Tim's Vermeer (2013)

Trata el documental de desvelar cómo pudo pintar Vermeer unos cuadros tan correctamente encuadrados y con tanta profusión de detalles. Vermeer es un pintor enigmático, se conoce poco de su vida, tiene una escasa producción y sus cuadros están envueltos de apasionamientos y misterios. La tesis de Tim Jenison es que Vermeer es un tramposo o, dicho más sutilmente, que se valía de trucos para realizar sus pinturas. Esto no es nuevo. En la actualidad infinidad de pintores hacen uso de la fotografía para facilitar su trabajo y ya en el Renacimiento era conocida la cámara oscura y los juegos de espejos para resolver el dibujo previo de una obra; el mismo Leonardo explica estas técnicas en sus códices.

Pues bien, la contumacia de Tim -técnico de vídeo y televisión- le lleva a intentar sin muchos conocimientos de pintura y con los mismos medios que dispuso el pintor de Delft a reproducir una conocida obra de Vermeer sirviéndose de técnicas ópticas.

El documental está dirigido por Teller, un conocido mago inglés (búsquenlo en youtube: Penn & Teller). Curioso el empeño del mago en desvelar el truco de un compañero, aunque de la pintura. En todo caso, el intento es fallido porque el arte no es solo una cuestión de técnica ni mucho menos de empeño. No obstante, documental interesante para los amantes del arte.

Tratar de entenderlo todo es no haber entendido nada.

Dos magos televisivos que basan su éxito en desenmascarar a los demás, tratan de hacer lo propio con el arte. Se ajustan la manga hasta el codo, se calzan guantes y amputan donde creen que la razón les cabe. Pero el arte no entiende de explicaciones, y pintar no es sólo tocar el lienzo con mayor o menor acierto. Si Vermeer usaba técnicas para un mayor realismo es irrelevante para quien mira un cuadro, pero no para quien quiere quemarlo. Porque se trata de una destrucción, de una venganza al no poder entender lo que sucede, una pataleta de recreo.

Tratar de diseccionar a un artistas como Vermeer, como de cualquier otro, hasta el punto de reducirlo a un mero copista, como quien calcaba dibujos pegado a la ventana, es poco menos que ridiculizar el arte en sí mismo. Un cuadro transmite, fluye, comunica e incluso posee. Todo lo demás es ornamento, el dedo que mira el necio, el que piensa que detrás de todo esto hay truco porque es su única forma de entenderlo.

Es decir, que no ha entendido absolutamente nada.