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El ojo del diablo (1960)

El ojo del diablo
87 min.
7,0
975
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Sinopsis
La castidad de Britt-Marie, hija de un pastor protestante, le provoca a Satán una verruga en un párpado. Para deshacerse de ella, manda a la Tierra a don Juan para que seduzca a Britt-Marie. (FILMAFFINITY)
Género
Comedia Drama Fantástico
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Suecia Suecia
Título original:
Djävulens Öga
Duración
87 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
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7
COMEDIA FANTÁSTICO-RELIGIOSA
Según un proverbio nórdico, una muchacha casta es un orzuelo en el ojo del Diablo.
Con función distanciadora, un profesor nos presenta y comenta una comedia en tres actos y una escena final:
En su despacho del inframundo, un Satán con aire de subsecretario, furioso por el estado de su ojo, encarga a Don Juan una misión, a cambio de una reducción de condena: ir a la tierra, en la época actual, y seducir a la hija de un piadoso reverendo, antes de que llegue virgen a la noche de bodas.
El seductor acepta y los consejeros satánicos le inidican que a la mujer escandinava conviene acometerla adoptando un carácter mediterráneo. En compañía de su ayudante Pablo y de un diablo experto, Don Juan aparece junto a la casa del clérigo, dispuesto a usar todos sus trucos de conquistador.
Mientras el conflicto entre virtud, amor y deseo da lugar a enredos y peripecias, Bergman aprovecha para hurgar burlonamente en el lado puritano de la mentalidad sueca y tirar algún que otro dardo a la institución matrimonial, dando rienda suelta a una incisiva vena satírica.
En el reparto brilla la fresca belleza de Bibi Andersson, que ofrece intensos primeros planos.
Para reforzar en varios pasajes la agilidad de la narración, se usan fragmentos de caprichos para clave de Domenico Scarlatti.
Así como Shakespeare descansaba de las tragedias con alguna comedia, Bergman también se lo permite en medio de sus densos dramas, y crea entretenidas obras como ésta.
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20 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
“Cielo o infierno… ¿Cuál es la diferencia?”
Bergman abandona por una vez el tono hondamente dramático y trágico, y toma un rumbo diferente, un pequeño paréntesis en lo que venía siendo últimamente una filmografía inquietante, dura, de dificultosa digestión, y que lo seguiría siendo en las décadas venideras.
Pero he dicho pequeño paréntesis, sí. Porque una comedia a lo Bergman no es una bufonada al uso. No habrá risas. Ironía a espuertas y mucha sátira, pero no risa distendida. El humor en el sueco es de doble filo. Es el que precede al nudo en la garganta, la sonrisa del que compone ese gesto fingido para no llorar, para disimular que por dentro está roto. Es una mueca algo retorcida de sarcasmo.
Pero no deja de ser una categoría de sentido del humor. El Satán burlón con su orzuelo en el ojo y ese infierno paródico y bastante civilizado donde cumplen sus castigos los grandes pecadores muestran rasgos de picardía que Bergman también poseía.
El diablo tiene un orzuelo que es como un aviso de que hay decencia en la Tierra. Como un alergeno que le provocara una reacción. Satán no tolera que una chica joven, guapa e inteligente siga siendo virgen y de espíritu limpio. Todo un atentado contra los principios corruptos que, lógicamente, rigen en el infierno.
Y como el casanova Don Juan se encuentra ahí cumpliendo condena desde hace centurias por haber rendido tantas honras femeninas a sus pies, el demonio le propone una misión para reducir la pena (sin que en el cielo se enteren, claro): subir a la Tierra y seducir a la veinteañera Marie, la única hija de un pastor luterano que se va a casar pronto con su prometido. Don Juan es enviado junto con su sirviente, Pablo.
El director sueco propone una visión de cielo e infierno como las dos caras de la misma moneda, como el mismo perro con distintos collares. Antagonistas de fachada pero en realidad separados por un corto paso.
En medio de ambos, la Humanidad. Bergman apunta el descubrimiento más bello y optimista que puede ofrecer, aunque pueda parecer que la oscuridad vence a la luz. No es una concesión corriente en una película bergmaniana, porque su pesimismo suele ganar la partida.
Ese descubrimiento es el libre albedrío.
Un corazón humano libre no se puede comprar, no se puede dominar, no se puede controlar.
Ni Dios, ni el Diablo, tienen poder sobre el corazón de Marie. Ni sobre el de Don Juan. Ni sobre el de Pablo. Ni el del pastor, ni el de su esposa Renata.
Tanto uno como otro creen que somos fichas en su gran tablero de ajedrez. Se equivocan…
De rara belleza, la tengo ya como una de las películas más hermosas de la Svensk Filmindustri.
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14 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
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