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Angry Birds 2: La película

Animación. Comedia En esta nueva aventura, tanto los cerdos como los pájaros tendrán que aunar sus fuerzas para hacer frente a Zeta, la villana interpretada por Leslie Jones. Zeta ha venido desde su isla helada en busca de un lugar más cómodo para vivir, pero su llegada está a punto de poner la vida de Red (Jason Sudeikis), Chuck (Josh Gad), Bomb (Danny McBride), Leonard (Bill Hader) y compañía patas arriba. Secuela de la película 'Angry Birds'. (FILMAFFINITY) [+]
La era del deshielo
Como -ferviente- consumidor que llegué a ser, mi experiencia con Angry Birds (ese videojuego que parecía el complemento imprescindible para cada smartphone del planeta) se explica a través de esos vicios que incluso ahora sigo arrastrando. Por esto me descargué aquella aplicación, y por esto acepto con tanta alegría sus respectivos ecos cinematográficos. El concepto de base de aquella creación del estudio Rovio era tan absurdo, que a la fuerza tenía que concretarse en una bobada... y en parte por esto, en una adicción.

Lo que al fin y la cabo hacía nuestro nuevo teléfono móvil era hacernos partícipes de un reto (destruir una serie de construcciones arrojando, con un tirachinas gigante, a un puñado de pájaros con una flagrante vena kamikaze) que exigía muy poco compromiso por nuestra parte. Ahí estaba el verdadero gancho, en que sin tener nada claro el contexto argumental, bastaba con un gesto vago del dedo para desatar una caóticamente divertida colección de imágenes y sonidos. Se reducía todo a un sobre-estímulo sensorial que, para mayor gozo, no requería ser verdaderamente procesado.



Pues bien, más a o menos así lucía la traducción fílmica de dicha franquicia. El salto de la táctil a la gran pantalla se concretó con esta misma proporción (entre lo que se daría al público y lo que se esperaría de él a cambio) en mente. La clara referencia en este nuevo medio era la de otro estudio que, de hecho, ya había colaborado anteriormente con la factoría Rovio. Ver ‘Angry Birds, la película’, dirigida por Clay Kaytis y Fergal Reilly, era como asistir a otro estreno del equipo Blue Sky, responsable de, entre otras, las sagas ‘Ice Age’ o ‘Rio’.

La gracia, pues, estaba en la interacción entre el enésimo reparto estelar de voces (con Jason Sudekis, Danny McBride, Bill Hader o Peter Dinklage en la versión original) y un guion que favoreciera la ya de por sí notable vis cómica de éstas. Así, aquella archi-conocida bandada de pájaros adquirió un nuevo súper-poder: el habla. Con esto, y con un toque slapstick que a ratos parecía no tener límites (en un claro síntoma de compresión de aquel absurdo originario), se logró una adaptación prácticamente perfecta.



Aquel ya legendario tirachinas no apareció hasta bien entrado el acto final, y aun así, quedó claro que se conservaba la esencia de aquellos videojuegos. La película resultante, al fin y al cabo, era un producto vistoso (en lo visual, claro, pero también en lo dialéctico), que incluso cuando la trama le servía en bandeja sublecturas suculentas (véanse los efectos vampirizantes de la sobre-explotación turística), no permitía que éstas atentaran contra una ligereza que, a fin de cuentas, era claramente el principal activo del conjunto.

Del mismo modo, ‘Angry Birds 2: La película’ tiene un arranque más que prometedor. Resulta que las antiguas rencillas entre pajarracos y cerditos siguen más vivas que nunca. Los líderes de ambas facciones, lejos de querer resolver sus diferencias, alimentan el conflicto para seguir engordando sus respectivos egos... hasta que un aviso cae literalmente del cielo. De repente, se hace el silencio por la violenta irrupción de un gigantesco meteorito helado. O sea, que un mundo en conflicto se ve obligado, cuando menos lo esperaba, a fijarse en las inclemencias de una naturaleza que, a lo mejor por puro efecto contagio, ha perdido la cordura.



Lo que pasa, es que cualquier posible mención al cambio climático queda ahogada por las auténticas intenciones de la propuesta... las cuales, por cierto, se mantienen intactas con respecto a las de su antecesora. Esto es, una ironía, una inocencia y un cinismo que se enfocan igualmente hacia el carisma más desarmante. De modo que cambia la dupla de directores (ahora tenemos a Thurop Van Orman y a John Rice), pero en realidad no cambia casi nada. Así que la nueva “Angry Birds” es una confirmación de la diversión aventurera de la que veníamos. La emoción de la exploración, la tensión de las misiones de infiltración, el placer de una lucha ganada... son elementos lanzados constantemente a la palestra, que vuelven a dotar a la narración de un ritmo frenético, y que sobre todo, ofrecen a los directores constantes excusas para el lucimiento visual.

La novedad, y al mismo tiempo la principal pega, está en que por el camino, la hoja de ruta que marcó Blue Sky se ha visto manchada por el dogma de otra casa que, sin duda, está marcando tendencia en la animación. A la combinación que ya teníamos, y que tan estable se mostraba, se suman los ingredientes identitarios de Illumination Entertainment, productora culpable de franquicias como ‘Los Minions’ o ‘Mascotas’. Ojos saltones, conjuntos de ropa extravagantes y éxitos de música pop fácilmente reconocibles se juntan periódicamente para guiñar el ojo a un gran público al que se presupone adicto a las monerías más insustanciales. Jugada fácil donde las haya, que para ser justos no desentona con el juego para smartphones de Rovio, pero que al mismo tiempo nos recuerda, de forma amarga, que al cine siempre tendríamos que pedirle más.
Escrita por Víctor Esquirol (FilmAffinity)
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