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Nuestro tiempo

Drama En una ganadería de toros bravos en el campo sobrio de Tlaxcala vive una bella familia cosmopolita; en cada rincón de este planeta se siente agonizar el mundo viejo, aunque los niños, las visitas frecuentes y la tecnología de la comunicación contraponen con modernidad la existencia diaria. Esther lleva el rancho con poder y gracia; Juan, escritor reconocido, se da a la crianza de las bestias. Cuando Esther se enamora de otro hombre, ... [+]
Los límites del amor, los límites del cine
No se encuentran asideros en las películas de Carlos Reygadas. Quien se abisma en ellas, se precipita al vacío. Tampoco existen muchos directores que, como el mexicano, puedan plantear obras sin límites, en las que las imágenes supongan una experiencia vital, no necesariamente agradable: de hecho, sus propuestas, y en especial "Nuestro tiempo", son películas ariscas, incómodas y desapacibles. En la elección del espectador está el asomarse o no a la aventura fílmica de un cineasta fuera de norma.

Seis años después de la apabullante "Post Tenebras Lux", Carlos Reygadas plantea otro desafío. "Nuestro tiempo" es una película anclada en ninguna parte, en el yermo espacio de un rancho en el que cohabitan humanos, toros y caballos, regido por Juan y Ester, personajes interpretados, en una suerte de impudicia personal, por el propio Reygadas y por su mujer Natalia López. La cuestión no es baladí, ya que lo que la película propone es que el espectador sea testigo de su intimidad hasta convertirse en un intruso que se asome a un lugar que no le corresponde, casi como si se entrometiese en lo más recóndito del devenir de una pareja. Sin pudor alguno, "Nuestro tiempo" lanza desde la pantalla una injerencia en la existencia amorosa, sexual y vital de los personajes, y hurga con saña en sus pasiones afectivas, en especial desde el momento en que Ester comience una relación con un hombre contratado para trabajar en el rancho, en principio consentida por su marido, pero más tarde resquebrajada a causa de los celos y de su afán de posesión.



"Nuestro tiempo" se mueve tanto en los terrenos del docudrama como en los del psicodrama para acercarse a las fronteras del amor y también a las del cine. La pareja protagonista se ama y se odia con desbocada energía, la misma con la que la cámara de Reygadas la persigue. Los personajes se entregan a su pasión, en ocasiones destructiva, y el director a su afán de aprehenderla, por momentos con cierto cariño, por momentos con ánimo casi enfurecido. La puesta en escena del mexicano se basa en un ritmo pausado, en ocasiones quietista (no tiene inconveniente en irse hasta las casi tres horas de metraje), y en planos de larga duración en los que el espectador ha de sumergirse, siempre llenos de contenido, de información.

Las secuencias de la película se mueven desde el tono casi documental de la cría de los toros en el rancho hasta la dramatización más estilizada en las secuencias que acceden a la intimidad de la pareja. Como acostumbra, Reygadas hace gala de una especial habilidad para hermanarse con los paisajes y acierta a convertir el entorno de los personajes en un elemento expresivo de primer orden. De ahí que frente a los horizontes del rancho, abiertos, aunque retratados de manera opresiva, represente unos interiores siempre sombríos, iluminados a media luz. Y de ahí también que en las secuencias casi "reportajeadas" que retratan realidades cotidianas busque la intrusión casi ilógica de momentos de intensa emotividad o lirismo.



Por descontado, "Nuestro tiempo" puede leerse también como una metáfora del cine libre. De un cine que no se ata a ningún criterio comercial (más aún, a ningún criterio en absoluto), en el que la cámara se mueve a su antojo y retrata fragmentos de vida atrapados casi al azar. Al igual que los personajes desnudan su relación en la pantalla, Reygadas desnuda su idea del cine. Podrá gustar más o menos, pero se muestra transparente y despojada de todo artificio. El autor filma secuencias de la vida de sus personajes del mismo modo que podría haber filmado lo sucedido unas horas o unos días antes o después. Y dedica un largo y bellísimo plano subjetivo a mostrar una panorámica de la ciudad de México DF desde un avión, o muestra la lucha de un toro contra un caballo, o atrapa conversaciones entre los protagonistas que pueden ser profundas o insustanciales... Incluso llega a lanzar la cámara sobre los cuerpos de los protagonistas; literalmente, hasta chocar contra ellos…

La vida en la pantalla. Agresiva, ilusionante, dura, feliz, mortecina… pero siempre fugaz. Tanto como los momentos que aprisiona Reygadas de la existencia de unos personajes que quieren permanecer libres de ataduras y que pelean por ello. Como pelea el cine de algunos directores ante las imposiciones comerciales, la colonización del lenguaje narrativo o la uniformidad de los modos visuales.
Escrita por Miguel Ángel Palomo (FilmAffinity)
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