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Dragonball Evolution

Ciencia ficción. Fantástico. Acción Cuenta la épica aventura de un joven que descubre su destino: salvar al mundo de las fuerzas malvadas. Como regalo de su dieciocho cumpleaños el revoltoso Goku recibe una misteriosa Bola de Dragón. Sólo existen seis más y se dice que al unir las siete cualquier deseo puede ser concedido a quien las posee. (FILMAFFINITY)
Diez años no son nada
Ocurrió hace una década. Los cines de todo el mundo estrenaron la primera adaptación (oficial) en imagen real de uno de los mangas y animes más aclamados de todos los tiempos. 'Dragonball Evolution' venía avalada por el propio Akira Toriyama, creador de Dragon Ball, quien además producía la cinta junto al por aquel entonces respetado Stephen Chow, responsable del hilarante film de culto 'Shaolin Soccer'. Con Chow Yun-Fat en el reparto, rodeado de actores jóvenes que prometían comerse el mundo en un éxito comercial, al menos sobre el papel, sin precedentes. Y tras las cámaras un director tan dotado como James Wong, que había conquistado la taquilla con su saga 'Destino Final'. Todo parecía apuntar en la misma dirección: a ser una de las películas más importantes de la década. Un evento. Lo fue, claro. Y aquí estamos en 2019, repasándola en su décimo aniversario.



El paso del tiempo no ha hecho más que evidenciar la importancia de una película como 'Dragonball Evolution'. En su estreno fue vista como una explotación sin tapujos de un material de oro, convertido en 80 minutos de estiércol cinematográfico no ya en calidad de adaptación, pues no hay por dónde cogerla, sino en global. Hoy, es una obra maestra de la incompetencia audiovisual. El Batman de Christopher Nolan no existiría de no ser porque obras como 'Catwoman' (Pitof, 2004) marcaron el camino a evitar. Y 'Dragonball Evolution' hizo lo propio con las adaptaciones japonesas perpetradas por estudios americanos.

No deja de resultar curioso no obstante el enfoque de la película. 'Speed Racer' de las hermanas Wachowski se había estrenado sólo un año antes y había demostrado que los códigos del manganime podían trasladarse a la pantalla a través de enfáticos recursos de estilo, consiguiendo cierto rigor estético incluso más allá de lo verdaderamente cuestionable y que funciona en un sentido universal: que su guión era mediocre y las interpretaciones, en el mejor de los casos, irritantes. Pero 'Dragonball Evolution' recuperaba los códigos de los live action de mediados de los 90 sin entender por qué aquellos habían fracaso y en el proceso potenciaba sus errores. Sirve recordar 'Street Fighter' con Van Damme o 'Batman y Robin', casos paradigmáticos y representativos de una época, como ejemplo.



'Evolution' trató de seguir la misma senda apostando por una presentación muy básica de los conceptos básicos, apelotonando nombres que al espectador que conoce el material original le sonarán, pero no al neófito, a alguien que sólo quiere ver una película. Y partiendo de la base de que no funcionan en ninguno de los dos casos, porque a nivel de adaptación estamos ante uno de los casos más lamentables que se han dado en toda la historia del cine, quedaría la esperanza de que al menos los personajes estuvieran bien escritos o suficientemente desarrollados como para que le importen a alguien. No es el caso. No es ninguna sorpresa que el guionista del film, Ben Ramsey, no haya vuelto a trabajar en ningún otro largometraje.

Mucho ha llovido desde el estreno de 'Dragonball Evolution'. Lo que pudo haber sido un evento cinematográfico acabó siéndolo, cierto, pero por los motivos equivocados. Hoy, es uno de los ejemplos más flagrantes de cómo tratar sin respeto un buen material. Se podría intentar justificar su fracaso, no sólo artístico sino también comercial (costó unos 30 millones de dólares y recaudó poco más de 57) y culpatibilizar a un público que no supo entender la apuesta de James Wong, de acercar y actualizar este material a las sensibilidades millennial. Por ejemplo Goku, personaje basado en el legendario mito chino de Wukong, era aquí un adolescente con problemas para socializar en el instituto; o Bulma, una cazarrecompensas -pistola en mano-, tenía un mechón de pelo azul para hacer que el espectador entendiera algo de lo que estaba ocurriendo. Pero sería tratar de justificar lo injustificable.



'Dragonball Evolution' se estrenó en 2009. El año de 'Avatar'. Las dos fueron un hito en lo suyo, claro: Cameron logró uno de los mayores éxitos del cine comercial y revolucionó el formato 3D. A su lado no es que el film de James Wong se sienta antiguo, obsoleto, o incluso barato, cutre. Que también. Es que el Superman de Richard Donner, estrenado en 1978, da la impresión de ser más moderno y relevante.

Pero las cosas como son. Al César lo que es del César: Puede que 'Dragonball Evolution' no fuera una gran adaptación del material de Toriyama y que sus promesas (o amenazas) de secuela nunca llegasen a verse cumplidas, pero queda como uno de los hitos del cine moderno que fue capaz de establecer una hoja de ruta sobre qué no hacer. A menos que seas Netflix, en cuyo caso todo vale para engordar catálogo con vulgaridades como 'Death Note', claro.

En resumen: perdimos una gran adaptación de 'Dragon Ball' pero ganamos una de las peores películas jamás creadas. Entre ser olvidada y pasar a la historia, eligió lo segundo. Hoy, diez años más tarde, se lo agradecemos. Por lo que nos dio, sin darnos nada en realidad.

Escrita por Pablo González Taboada (FilmAffinity)
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