Yo soy Trinidad (Django dispara primero) (1966)

Pasable spaguetti western, que tiene todos los ingredientes de este simpático género, pero no demasiadas de sus virtudes.
Se deja ver y no molesta, pero resulta repetitiva y escasamente imaginativa.
Ocurre que Alberto de Martino es un honesto realizador, autor de alguna película estimable desde el punto de vista estrictamente comercial, esto es, director de competentes filmes sin ninguna pretensión que no fuera el de hacer pasar un buen rato al espectador, consiguiendo por ello que tuviera una más que aceptable respuesta comercial. Esto ocurrió con, por ejemplo, "El valle de los hombres de piedra", "Los invencibles", meritorios peplums con fantasía a raudales, y también, una década después con la competente "El anticristo", que tuvo buenas críticas, aunque a mí no me gustara demasiado que digamos.
En el caso que nos ocupa ocurre que el guión no es ningún prodigio ni la propia dirección imaginativa, pero consigue no aburrir e interesar lo suficiente.
En definitiva, que se olvida con suma facilidad, aunque la belleza de sus preciosas actrices las retengamos en la memoria (Marilu Tolo, Moira Orfei...). Muy bonitas todas

Película totalmente prescindible, sólo apta para descerebrados. La psicología del protagonista y ayudantes espontáneos que le surgen es simplemente imposible: ningún temor a la muerte. El protagonista llega al pueblo de turno y se comporta con chulería y altivez, sin temor pese a estar rodeado de pistoleros que le quieren matar. Tampoco contribuye a la credibilidad del film el semblante siempre sonriente y lozano del chulo. A ver, seamos realistas: un pistolero que se enfrenta a otro en igualdad de condiciones tiene el 50% de probabilidades de morir, si se enfrenta a dos posiblemente el 95%. En las películas de este tipo en que surgen este tipo de situaciones y el héroe sale invicto no son creibles. ¿Y de qué sirve el cine si no narra una historia posible?