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Madre

Drama. Intriga Elena (Marta Nieto) perdió a su hijo Iván, de seis años, en una playa de Francia. Ahora Elena vive en esa playa y está empezando a salir de ese oscuro túnel donde ha permanecido anclada todo este tiempo... Secuela en formato largometraje del cortometraje homónimo del propio Sorogoyen. (FILMAFFINITY)
Después de aquella llamada
El año pasado, Rodrigo Sorogoyen se quedó a las puertas de la gloria con su película ‘Madre’, de apenas 20 minutos de duración. Después de haber conquistado el Goya en su pertinente categoría, fue superando cribas en la carrera que, al fin y al cabo, más importa: la de los Oscar. Lo que en un principio parecía imposible, acabó concretándose con un puesto entre las cinco finalistas al Mejor Cortometraje. Solo le faltó, como quien dice, poner su nombre en aquel maldito sobre, pero por lo demás, quedó el nada desdeñable interés (incluso admiración) que había logrado levantar la propuesta a nivel internacional.

Se trataba, por cierto, y básicamente, de una secuencia resuelta en un solo plano. La intención de dicha apuesta formal era negar al espectador la -mínima- esperanza del respiro en una situación de angustia tan desbordante, que efectivamente, producía ahogo. Una reacción biológica violenta y, en algunos casos, incontenible. Algo así como el abordaje imborrable de la empatía humana. En este caso, la conexión entre la pantalla y la butaca se establecía a través de la angustia de una mujer que recibía la que con total seguridad sería la llamada más dolorosa de su vida.



Bastó con la mirada perdida de una madre, con los gestos titubeantes de una abuela, con la voz aterrorizada de un hijo y con la claustrofobia de ese hogar que ya no ofrecería ninguna seguridad (al contrario). Se concretó así un drama -interior- desgarrador, en el que Sorogoyen parecía querer encerrarnos para siempre... Hasta que dos años después, aquellos veinte minutos se convirtieron en más de dos horas de metraje. ‘Madre’ pasó de corto a largo, y con ello, terminó irónicamente reducida a un desastre tan insalvable, que su análisis hasta puede despertar cierta fascinación morbosa.

Para entendernos, la nueva película repite, sobre el papel, esa fórmula de gestación que, por ejemplo, usó Damien Chazelle con ‘Whiplash’. En 2013, recordemos, el joven director estadounidense ganó el Premio al Mejor Cortometraje en Sundance por una secuencia de casi 20 minutos en la que un estudiante de música tenía un primer e impactante contacto con el que sería su profesor. En 2014, ya lo sabemos, el hombre se pondría en el radar de la cinefilia mundial con la vibrante prolongación de aquella escena. Del mismo modo, Sorogoyen confirma la ‘Madre’ de 2019 como extensión de la anterior, al servirse de ella a modo de un prólogo tras el cual... la acción decide dar un salto temporal de diez años.



Ahora nos encontramos en lo que perfectamente podría considerarse como la escena del crimen. En una playa presumiblemente francesa, parece que por fin podemos respirar. El gran angular amplía nuestro campo visual, y el propio espacio invita a explorar. A moverse. La cámara lo hace levitando, y descubriendo, a cada paneo, a más y más personas. De repente, el cuadro se ha llenado de esa vida que al principio se nos negó. La alegría a la que invitan todos los elementos en pantalla se ensombrece, eso sí, por la aparición de una especie de fantasma: esa madre que ya no lo es... pero a la que, de un momento para otro, se le ilumina la mirada.

Éste es el auténtico punto de partida del nuevo trabajo de Rodrigo Sorogoyen, un film que se propone llevar al límite (al que sea) el amor maternal, sin miedo a lo que puedan opinar los demás. Una tesitura y un objetivo igualmente valientes, con los que un cineasta como François Ozon, siempre gamberro e irreverente con los tótems sobre los que se ha levantado nuestra sociedad, podría haber levantado una de esas provocaciones marca de la casa, brillantes excusas (seguro) para estimular nuestros instintos más reprimidos. Porque en el fondo, no hay nada más sano que esto.



Sorogoyen, por el contrario, prefiere ocultar más sus intenciones. A lo mejor (y ahí está el engorro que marca casi todo el metraje), porque ni él mismo tiene claro dónde quiere llegar, exactamente. Un molesto sentimiento errático se apodera de una narración empeñada en dar vueltas sobre sí misma. Ya sea a través de un punto de vista injustificadamente pivotante, ya sea a través de la repetición casi cómica de determinadas situaciones, ‘Madre’ no puede evitar caer en cierto estaticismo machacón en el fundamental dibujo de sus personajes.

La fuerza del relato es propiedad exclusiva de Marta Nieto, madre de coraje desvanecido diez años atrás, y cuya vacante espera a ser llenada, a lo mejor, por una serie de emociones conflictivas. Esta tempestad interior, dígase una vez más, se debe única y exclusivamente al trabajo de una actriz que cuando no está inspirada, se muestra directamente portentosa. Lástima que todo lo que la rodea juegue en su contra. El texto no ve más allá de la literalidad, y renuncia a una ambigüedad que seguramente le habría dotado de mucho más interés; la puesta en escena, aún peor, se pierde entre recursos cursis, ridículos y pasados de rosca. Una promesa incumplida; un Sorogoyen irreconocible, incapaz de concretar aquella formidable apertura.
Escrita por Víctor Esquirol (FilmAffinity)
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