La playa (Redención de una mujer) (1954)

Las polillas son la gente. Y la llama es el dinero. La gente, en este caso, es la clase media-alta que veranea en una playa italiana. Y el dinero lo tiene un mafioso en torno al cual gira todo el mundo. La sociedad entera, con sus especuladores, sus maridos cornudos, sus hoteles de lujo, sus negociantes camaleónicos y sus inagotables hipocresías queda representada por la multitud de turistas que pasan sus vacaciones junto a un mar de lujo.
El cine clásico italiano tuvo la virtud de convertir en comedia el drama de la vida. Y así, en esta brillante película la triste corrupción de una pequeña masa de farsantes consigue divertirnos. Pero no se conforma con eso. También nos hace entender que la moral sólo es cuestión de apariencia y que el poder puede sentenciar como le plazca, de manera que cogidos a su brazo lo malo pasa a ser bueno y lo despreciado, apreciado.
Lattuada escribió tan bien el guión como lo dirigió. Consiguió que los personajes más abyectos resulten simpáticos y hasta encantadores; que los niños parezcan adultos y que el mafioso que resuelve el desenlace del film resulte admirable.
Martine Carol está perfecta en su papel de prostituta y madre que intenta abandonar su profesión. Y Raf Vallone da la medida de un alcalde de izquierdas que pierde la partida ante los millones. Sin embargo el mayor mérito de esta obra maestra no proclamada es su capacidad para expresar la tópica (y hoy ocultada) verdad de que sólo desde las reglas de juego de la sociedad, por injustas que sean, se logra recobrar la dignidad.