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Hoodlum Soldier (1965)

Hoodlum Soldier
103 min.
6,4
25
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Sinopsis
Narra la amistad entre un oficial y un soldado en un campo de entrenamiento en la Manchuria ocupada. (FILMAFFINITY)
Género
Drama Bélico Drama psicológico Amistad Ejército II Guerra Mundial
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Japón Japón
Título original:
Heitai yakuza (Hoodlum Soldier)
Duración
103 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
8
Diario de dos soldados renegados
Años '60, que ya han llegado al ecuador de su existencia. En Japón la sociedad está sufriendo multitud de cambios.
Gobierna el Partido Liberal Democrático con Eisaku Sato como primer ministro, quien lleva a cabo negociaciones con EE.UU., apoya la intromisión militar del país en la Guerra de Vietnam y ambiciona la superioridad armamentística nuclear.

Mientras la economía vive su resurgimiento las protestas estudiantiles cobran importancia y las ideologías anarquistas en contra de la tradición se expanden a diferentes medios; en el mundo del cine es esencial desafiar el conservadurismo del sistema. Esto lo pondrán de manifiesto los directores de la llamada Nueva Ola del cine japonés, capitaneada por Teshigahara, Imamura, Suzuki, Oshima o Masumura, quien en ese momento lleva casi una década ejerciendo y acumulando una serie de obras que destacan por su libertad de expresión y sus ideales incendiarios con respecto a la sociedad y la política.
Tras el éxito de "Manji" el nipón se propone dirigir la adaptación de "Heitai Yakuza" de Yoriyoshi Arima (autor de otra novela llevada a la gran pantalla por el director un año después: "Red Angel"), de cuyo libreto se encarga el veterano Ryuzo Kikushima, quien ya escribió para Kurosawa, Naruse y el propio Masumura. "Hoodlum Soldier" se abre con un primer plano del esqueleto de un soldado que está siendo picoteado por cuervos, su única compañía en el desolador páramo en el cual yace. Esta tétrica y memorable secuencia ya nos pone sobre aviso de los horrores de la guerra y de la repulsión que ésta le causa al cineasta.

La historia nos lleva, a través de la narración en primera persona del protagonista, Arita, a un reducto llamado Sung-ho situado en la ocupada Manchuria de la 2.ª Guerra Mundial, únicamente compuesto de algún local y una base militar donde los soldados aguardan, para su desgracia, su participación en un conflicto que se recrudece a cada día que pasa. Pero pese a ubicarse en este escenario bélico e histórico, Kikushima y el director no pretenden aleccionarnos sobre la guerra, más bien usarla como pretexto, y esto queda patente no sólo con las despectivas palabras que Arita lanza al ejército, al país y a la misma guerra, sino al presentarse como un fracasado que nunca pudo ascender de rango y quedó en simple cabo (tohei).
Este individuo (enteramente el álter-ego físico y emocional de Masumura) debe hacerse cargo de uno de los reclutas recién llegados a la base, Kisaburo, un rudo e indisciplinado que en otro tiempo fue yakuza; junto a ellos comprobaremos de primera mano el ambiente que se respira entre esas cuatro paredes, y nos lo podemos imaginar, pues la base viene a ser el perfecto reflejo del Japón de la época, cuya jerarquía y omnipotencia está ya en sus últimos estertores, donde la disciplina debe aplicarse a través del castigo físico y la humillación, donde el emperador ha de representar la imagen de la esperanza y el respeto e insuflar valentía a los pobres soldados.

Soldados sometidos al inconveniente del rango, que muchos aprovechan para hacer uso y abuso de la fuerza, y al agresivo comportamiento de los oficiales, quienes son descritos como matones, cobardes y ladrones que usan inútiles pretextos cuando la culpa cae sobre ellos y se refugian tras sus insignias de batalla y rangos. Masumura se sirve de su escrutadora cámara para arañar cual papel de lija la superficie e introducirnos entre los pliegues de un entorno asfixiante, constantemente impregnado del aroma de la violencia y la testosterona y dominado por la hipocresía, la injusticia y los más bajos instintos mientras lanza una visión mordaz y bufonesca sobre el ejército y sus oficiales (como en esa escena en la que uno de ellos da un discurso a los reclutas, acompañándolo una música propia de un espectáculo circense).
Lo único sincero, honesto y real será la unión que poco a poco se irá forjando entre Kisaburo y su "cuidador" Arita, dos hombres acostumbrados a la violencia y al dolor unidos por el hastío, la desesperanza y la pérdida de ilusión (mientras uno deseaba graduarse el otro no pudo convertirse en poeta narrador (naniwabushi) ) que se apoyan en cada momento para sobrevivir al entorno salvaje y deprimente del interior de la base, soportando con su inquebrantable promesa de amistad los golpes, las acusaciones y el horror de la guerra que afuera les aguarda.

La culpa (el asesinato accidental de un compañero), la venganza (la del soldado que se finge oficial) y el desamor (el de Otomaru, con la que se establece la semejanza entre los soldados y las prostitutas) no servirán para detenerles. La abrasiva autenticidad que exhala cada una de las imágenes filmadas por Masumura crea una cautivadora y melancólica armonía con esa atmósfera subyugada a los casi espectrales tonos negros que cubren el espacio fruto de una calculada puesta en escena y el magistral trabajo de fotografía de Setsuko Kobayashi.
Shintaro Katsu, para quien la película fue un mero vehículo (su reciente éxito en la saga "Zatoichi" era enorme), y Takahiro Tamura logran una química indiscutible y dejan entrever entre sus contraídos rostros el gran carisma que poseen..Les acompañan los buenos Kazuo Umezu, Toshiyuki Hosokawa, Yutaka Nakamura y la bella Keiko Awaji, pilar de ese tórrido triángulo amoroso entre los protagonistas. Lastrada por su denso ritmo y coronada con un impagable desenlace que es enteramente un insulto en voz alta a los valores del ejército y la tradición, el éxito de "Hoodlum Soldier" daría pie a una serie de secuelas, la mayoría realizadas por Tokuzo Tanaka, de menor calidad.

Masumura se destapa con un drama psicológico feroz y a menudo indigesto de ideales subversivos y antimilitaristas en la línea de "La Condición Humana" o "La Colina" de Lumet que trata la guerra sin mencionarla, y cuya influencia trascendería a obras como "Los Chicos de la Compañía "C" ", "La Chaqueta Metálica" o la inmediatamente posterior "Abashiri Prison", con la que estaría en competencia.
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