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Un rincón para querernos (1964)

Un rincón para querernos
83 min.
5,1
50
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Sinopsis
Una pareja de recién casados, Antonio y Vicenta, llegan a Pamplona para celebrar su luna de miel durante las fiestas de Sanfermín. Ellos esperan pasar unos días románticos y solitarios, pero encuentran una ciudad abarrotada de forasteros y no pueden encontrar ni un alojamiento donde pasar la noche. Finalmente la dueña de una pensión les prepara una cama en el vestíbulo, pero tendrán que esperar a que regresen todos los huéspedes para acostarse. (FILMAFFINITY)
Género
Drama
Dirección
Reparto
Año / País:
/ España España
Título original:
Un rincón para querernos
Duración
83 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
6
Sanfermines accidentados
El tan prolífico como a veces sorprendente Iquino rodó está agridulce comedia romántica algo esperpéntica de cuyo argumento y guión fue responsable también Rafael Azcona y que parte de una premisa algo inverosímil: una modesta pareja de recién casados decide pasar su luna de miel en Pamplona sin planificar el viaje ni reservar habitación, por lo que su estancia allí se convertirá en un infierno al no encontrar un lugar para consumar su matrimonio.

Rodada con esa planificación y puesta en escena de Iquino tan particular y naturalista en la que la cámara pocas veces se está quieta y hay más de un encuadre imposible, la mínima trama sirve de excusa para realizar una serie de apuntes del natural de la España de entonces, comenzando por el accidentado viaje en tren de la pareja y acabando con la despendolada fiesta en el vestíbulo de la pensión en que han sido acogidos.

Rodada en Pamplona durante las fiestas, de las que se incluyen varias secuencias reales, como las de los encierros, en las que los actores incluso llegan a participar realmente, se trata de un filme bastante curioso, pese a lo limitado de sus propósitos.
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6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
5
Blonda que no Blonde
El pacharán de Annuska. Toma Pamplona. Es de locos. Pinta. Las oraciones. Pato a la naranja. Huevos a la flamenca. Groseros y granujas. Asco. A la perrera. Pamplona y Constantinopla. Ninotchka. De profesión turista. Que salga el sol por donde quiera.
La dolce vita. Zorba el griego. ¿Quién puede matar a un niño? ¡Vivan los novios!
Solía decir Berlanga, intentando resumir/concentrar/vaciar tanto el sentido de sus obras como de su visión del mundo en pocas palabras, apenas una sencilla escuálida frase, compendio, antonomasia, idiosincrasia, del huevo la yema, gema, piedra rosetta, sustancia, esencia, minotauro, corazón delator, que sus películas eran o solían ser la crónica de un (morrocotudo sordo) fracaso, la historia (triste cómica, siniestra sarcástica) de personas corrientes que tratan o trataban de conseguir algo bueno o indispensable, satisfacer una necesidad básica o conseguir algún tipo de mejora innegociable, y que no podían, no había modo ni maldita sea la manera porque la sociedad se lo impedía siempre, se reconoce el nacimiento de un (no) genio cuando todos los (sí) necios de su alrededor se conjuran contra él.
Bueno, pues esta es una película de Berlanga dirigida por Iquino (algo, me temo, se nota) y..., claro, ahí sí, escrita por Azcona (el rayo y el trueno de toda tormenta, alfa y omega, donde se cruzan los caminos) me sacas de una duda torera qué gran zozobra (Ferreri ahí andaba en/tras la sombra que cobija).
Resumimos: que quieren follar a todo dar para variar y no les da/dejan (el deán y toda la tropa). Como le pasaba a Manfredi en El verdugo que para follar tenía que (literalmente) matar (lo de casarse era en este caso lo de menos, crimen menor, todo venía rodado, bola de nieve y avalancha, fuerza mayor). El sexo como impedimento imposibilidad. El (posible) disfrute como tormento, los europeos. La gente como (puto) infierno. La fiesta como horror.
La primera media hora es muy mala y se te caen los palos del sombrajo al comprobar/maldecir que muchos actores están doblados (por ahí aparece hasta el bueno de Luis Cuenca que treinta años después, por ejemplo, saldría en aquella de David Trueba, La buena vida), la película, en ese aspecto derrotero, va de menos a más en un continuo in crescendo narrativo que estalla argumental metafóricamente en la escena del encierro, la pena es ese epílogo (tan) flojo memo.
Los actores principales son pobres poca cosa y hay algunos diálogos de besugo, pero eso, además de que rezuma mala leche vitriolo enmascarados en la tontería más supina, que crece sin parar hasta ese casero fiestero aquelarre final felliniano y el colofón torero.
Visión de las cosas que están muy negras, que todo es una jodienda, problemas, un quilombo, una puta mierda, un disparate y un sufrimiento, la estupidez y la mala educación (los personajes carpetovetónicos del tren o la familia con el niño tocapelotas lo muestran de sobra, escenas muy berlanguianas entrambas ellas) y la impertinencia y el bullicio/jaleo cretino y la miseria (moral económica), con furia majadera, asolan.
El amor (y el sexo, ¿hay diferencia?, ya lo dijimos) tiene que huir del mundanal ruido, entre la gente o el personal no tiene cabida ni alguno lugar, para lograr/encontrar sus sitio/sino/nido, alejarse de la civilización para que se consume.
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5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
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