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El hilo blanco de la catarata (1933)

El hilo blanco de la catarata
110 min.
7,1
83
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Película completa (JAPONÉS subtitulada en ESPAÑOL/INGLÉS)
Sinopsis
Shiraito es una joven mujer independiente que se gana la vida como malabarista junto a una compañía teatral. Un día conoce a Murakoshi, un huérfano conductor de carruajes, del cual se enamora, una relación que acarreará consigo trágicas consecuencias para los dos amantes... (FILMAFFINITY)
Género
Drama Cine mudo
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Japón Japón
Título original:
Taki no shiraito (The Water Magician)
Duración
110 min.
Guion
Fotografía
Compañías
Links
8
El amor de la artista Tomo Mizushima
A inicios de los años '30 Japón sufre una evolución política que transforma las mentalidades. Los militares aliados fomentan con los nacionalistas el complot de la restauración Showa; en 1.932 es asesinado el primer ministro, sustituido por el almirante Saito, liberal que defiende la política colonial.

En este contexto nacionalista los dirigentes del régimen desconfían del cine y censuran los temas de resonancia social; Kenji Mizoguchi cuenta 34 años y teme que le prohíban trabajar por sus ideas progresistas, así que acepta un encargo del ejército, no producido por Nikkatsu sino por Irie Production, propiedad de la famosa actriz Takako Irie. Tras esta fugaz concesión al cine de propaganda decide romper con su actual compañía y firma para Irie, con la que rodará tres trabajos más. El primero es "Taki no Shiraito", adaptación de la conocida novela homónima de Kyoka Izumi.
Se trata de un celebérrimo autor y poeta hacia el que Mizoguchi afirmaba sentir profunda simpatía por el espíritu popular de rebelión que impregnaba sus obras; la novela, publicada en 1.895, había sido llevada al cine años antes (y volvería a llevarse en muchas ocasiones) por Kiyomatsu Hosoyama, y del guión se encargaría el director junto a varios colaboradores. Muchas historias de Izumi siguen un esquema fijo: la de una mujer, con frecuencia una artista, que ayuda a ascender a un hombre pobre y que más tarde se reencuentra con él convertida por los reveses del destino en un ser demacrado, víctima de sus propios sacrificios.

Y también ésta, que nos introduce en la algarabía de los espectáculos a pie de calle de Kanazawa en una era Meiji presta a finalizar; pero ninguna de las compañías causa tal sensación como la de la bella Tomo Mizushima, llamada "Taki no Shiraito" debido a la mágica función con agua que deja atónitos a los espectadores. Mizoguchi recurre al "flashback" para desentrañar el misterio de la continua alegría que invade el rostro de Tomo, quien días antes conoció a un cabezota y joven cochero llamado Kinya que acabó rompiendo la diligencia en la que viajaban ella y otros pasajeros; éstos se quedaron tirados en la carretera, pero el chico la llevó hasta la ciudad en caballo.
El encuentro se repite en el puente del río Asano, desde la amargura por parte de Kinya, despedido por su irresponsabilidad, pero desde la felicidad por parte de Tomo, quien no tarda en confesarle su profundo amor. En este sentido, y durante buena parte de la trama, nos hallamos ante un romance construido mediante puros y honestos sentimientos mientras el director, siguiendo el espíritu de Izumi y como ya es costumbre en su cine, no repara en subrayar el arrojo y la dedicación de Tomo, convertida en perfecta imagen de la mujer de la era Meiji, dispuesta a enfrentar el autosacrificio con la misma fuerza que los avatares de la vida.

Mizoguchi nos enseña que tal como hay quien necesita vivir para amar también está el que necesita amar para vivir, como le sucede a la protagonista, que gracias al amor que mantiene en la distancia con Kinya puede afrontar día a día su duro trabajo; pero también vemos cómo el cambio de estación refleja un cambio en el devenir de las cosas. La llegada del frío invierno trae consigo el hastío y la depresión general en la compañía de Tomo, cuyos integrantes sobreviven a duras penas; aun así se continúa ensalzando el sacrificio de la chica que, cual madre protectora, ayuda a todos, incluida a una joven pareja que desea escapar del maltrato del jefe de la troupe.
Un pareja con la que Tomo se identifica (en ella ve el reflejo de su ansiado deseo) y un jefe que obliga a prostituirse a la joven huida y que hace tratos con un vil usurero, personajes con los que Mizoguchi esboza su retrato de la figura masculina, presentada en su forma más cobarde, repulsiva, hipócrita, violenta y despreciable. Y es que, llegado el ecuador de la historia, que deja atrás su lado sensible y romántico mutando en un durísimo y oscuro drama, uno no puede sino sentir que se le quiebra el corazón al asistir a la pesadilla en la que se sumerge la protagonista por culpa de los despiadados procederes de los hombres que la rodean.

Lo que ayer era una mujer con una bonita sonrisa dibujada en los labios y un alma colmada de esperanza y pasión es ahora un juguete roto de rostro desencajado víctima de su amor que ha descendido a la más pura decadencia; la deslumbrante artista se convierte en sucia prostituta, el pobre vagabundo en prestigioso fiscal. Con su sacrificio la mujer ha logrado el triunfo social de un hombre, pero ella no logra nada a cambio; sea como sea, Tomo es una víctima (Mizoguchi se encarga de recalcarlo hasta la extenuación). Un cuchillo olvidado en un puente será el objeto que desencadenará una terrible sucesión de consecuencias.
El terror, la culpa, la tensión y finalmente el dolor se apoderan de la protagonista y de la atmósfera, tanto más desasosegante con la proximidad de ese descorazonador reencuentro; entre tanto el cineasta experimenta con la imagen y otros recursos (destacan sus largos planos-secuencia, sus primeros planos a los rostros, que casi acaricia con la cámara, sus suaves travellings, su uso de las elipsis para superar las tradiciones narrativas del melodrama convencional). Unos correctos Bontaro Miake, Ichiro Sugai y Kumeko Urabe secundan a la estrella de la época Tokihiko Okada y la bellísima Takako Irie, erigida heroína (o mártir) "mizoguchiana" de pleno derecho antes de la arrolladora Kinuyo Tanaka. Todos exprimidos por el carácter difícil del cineasta.

Acompañada de la sentida narración de Shunsui Matsuda, conocido como el último benshi de Japón (quien confesó que era una de sus películas favoritas), y rematada con un "shakespeariano" desenlace que hace trizas el corazón, el sombrío y desgarrador drama que es "Taki no Shiraito" consigue brillar entre los muchos trabajos que componen la primera etapa del director, aunque aún estarían por llegar otros grandes e inolvidables melodramas...
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