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Estafadoras de Wall Street

Drama. Comedia Inspirado en el artículo viral de la revista New York Magazine, Hustlers sigue a un equipo de ex empleados de clubes de striptease que se unen para cambiar las tornas de sus clientes de Wall Street.
Ventajas de ponerse arriba
Esta película, como muchas otras, está inspirada en una historia real, y como suele pasar en estas ocasiones, cuesta creer lo que nos cuenta. La ficción se empeña de nuevo en superar una realidad cuyo hedor, por otra parte, tampoco deja lugar a dudas. Dicho de otra manera, se nos pide cierta auto-inhibición del sentimiento de incredulidad... mientras se permite que lleguen a nosotros olores que nos son muy identificables. Para ejemplo, el de una panda de desgraciados que al salir del trabajo, deciden quemar cantidades grotescas de dinero (un mínimo porcentaje de lo que han amasado a lo largo de una sola jornada laboral) en un club nocturno.

En un tugurio cuyas apariencias de alto-standing intentan maquillar, de forma muy grosera, el desafío a la decencia humana que implica su propia existencia. Las luces, la música pinchada por el DJ y las estructuras que componen su interior, no son más que un conjunto de cosas (no se pueden definir de otra manera) diseñadas para hacer creer, a la gente más vulgar del planeta, que se encuentran en un lugar distinguido... y que todos ellos, por aquello de rematar la jugad,a son igualmente distinguidísimos. Por supuesto, y una vez más, se trata todo de una ficción que debe tapar (es un decir) las vergüenzas de unas y las miserias de los ortos.



Total, que el titular del caso real nos habla de una banda formada por bailarinas de striptease, hermanadas todas ellas en la voluntad de exprimir, al máximo, a los cerdos que en un principio las exprimían a ellas. Un propósito que está por ver si se excusa en el hambre insaciable de la avaricia o si, por el contrario, se legitima en la venganza justiciera de una guerra de los sexos en la que actualmente (y ya iba tocando) parece que se están invirtiendo las tornas. La nueva película dirigida y co-escrita por Lorene Scafaria abre con una canción de fondo cuya letra repite, una y otra vez, la palabra “control”.

Y esto mismo luce la doble labor de esta polifacética artista, consciente de los dos extremos entre los que pueden moverse las interpretaciones de los actos de sus protagonistas. A lo largo de las casi dos horas de metraje, el film no escatima esfuerzos (a lo mejor sí creatividad) en un despliegue sostenido de recursos estéticos y narrativos que conquistan el incómodo (y por esto reseñable) logro de la ambigüedad. El repaso de los hechos, ágilmente hilvanado a través de un relato en forma de entrevista, dota a la crónica de una nitidez que no deja lugar para las dudas (morales)... pero que aun así, aboga claramente por no ocultar la filia romántica con la que Scafaria retrata a sus chicas.



El carisma fuera de la ley se refuerza con un gusto videoclipero apoyado, por si aún quedaban dudas, en una lista de reproducción de temas pop muy reveladores, tanto en sus ritmos y acordes joviales, como en unas líricas erigidas en sendos monumentos gaseosos al empoderamiento femenino. Esto es ‘Estafadoras de Wall Street’, una celebración superficial pero efectiva de la sororidad como respuesta lícita (por astuta, por digna, por contundente) a unas reglas del juego que nos condenaban a la más injusta de las desigualdades. Hablamos de las diferencias entre -asquerosamente- ricos y pobres, o si se prefiere, entre hombres y mujeres.

Travellings hacia dentro y hacia fuera, barridos de cámara rápidos y precisos, canciones para marcar el ritmo y el tono, y para situarnos en el tiempo y en los ambientes... La fórmula de Martin Scorsese para el relato criminal está más viva que nunca (por si Craig Gillespie, por poner solo un lustroso caso, no lo había dejado claro con ‘Yo, Tonya’), solo que ahora es manejada con la voz de, por ejemplo, Lorde. La cantante neozelandesa parece dar la bienvenida a la nueva realeza del -decadente- imperio de Occidente, surgida esta de las cenizas de unos “maestros del universo” ahogados en sus propios excesos; condenados por el desprecio con el que trataban a sus supuestos inferiores. Puro karma, se mire como se mire.



Lo que pasa, ya con la sangre fría (y de hecho, ahí está el verdadero interés de la propuesta), es que sabemos (o vemos, o recordamos) que el Mal no fue obliterado por aquella crisis financiera de 2008, sino que de alguna manera sobrevivió, transmitiendo algunos de sus tics más identificativos a todas aquellas dispuestas a tomar el relevo. En este punto es cuando ‘Estafadoras de Wall Street’ tiene más argumentos para, tal y como deseábamos algunos, reivindicarse como respuesta sólida (y desde el otro sexo) al ‘Magic Mike’ de Steven Soderbergh. Afortunadamente, el parecido razonable va más allá de los bailes insinuantes encima del escenario.

La tentación de la carne, correspondida con lluvias doradas (o sea, a base de billetes verdes), es vista como una invitación a poner precio a la gente; a devaluarla y a revalorizarla, dependiendo del momento. Las caprichosas fluctuaciones del mercado parece, eso sí, que puedan domarse con instinto pícaro... quien sabe si también con calor humano. Al final de este estiloso y desde luego divertido ejercicio, cala la visión (muy femenina) que Lorene Scafaria tiene de los lazos de amistad (incluso de los familiares) en un sistema y unos tiempos muy alérgicos a cualquier activo intangible, pero que al menos, como decía, ya no se cierran a aceptar modos y formas antes menospreciadas. En este sentido, aunque las conclusiones no sean especialmente alentadoras, siempre queda el consuelo de que ahora, lo importante es la química irresistible entre Constance Wu y una Jennifer Lopez entonadísima, más a gusto que nunca en la gran pantalla. Ya es algo.
Escrita por Víctor Esquirol (FilmAffinity)
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