Por siempre, cariño (1956)

La última película del gran Louis Calhern (siempre enganchado a una copa en la peli) fue también la segunda de la pareja Lucille Ball-Desi Arnaz, que decidieron no seguir en el cine al comprobar la mísera taquilla de su segunda comedia. Se salvan los agudos diálogos, la mencionada y breve presencia de Calhern y avergüenza un poco el papel de ángel del prestigiosísimo James Mason, aquí con traje gris y eterna sonrisa de 'que pinto yo aquí'.

Segunda colaboración para la pantalla grande del tándem formado por Lucille Ball y Desi Arnaz, inolvidable dúo protagonista del show televisivo reconvertido en clásico "I love Lucy" y que conformarían una de las primeras parejas en satirizar los problemas matrimoniales en televisión, siendo claros precursores de las innumerables series del mismo pelaje que inundarían las parrillas a lo largo de las distintas décadas hasta nuestros días.
Después de la logradísima "Un remolque larguísimo" que contiene uno de los gags más recordados de la Historia con Ball intentando cocinar en el remolque mientras su marido conduce el coche, éste fue el segundo intento de trasladar el éxito televisivo al cine pero, desgraciadamente, tengo que decir que no lo logran ya que, como no tardarían en comprobar, el formato de largometraje implica algo más que una suma de sketchs unidos por un delgado hilo conductor y en esta película, el guion hace aguas por todas partes, conformando una historia endeble y, se adivina, totalmente parcheada.
Después de cinco años de matrimonio, las cosas ya no son lo que eran entre Desi y Lucille. La rutina se ha instalado en la pareja y un marido ocupadísimo y una mujer desatendida, dan como resultado caminos divergentes que habrán de transformarlos en poco más que desconocidos.
Y, aquí viene lo, para mí, extraño de la historia. Hará su aparición un ángel de la guarda para ayudar a encauzar el matrimonio pero, al parecer, siempre adopta la forma terrenal que subyace en las fantasías eróticas del protegido que, en este caso, tomará el rostro de James Mason, ídolo secreto de los sueños de Ball.
Esta extraña premisa de la fantasía deseada ejerciendo de consejero matrimonial no me pega ni con cola, lo que me hace sospechar que, quizá, quisieron dar a la historia en su origen una vertiente más mordaz y desvergonzada pero los productores no pudieron aceptar que se arrojara ni una sombra de sospecha en el cuestionamiento de la sagrada institución del matrimonio y juraría que ese guion ha sido reescrito varias veces para suavizarla y edulcorarla.
Por eso me parece que, curiosamente, lo que mejor funciona en el film es el sketch en el que Ball acude al cine con su marido y, mientras éste ronca con placidez a su lado en la butaca, Ball se recrea ávidamente con la película que no es otra que una protagonizada por James Mason y Marilyn Maxwell, en donde ella se verá de protagonista y verá proyectadas sus fantasías ocultas. Ese sketch, con el rostro en primeros planos de Ball trasladándonos con toda exactitud lo que está sintiendo la protagonista en cada momento, me parece un magnífico ejemplo de lo que una gran actriz con talento inconmensurable puede lograr.
El terrible borrón que encuentro en esta cinta, aparte de la descosida historia, es a la interpretación de James Mason que no me ha gustado nada de nada.
Su interpretación es sosa, desangelada (nunca mejor dicho) y casi parece estar pidiendo perdón por encontrarse allí.
Es posible que no se encontrara cómodo en una película de estas características y se sintiera desubicado pero !concho! un profesional, es un profesional y creo que hubiera podido poner más de su parte para agregar un poco más de sal a su papel.
Finalmente, el último tercio del film remonta algo el vuelo al ofrecer sketchs más típicos de esta pareja de cómicos con la acampada que acometen juntos y que resultará un auténtico desastre. Pero todo esto no sirve más que para hacernos confirmar que su punto fuerte se encuentra en los gags y que sin una buena historia que la respalde no es posible hacer una película.