Roma violenta (1975)

Primera entrega de las aventuras del comisario Betti, un policía duro, pulcro, elegante, intolerante con el crimen y expeditivo como él solo, que aquí acaba tirando por la calle de enmedio y uniéndose a una especie de escuadrón parapolicial formado por tipos de economía más bien holgada que imponen "justicia" gracias a un manejo sorprendentemente hábil de cachiporras, barras de hierro y demás parafernalia. Todo ello en una Roma infestada literalmente de delincuentes de poca monta sádicos e irrecuperables, que son la gran amenaza contra la que lucha el comisario Betti porque se ve que en esta su Italia el problema no es la mafia, sino los chorizos de barrio.

Violencia a paladas, demagogia en dosis de elefante, bastante acción, un guión bastante irregular, puesta en escena de batalla, diálogos macarriles, sopapos, tiros, persecuciones...lo que viene a ser un policíaco italiano de la época, dentro de su variante más fachilla.

Las hay peores dentro de su estilo ("Roma a mano armada") pero también muchas que son bastante mejores, de hecho su secuela "Nápoles violenta" es bastante más ágil y bastante más entretenida.

Tiene, eso sí, un final un poco desconcertante...que comento en spoiler.

Más allá de la sencillez de su punto de partida, de las interpretaciones y de las obviedades del guión, no me extrañaría que una película como "Roma violenta", con el debido empujón, podría convertirse de repente en una cult movie. Tiene cosas que sólo dependían de ese momento exacto, la década de los setenta en Italia, que tienen que ver con un contexto real de auge de delincuencia en las calles (eso aparte de la mafia histórica) y que responde a lo que pedía el público y la gente: mano dura contra los malos.

Llega a nosotros tantos años después con esa estética única de bigotazos y patillas, con una vestimenta única, con unos Alfa Romeo y unos Fiat que ya serían de museo. Aquí las persecuciones son la leche, las ostias que se dan son de no pestañear y la brutalidad policial es tan políticamente incorrecta que en realidad todo es un suma y sigue de incorrecciones. La formación parapolicial que se crea huele a fachilla, pero ciertamente es lo que demandaba el público: ante la delincuencia, todo podía valer.

Así que la primera del comisario Betti da lo que promete el cartel y su título, un personaje que cree en su papel más allá de su profesión, él demuestra su absoluta convicción de que a la violencia se le combate con más violencia. Con pistolas, con cachiporras, metralletas o a bofetada limpia, en Roma, en los setenta, o te enfrentas así a los delincuentes o no vives para contarlo.

Y dicen que en Nápoles la cosa fue a más...