Lux Æterna

Gaspar Noé en busca de esa alegría -cruel- que solo puede proporcionar un buen ataque de epilepsia. El estrés inherente en cualquier rodaje es aquí la excusa cinematográfica (¿y cinéfila?) para darnos a nosotros, masoquistas sin remedio, ese bombardeo sensorial que tanto le pedimos al enfant terrible. Él, por supuesto, encantado de liberar esa furia que lleve al límite del colapso a nuestros ojos, orejas y corazón.