La manzana (1980)

El año de producción de “La manzana” coincide con un gran duelo que se produce en la primera edición los premios Razzies entre dos musicales: “Can´t stop the music” y “Xanadú”. La verdad es que ese año iba bien nutrido con películas nominadas de distintos géneros y hubiera sido difícil meter alguna más, pero quizás las películas mencionadas eran las que más llamaban la atención, junto a “A la caza”, “La fórmula” y “Viernes 13”, posiblemente por ser de las más conocidas. Pero incluso en 2005, cuando celebran su primer cuarto de siglo de vida, organizaron una edición especial premiando el peor drama, la peor comedia y el peor musical rodados en 25 años, intentando no sólo saciar su nostalgia si no enmendar olvidos, repescando incluso a eternos nominados nunca premiados, y también volvieron a omitir el musical “La manzana”, quizás por ser casi desconocido ya que no sé si algunos de los votantes lo habría visto, y en ese supuesto caso, si habría quedado bien psicológicamente tras visionarlo para acordarse luego. Porque debo decir que para mí es uno de los experimentos antropológicos que quedan como herencia para la humanidad digno de estudio. Se ve que ese año los musicales eran propensos a tener un halo “gay”, que aunque fuera más descarado y políticamente incorrecto en “Can´t stop the music” (en su versión íntegra), “La manzana” no se queda muy atrás y, como aliciente, es más surrealista a nivel de guión que todas, que ya es. Aunque no pienso reventar nada, su final es alucinante, te deja, al menos a mí, casi en estado de shock, aunque no se sepa bien si es un homenaje al De Sica de “Milagro en Milán” o si Golan se inspira a su manera en “El séptimo sello”. Porque a todo esto, está dirigida por el también productor Menahem Golan, que tras este “viaje” discotequero y petardo decidió rodar sobre todo acción petarda y abandonar desgraciadamente sus “corrientes vanguardistas” para la Cannon, su productora. “La manzana”, rodada en unos estudios de Alemania, parece que se ha inspirado en variedad de títulos: desde el “Un, dos, tres, al escondite inglés” de Zulueta, donde también, como telón de fondo también hay un festival a lo Eurovisión, con personajes sacados de “The Rocky Horror Picture Show”, maquillajes imposibles, juegos de luces, sí o sí, que van más allá de Dario Argento o De Palma, coreografías y decorados que imitan en ciertos momentos a “Jesucristo Superstar” y así podríamos seguir… Rodada en 1980 su acción se ambienta en un futurista 1994, con atrezzos y ambientes que parecen casi prestados de “El dormilón”, de Woody Allen, pasando por copiar estilismos como el de la cantante Amii Stewart o Boney M, y todo envuelto en una estética parecida a la utilizada por el mítico grupo Ballet Zoom, conocido en televisión española por sus trabajos con el gran Valerio Lazarov en la década de los setenta. Hasta en una secuencia hay una coreografía digna del mejor “soft- porno” del momento. Su banda sonora es además es inenarrable, lo cual la convierte en más especial aún. Catherine Mary Stewart (como Bibi) y sobre todo George Gilmour (como Alphie) encabezan un delirante reparto, que si hoy día se hubiera rodado posiblemente les hubiera proporcionado a todos más trabajo. Y no me extiendo más. Creo que le salva de ser un despreciable pedazo de truño su propio bizarrismo, que alcanza momentos pocas veces visto y por ello, y por todo lo expuesto, la tengo irremediablemente que recomendar. Por ello a los más entendidos les pido disculpas, pero los fans más frikis o curiosos del género podrán descubrir un tesoro que desconocían que ya existiese. Lo tiene todo, excepto del deshonor de ser el musical más “choni”, porque, al menos para mí esa plaza la sigue teniendo la catetada de “Staying Alive, (la fiebre continúa)”, indigna secuela de “Saturday Night Fever” que traiciona el espíritu de su antecesora y que con razón resultó ser un fracaso a todos los niveles, aunque injustamente sólo obtuvo tres nominaciones a estos premios.