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Los Rodríguez y el más allá

Comedia. Fantástico. Ciencia ficción Los Rodríguez son una familia como otra cualquiera, o al menos eso creían. Todo cambiará para ellos cuando descubran que el difunto abuelo era, en realidad, de otro planeta. Su nieto, Nicolás, abre en el trastero de la casa familiar una puerta cósmica por donde acceder al “más allá”. Y a partir de ahí, el caos se apoderará de esta familia, que deberá aprender a controlar los superpoderes que ha recibido. (FILMAFFINITY)
No, la comedia no era esto…
Siempre resulta complicado elaborar una crítica sobre una película que destina parte o toda su recaudación a una causa benéfica. Y la cosa es más lacerante aún si el efecto cinematográfico es tan deplorable como el de "Los Rodríguez y el más allá". La tercera película de Paco Arango, al igual que las dos anteriores, recauda fondos para la Fundación Aladina, creada por el propio artista, que ayuda a los niños con cáncer. No pueden ser más loables sus intenciones. Pero tampoco más desafortunados sus resultados. Arango ya había elaborado una sucesión de golpes bajos emocionales en "Maktub", su debut como director, centrado precisamente en un adolescente enfermo de cáncer. Y reincidió, con más alevosía, en su segundo largometraje, "Lo que de verdad importa", un anonadante panfleto moralista que, además, lanzaba un elogio del curanderismo por encima de la medicina.

Pues aún han empeorado las cosas en el tercer intento de Arango, por más que ahora se haya pasado a la comedia desatada, aquejada, eso sí, de un trastorno de identidad disociativo: quiere ser tierna y carcajeante, enjundiosa y liviana, todo ello a la vez. Lo tremebundo comienza desde el principio, cuando un niño narrador (que será relator solo a veces, porque su voz aparecerá y desaparecerá sin orden alguno, y el relato incluirá secuencias enteras en las que está ausente) presenta a su familia, "ordinariamente normal", según afirma, para asegurar más tarde que es "disfuncional como pocas". De paso, nos lo comenta mientras orina en el cuarto de baño y suelta una ventosidad. Aún no hemos sobrepasado los cinco minutos de metraje. Después de tamaño alarde cómico, el tono de los chistes se mantendrá en las cavernas.



Resulta que los Rodríguez, desnortados ellos, conocerán la noticia de que el abuelo, ya fallecido (¡interpretado por Plácido Domingo!), fue nada menos que un sujeto llegado de otro planeta, donde ejercía de agente secreto, que se instaló en la Tierra por amor. La cosa provocará todo tipo de algarabías, con algunas idas y venidas de planeta en planeta, ese más allá del título que no tiene visos de ultratumba, sino de rancio viaje intergaláctico (el astro extraterrestre se llama Maktub, ¡tome usted autocita!).

Llegados a este punto, en el que uno no sabe cómo salir de su estupefacción, la trama se desboca, porque los viajes espaciales provocarán que la familia adquiera ciertos superpoderes mostrados, ahora por aquí, ahora por allá, entre chistes aciagos y personajes retratados a modo de caricatura zafia, en especial unos secundarios que provocan sonrojo, como el vecino que se muestra atraído por la hija mayor, un jovenzuelo que lleva sombrero y que toca el saxo (¡un tipo sensible!), o el ministro de Hacienda con supuestas alucinaciones que aparece y desaparece de la trama a conveniencia. Lo más penoso es que los personajes principales no mejoran la cosa: dos buenos intérpretes como Edu Soto y Carmen Treviño hacen lo que pueden con dos caricaturas de trazado más fino que un papel de fumar, y los comediantes infantiles, insoportables unos, marisabidillas otras, cansinos todos ellos, son unos parloteadores sin remedio que acumulan funestas gracietas.



Uno no sabe si resulta más engorrosa la estética televisiva que invade cada secuencia o los espasmos narrativos que zarandean la trama para desbocarla según el capricho del director. Uno no sabe si sentir más bochorno ante el hecho de que una familia en la que el padre trabaja en una tienda de herramientas viva en una auténtica mansión, o ante la infame presencia de pertinaces y molestísimos golpes de música que puntean la acción y que comentan cada réplica, cada presunto gag, a la manera de las risas enlatadas de las 'sitcom'. Y en medio del disparate, se ha de asistir a una aterradora secuencia de amor perruno, a los sones de "When a man loves a woman", con subtítulos incorporados para expresar los sentimientos de los canes. ¡La monda!

Comedia cavernícola de tomo y lomo, "Los Rodríguez..." carece de gracia, de proporción y de sentido de la farsa. Todo un disparate fílmico de ritmo cojitranco, aferrado a una superficialidad narrativa que deja estupefacto, nacida de un guion que mueve los personajes y las situaciones bajo el mandato de la arbitrariedad. Sí, resulta imposible hincarle el diente a un desatino sin parangón, que deja al espectador exhausto en la butaca, aturdido ante la creencia de que todos los participantes en "Los Rodríguez y el más allá" se la hayan tomado en serio. Y resulta, de nuevo, en extremo doloroso tener que encarnizarse con una película que tiene tras de sí unos propósitos solidarios, por completo encomiables.
Escrita por Miguel Ángel Palomo (FilmAffinity)
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