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Perros de presa

Drama. Terror Un grupo de niños liberados de un campo de concentración nazi tienen que afrontar el hambre y la sed y lidiar con unos perros agresivos en una mansión abandonada en el bosque. (FILMAFFINITY)
El peso de la maldad
En 1945, la guerra ya ha terminado, pero la paz definitiva aún queda lejos, entre confusión, escaramuzas y caos… En ese entorno, un grupo de adolescentes se erige en protagonista de la segunda película del polaco Adrian Panek. Tras ser liberados por soldados soviéticos del campo de concentración de Gross-Rosen, en el sur de Polonia, los chavales recalan en una gran mansión abandonada, en el corazón de un tenebroso bosque. Para ellos, la pesadilla no ha terminado, porque se verán acosados por la falta de alimentos y por una manada de perros llegada del campo nazi, enloquecida de hambre, que merodea por el lugar.

La peripecia de estos muchachos sirve a Adrian Panek para elaborar una película lindante con el género de terror, pero que también se muestra preocupada por plantear preguntas y reflexiones. En realidad, el desconcierto que rodea a los jóvenes es fruto tanto del exterior como de ellos mismos, acostumbrados a vivir entre la violencia y el miedo (aún visten sus ropas del campo, aún son prisioneros por mucho que hayan abandonado sus alambradas), pequeñas bestias incapaces de pensar en nada que no sea su instinto de supervivencia. Habrán de aprender que existe el bien, deberán aplicarse en sus relaciones personales y grupales...



Todo ello acontece en un contexto hostil (en el que, como en "El señor de las moscas", los adultos están ausentes) que no es sino el reflejo de la malignidad que les han obligado a llevar consigo, como una inmensa mochila de la que no es sencillo desembarazarse. Y es que, en una suerte de anverso del "buen salvaje" de Rousseau, los protagonistas de "Perros de presa" son bárbaros que no tienen nada de bueno, fruto de la maldad y la ignominia de sus mayores.

La película, sí, se acerca al género de terror, aunque se trate de un horror real, humano, el horror de la sinrazón y la violencia (resulta espeluznante el momento en el que, sin darle mayor importancia, uno de los muchachos hace gala de jerarquía porque el número que tiene tatuado por los nazis en su brazo es anterior al de otro joven). Pero Panek lo potencia con una puesta en escena que insiste en los ambientes malsanos y en las imágenes perturbadoras, a lo que no son ajenas las numerosas salas y los pasillos de la mansión, que forman un laberinto casi aterrador. "Estamos en Polonia, pero sólo hay rusos hambrientos y alemanes alcoholizados por todas partes", asegura el líder de los muchachos. Como se ve, el espanto vive tanto dentro como fuera de ellos.



Es una obra arisca, antipática, la de Panek, pero lo es a conciencia, porque su intención está muy lejos de la contemporización. El autor quiere situar al espectador en un terreno resbaladizo, que le obliga a enfrentarse con responsabilidades sociales que a todos atañen. De ahí que "Perros de presa" derive más hacia el drama naturalista que hacia la metáfora o la fabula. Las imágenes de Panek, son duras, agresivas, y obligan, en cierto modo, a tomar partido (más aún cuando se vierta en la trama la noticia de que uno de los chavales podría haber descubierto unas palabras en alemán que le permitirían controlar a los perros, es decir, que le permitirían tomar el poder. Y, por tanto, reproducir los patrones aprendidos de mando y sumisión).

De tal modo que "Perros de presa", amparada por una puesta en escena tan calculada como efectiva, que deposita en los movimientos de cámara su mayor significación dramática, lanza un discurso acusador: la ignominia crea monstruos y el mundo adulto lleva consigo el peso de los niños que ha creado con su comportamiento y su ejemplo. Más aún, estos niños que abandonan un campo de concentración nazi en el que han convivido con la barbarie, quizá solo puedan zafarse de la inmoralidad que los rodea regresando al primitivismo, librando una batalla salvaje, utilizando, al fin, los mismos métodos que les han sido inculcados.
Escrita por Miguel Ángel Palomo (FilmAffinity)
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