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Los Japón

Comedia En 1614 una expedición japonesa encabezada por el nieto del emperador desembarcó en el pueblo sevillano de Coria del Río, y el heredero al trono se enamoró de una bella sevillana, formó una familia y nunca regresó a Japón. 400 años después, el Emperador Satohito muere y el heredero legítimo resulta ser Paco Japón, vecino de 37 años de Coria del Río. La vida de Paco y de su familia cambiará drásticamente al verse de la noche a la mañana ... [+]
La gran familia hispano-nipona
Cada verano se produce el mismo ritual; esa ceremonia que al principio emociona y después, ya con la sangre un poco más fría, por lo menos incomoda. A mediados de agosto, los embajadores y cónsules de todo el planeta (especialmente los del Lejano Oriente) contienen la respiración durante unas horas, confiando en que cuando por fin suelten el oxígeno de sus pulmones, el mundo siga estando ahí. Dicho suspense, insoportable para todo aquel que albergue un mínimo aprecio por cualquier forma de vida, se debe a los homenajes que las autoridades gubernamentales japonesas dedican a sus caídos en la Segunda Guerra Mundial.

A la celebración de los nuevos aires pacifistas en un país que, no obstante (y ahí viene lo peliagudo), sigue reverenciando y colmando de honores a criminales de guerra. Unos cantan a la armonía entre pueblos antaño rivales; otros claman a los sangrientos dioses de la venganza. Y así cada año, para reafirmar la condición de polvorín (más o menos latente) que ostenta esta región. Como tal, da la sensación de que un inmenso fuego vaya a arrasarla en cualquier momento... y que solo una pequeña chispa sea necesaria para que prenda la pira.



Ahí entramos nosotros, cómo no. Y arriba nuestro orgullo nacional, porque ningún otro pueblo conocido es capaz de colapsar economías y sistemas políticos extranjeros con la rapidez y eficacia con la que lo hace el nuestro. Para prueba, la nueva película de Álvaro Díaz Lorenzo, digna sucesora de ‘La leyenda del samurái (47 Ronin)’, aquel desastre dirigido por Carl Erik Rinsch y protagonizado por Keanu Reeves, al que un cafre (o sea, un genio) definió como “la peor catástrofe que sufrió Japón desde Fukushima”. Por ahí andan, precisamente, ‘Los Japón’, comedia popular (por así llamarla) en la que la línea dinástica del imperio del sol naciente depende ni más ni más que de Dani Rovira.

Sería la causa de un -gravísimo- incidente diplomático... si le importara a alguien. Es decir, si fuera realmente ofensivo, o si por lo menos fuera mínimamente inteligente. Pero no. En fin, que lo que propone esta ficción es una improbable carambola a partir de un hecho histórico que, en defensa de la película, podría aparentar el mismo grado de improbabilidad. A saber, en tiempos de Felipe III, una expedición nipona llegó a desembarcar en costas andaluzas, y estableció contacto con la gente de ahí. De tan feliz encuentro surgió esta ahora tan celebrada hermandad entre pueblos... y a la larga, dos hitos del mundo globalizado.



Primero, el mítico árbitro de fútbol José Japón Sevilla; segundo, el mencionado Dani Rovira, ese glotón insaciable, ajeno a las fronteras, y cuyo objetivo parece ser adueñarse de toda la oferta cinematográfica española. El caso es que su personaje en ‘Los Japón’ es ni más ni menos que el legítimo heredero del “imperio milenario” asiático. Tal cual. Por una serie de caprichos en un árbol genealógico retorcidísimo, que poco o nada se preocupa por las teóricas imposibilidades de un mundo cambiante. A saber, el protagonista de la función es sindicalista, republicano y ateo... y vive eternamente peleado con los patrones (japoneses, por supuesto) de la fábrica en la que trabaja.

Tenemos pues una serie de circunstancias que forman una amalgama de referencias cinéfilas ideal para acabarnos de situar. Primero, ‘Pisa a fondo’, de Ron Howard, en la que Michael Keaton mediaba entre dos frentes en la compra nipona de una factoría yankee de coches. Segundo, ‘Rafi, un rey de peso’, de David S. Ward, en la que John Goodman, un grosero pianista de Las Vegas, se enteraba de que era el primer sucesor en la línea dinástica de la corona británica. Aquí, el acento andaluz de los protagonistas se usa para tapar la evidencia más dolorosa: que estamos ante el clásico “más-de-lo-mismo”. El agravante, para que conste en acta, es que las principales fuentes de inspiración rondan los treinta años desde su estreno.



Como si el humor no hubiera cambiado una pizca desde entonces. ‘Los Japón’ es una metralleta de gags a vueltas con los roces y posibles cariños alimentados por unas barreras culturales que no son tan insalvables como podría parecer en un principio. Chistes sobre micro-habitaciones de hotel, chistes sobre urinarios que parecen fuentes hidro-musicales, chistes sobre las dificultades de comer con palillos. Aquellos Simpson en franca decadencia ya visitaron, hará ya dos décadas, todos estos lugares comunes. Nuestra aportación a este tópico recorrido etnográfico con forma de sitcom se limita, como ya he dicho, a las supuestamente graciosas materias de dicción: por supuesto, no falta el empresario que pierde toda su aura cuando el nuevo emperador se da cuenta de que la pronunciación de su nombre le hace pensar en los genitales femeninos.

Y así: la peña Finidi como culmen del cosmopolitismo; Takashi Inui como único vínculo comprensible entre occidente y oriente. Noventa minutos de auto-complaciente celebración de un catetismo que acaba perdiendo el norte cuando se decide a dar lecciones culturales. En este sentido, sorprende y preocupa que una Kim Bassinger en plena borrachera (inducida ésta por Bruce Willis) consiguiera una revolución feminista con mucho más fundamento (de ‘Cita a ciegas’ hablo, film de Blake Edwards de 1987) que la que María León, con una conciencia de género teóricamente más desarrollada, pretende levantar en el corazón político-religioso de Tokio. Es el conformismo y conservadurismo del imperio de la familia tradicional, vestido de una irreverencia que solo logra perturbar los espíritus de Luis García Berlanga y José Isbert. El incidente diplomático al final se quedó en casa.
Escrita por Víctor Esquirol (FilmAffinity)
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