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El joven Ahmed

Drama En la Bélgica actual, el destino del joven Ahmed, de apenas 13 años, se ha quedado atrapado entre los ideales de pureza del que le habla su imán y las pasiones de la vida. (FILMAFFINITY)
Integrismo islámico juvenil
Otra película de los hermanos Dardenne. A quien conozca a fondo su obra, no es necesario decirle más, porque las obras de los cineastas belgas asumen una coherencia temática y estilística tal, que las imágenes de muchas de ellas podrían ser intercambiables. También sus honduras narrativas y sus intenciones últimas, que siempre son las de proporcionar un espejo que refleje, desde la pantalla, la miseria de la sociedad que nos rodea. Llegar desde lo particular a lo general y conseguir, a partir del minimalismo expresivo, la mayor carga dramática, son los objetivos primordiales de estos hermanos que llevan más de tres décadas entregando películas inconformistas, veraces y combativas.

Desde que su tercera obra, "La promesa", se hiciera con la Espiga de Oro en la Seminci, las propuestas de los Dardenne llegaron al Festival de Cannes para convertirse en estrellas (ese certamen que, según muchos aseguran aún, solo premia películas sesudas y aburridas; quizá olvidan los galardones a "La misión", "Corazón salvaje", "Pulp Fiction", "El pianista"…). Las películas de los Dardenne acumulan dos Palmas de Oro, un Gran Premio del Jurado, un premio al mejor guion y dos galardones de interpretación. Y todas ellas lo han logrado sin dejar de lado los postulados con los que comenzaron a rodar en un ya lejanísimo 1987.



No será "El joven Ahmed" el filme que les haga apartarse un ápice de su estilo. Si la esencia más pura va en frasco pequeño, nadie mejor que estos autores belgas para comprimir en un pequeño relato, de insólita sencillez formal, un asunto de tanta enjundia como el del integrismo islámico. La película se acerca a un joven que podría ser el arquetipo que representase a otros tantos miles. Un adolescente que vive en la radicalización religiosa. Belga y musulmán, Ahmed tiene inoculado el virus del odio. Su imán se ha encargado de ello. Y siente la llamada divina para matar a su “impura” profesora de árabe. "Un musulmán de verdad no le da la mano a una mujer", asegura Ahmed en su primer contacto con la maestra, que se convertirá en su objetivo mientras esta intenta desesperadamente imbuirle la realidad de una Bélgica multirracial.

Y los Dardenne se preguntan (y nos preguntan): ¿qué hacemos ahora, qué hacemos con Ahmed, cómo se ha de tratar el fundamentalismo juvenil? Porque Ahmed es responsabilidad de todos. Es un ciudadano europeo que vive en un entorno familiar instalado por completo en la naturalidad democrática. De modo que "El joven Ahmed" hurgará en la llaga abierta de un sistema desorientado que aún está buscando respuestas. Los cineastas también las buscan y nosotros, espectadores, deberemos acompañarlos.



Con un meticuloso rigor dramático envuelto en una puesta en escena de asombrosa desnudez, de pasmosa simplicidad, la película llega casi a una descripción del absurdo, a un dibujo inclemente de la impotencia del sistema. A un retrato feroz de una sociedad que puede crear monstruos para, más tarde, lavarse las manos ante ellos desentendiéndose del conflicto, de la misma forma que Ahmed se lava las suyas obsesivamente purificar su cuerpo, en su ofuscador apego al Islam.

Ahmed es un muchacho vacío, fotografiado con la mirada naturalista de unos directores que creen en la capacidad combativa del cine. Y que creen que, para que ello tenga valor, debe partir de unas imágenes despojadas de todo artificio. A ello se entregan en esta película trágica y desolada, que lanza más preguntas que soluciones y que señala con saña a los generadores de intransigencias, a los impulsores de violencias, a los promotores de crueldades. Señala, en fin, a quienes aciertan a crear el odio en el interior de un adolescente que, como todos los jóvenes, busca saber quién es. Pero tampoco se libran del dedo acusador ni los biempensantes ni los condescendientes. Y tampoco nosotros, espectadores, quienes, querámoslo o no, formamos parte del tejido social en el que anidan los fanatismos y las intolerancias.
Escrita por Miguel Ángel Palomo (FilmAffinity)
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