualmente atractivo aquello que, para muchos de nosotros, sería imposible de percibir como bonito.

Destruye con lo convencional, con lo lineal, con los personajes claros a seguir y crea un nuevo significado de lo profílmico, ya sea perteneciente al mundo de la no-ficción como de la ficción propiamente, conectando sobretodo con, si realmente es toda obra documental necesariamente comparable a una de ficción, el subgénero/movimiento conocido como 'mumblecore’

Su manera de rodar se adelantó al cine del futuro, puede exasperar a quien no sea asiduo a las experiencias fílmicas no-comunes, él cambió hace tiempo del analógico al digital, como cualquier alumno en la primaria aprende a desprenderse del lápiz para coger el bolígrafo y no soltarlo jamás, el ser humano “muta”. Exuberante en cuanto a forma y abundante de belleza plano a plano, Mekas también hace mutar y desarrolla los principios del realismo psicológico que subyacen, tanto en ‘Walden’, como en cualquier otra de sus otras obras poético-visuales.

Estamos ante un film de un hombre curioso, con una mirada incansable, al que le interesan tantos temas, autores, sitios y cosas, que no puede –y menos mal-, centrarse en un solo tema o personaje a retratar. La película sólo hace que abrir cuestiones, dudas, situaciones y momentos, es complicado de cerrar algo que siempre seguirá allí, y aún más cuando es el tema que hace avanzar una trama: nuestro mundo.

Aturulla y fascina a partes iguales, da la impresión de haberse hecho sobre la marcha y concibe una forma de rodar tan particular y azarosa que es imposible de infravalorar, se podrá conectar más o menos con esta frescura, pero indiferente no podrá dejar a nadie.
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2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
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