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La espía roja

Drama. Romance Joan Stanley (Judi Dench) es una encantadora anciana que jamás ha levantado ningún tipo de sospecha… hasta que una mañana del año 2000 agentes del MI5 la detienen, acusada de proporcionar información a la Rusia comunista. Ha salido a la luz uno de mayores casos de espionaje del KGB y Joan es una de las sospechosas. Durante el interrogatorio Joan vuelve a recordar el año 1938, cuando estudiaba Física en Cambridge y se enamoró de un joven ... [+]
La espía que nos amó
Melita Stedman Norwood nació el 25 de marzo de 1912, en la localidad inglesa de Bournemouth, y murió el 2 de junio de 2005 en Wolverhampton. Seis años antes de despedirse, se despertó por una serie de ruidos inusuales en el patio de enfrente de su casa. Alarmada, salió a ver qué pasaba, y descubrió, horrorizada, que una horda de periodistas estaba sitiando su hogar. Al parecer, durante los últimos meses, las autoridades gubernamentales habían llevado a cabo una investigación que terminó con el descubrimiento del secreto mejor guardado de su vida.

Mientras ella dormía, la revelación se había hecho viral, y claro, todo el mundo pedía explicaciones. En aquel entonces, la mujer vivía en Bexleyheath, donde la comunidad de vecinos la tenía como poco más que una entrañable, inofensiva e intrascendente anciana. Ni se imaginaban que, en realidad, convivían, puerta con puerta, con una de las espías más importantes de la historia. La nueva película de Trevor Nunn es la enésima producción de prestigio británica justificada, bastante dignamente, desde su ficha artística, y desde los títulos explicativos que lucen nada más empezar la proyección.



Primero, el póster promocional nos promete un cara a cara de altura, en el que un valor de la industria plenamente consolidado se complementa con otro al alza. En un lado tenemos a la incontestable Judi Dench; en el otro a la pujante Sophie Cookson. Dos caras de una misma moneda, contemplada ésta a lo largo de dos distintos períodos históricos. Así, presente y pasado se van trenzando continuamente durante poco más de hora y media, para una competente transición de la realidad (o si se prefiere, la verdad) a la ficción cinematográfica.

La película, efectivamente, está muy basada en hechos reales, pero en ningún momento se priva de los placeres que solo pueden hallarse en las ensoñaciones fílmicas. Para entendernos, tenemos a Joan Stanley, confeso alter ego de Melita Norwood, que debe servirnos primero para entender los entresijos geo-políticos que moldearon el mundo durante la Guerra Fría... y después para regalarnos la vista con los típicos encantos del cine de época bien producido.



La convulsión de la Segunda Guerra Mundial y las posteriores tensiones entre el bloque occidental y el soviético son contempladas desde las privilegiadas y desde luego agradables alturas de las torres de marfil más lustrosas del mundo. En Cambridge, la joven Joan contraviene las convenciones sociales, y empieza a sobresalir como científica. Sus brillantes aptitudes académicas la adentrarán, poco a poco, en los círculos más selectos, justo donde se decide (y diseña) el futuro de todo el planeta. De repente, entra en juego la confección de la bomba atómica, el arma más mortífera jamás construida... a lo mejor, la clave para terminar con todos los conflictos.

Pero claro, la obtención de tan peligroso Grial debe producirse a través del pago de un precio muy alto. Trevor Nunn habla no solo de esfuerzos intelectuales titánicos, sino más bien de trifulcas románticas. Mientras Joan va desgranando los secretos de los átomos, su corazón se debate entre dos amores irreconciliables. Uno es un apasionado político comunista; el otro es un implacable hombre de ciencia, empecinado en asegurar la hegemonía de su querida nación. El primero la llama “mi pequeña camarada” (tal cual); el segundo defiende, tímidamente, las causas feministas.



Y ya tenemos dispuestos todos los ingredientes de este thriller amoroso de sobremesa. ‘La espía roja’ parte de un punto de vista íntimo, y a la que éste se va desnudando, entendemos lo afectado que está (y que ha estado siempre) por los avatares colectivos. Analizada fríamente, la labor de Trevor Nunn como director es más que correcta en la manera de relacionar los asuntos de cama con los de Estado. La política pasa a flirteo, y la clase de Historia se convierte en un juego de corazones rotos y robados, para mayor gozo del espectador fisgón... pero también para el que busca lecturas más ambiciosas. En este caso, desnudar las tensiones entre la necesidad personal y el interés general.

El problema es que el producto se consume en caliente, y en este estado, parece priorizar los sabores menos estimulantes. La ambientación detallista, la partitura amodorrada y los giros de guion contundentes (pero mal cocinados) toman la iniciativa en un conjunto donde acaban primando las apariencias más formularias. En ‘La espía roja’, todo está en su sitio, y nada parece tener la más mínima intención de doler. Es el clásico masaje a un target al que se presupone con pocas ganas de enfrentarse a la verdad. La burbuja cinematográfica tiene esto: puede reflejar la realidad, pero es burbuja, al fin y al cabo. Una invención recargada y cursi, pero porque así le pedimos que sea. La espía a nuestro servicio: Judi Dench, al menos, no miente. Esto nunca.
Escrita por Víctor Esquirol (FilmAffinity)
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