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Las joyas del diablo (1969)

Sinopsis
Una serie de misteriosos robos de joyas están ocurriendo en muchos museos de Europa. Todas las joyas robadas pertenecían a la colección de la desaparecida Orden del Águila de Oro, con muchas de las cuales se va a celebrar una exposición en Toledo. La Interpol monta guardia y, pese a sus precauciones, se produce un nuevo robo. La investigación conduce hasta el Duque, un personaje que, en pleno siglo XX, quiere hacer revivir la extinguida Orden. (FILMAFFINITY)
Género
Intriga Crimen Policíaco
Dirección
Reparto
Año / País:
/ España España
Título original:
Las joyas del diablo
Duración
84 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Coproducción España-Canadá-Túnez;
1
El rayo verde
Solo con el título, el reparto, y ya si se ven la fotografía y los caretos ni les cuento, y otros adornos y finuras te puedes hace una idea cabal del calibre del engendro verbenero, asaeteado, del mismo averno, con el que ahora nos topamos de hecho. Es como esa parte de la realidad, oscura y muy lumpen, los ultra bajos fondos, que sabemos que existe y que solo unos pocos valientes nos atrevemos a frecuentar, los demás, tan timoratos, devorados por el miedo como conejos, se alejan por temor al contagio. Pues con esta cosa igual, es arrimarse y sentir el abismo, la tierra que se te abre ante tus pies, hermana lejana del soft porn, por decir algo y que suene medio raro y enterado, o cuñada de ese cine de las últimas letras del abecedario, no sé yo muy bien si W, X, Y o Z más concretamente.
Dejo de dar vueltas que nos marean, espantosa en sus pulsos, de manera acojonante y supersónica. Muy cochambrosa. Bochorno y flagelación, como un peluquín, esa mala mofeta en la testa, o una sobredosis de solárium guarro, algo así, pero, sin duda, mucho peor.
Y lo bueno es que esa es toda su gracia y salero; esta sí, esta cumple con el adagio a rajatabla, es de esas, de las que llegados a un punto, a un extremo tan alejado del centro que este se curva y toca con su reverso u opuesto, se da la vuelta a la tortilla, con el de la bondad, el de la ternura, la campechanía y la amabilidad. Así es y así fue, para qué más, para comérsela a besos y hacerle firme proposición de matrimonio, con las arras de boda, hincado de rodillas y la cerviz agachada.
La lista de la compra sería algo tal que así: duque toledano, joyas de incalculable valor, cacos sacados, comprados en alguna oferta de dos por uno y le regalo este de paso que tampoco pinta mal, de alguna obra cumbre de Bud Spencer y Terence Hill (probablemente de "...y si no, nos enfadamos"), reparto internacional y cantarín, muy cosmopolita y viajado y políglota, cámaras paralizantes, lecciones de historia de la buena, la Interpol, mamporros a gogó, periodistas, arte, cante jondo...
Y lo mejor lo reservo para el final: o los amores que te rompen del impagable protagonista con una rubia y otra morena, castos y sugerentes, coqueteadores y muy candorosos.
Y, claro, la jefa de todo esto, la reina, qué mujerío y qué arte, qué hembra, la Morucha nada menos, Ana María Mascareña Benedicto y todos a callar, me quito el sombrero, que me aspen, mil vivas por sus zapateados, caderío, pelazo, baño playero y devaneos por castillos y otros establecimientos la mar de señeros, cuánta picardía y sabiduría, ay que me la como y nada me dejo.
Definición canónica: thriller retrofuturista de aventuras juveniles con un trajín y remoloneo que cansa mientras te va matando, lentamente, con su canción, cubriendo con una fina capa de ignominia virginal y crapulosa, como lluvia tenue, sirimiri, surimi, a dios pongo por testigo.
Basta.
Hala.
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2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
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