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Antes de la quema

Comedia Quique (Salva Reina) es un chirigotero en paro que intenta mantener a flote a su familia mientras prepara el próximo concurso de chirigotas. Entre tanto, El Tuti (Joaquín Núñez), un traficante de drogas local, quiere que le ayude a robar el depósito de droga más grande de España... antes de que quemen toda la mercancía incautada. (FILMAFFINITY)
La chirigota desnaturalizada
Después de haber estado asándose bajo un sol inclemente, después de haberse partido la espalda y después de cuadrar números (de forma muy milagrosa) a final de mes, el protagonista de esta historia se toma un breve momento para reflexionar... y para llegar a la conclusión de que el trabajo no dignifica. Pero en un primer y efímero instante, tiene miedo de exteriorizar sus males. No osa quejarse porque teme que sus más-que-justificados llantos caigan en la cruel incomprensión de los falsos tópicos geográficos.

El hombre, se tiene que especificar, es gaditano. Y a mucha honra. Va por la vida como aquellos espabilados que, por el hecho de serlo, se hacen el tonto. No obstante, como ya se ha insinuado, las apariencias engañan. En realidad, es poseedor de ese ingenio que solo ha podido ir concretándose con siglos y siglos de acumulación de saber popular. Es la picaresca, patrimonio del desastroso país que habita... y del que a veces no puede evitar sentirse rey. Por desgracia, este monarca sin corona se tiene que conformar con una existencia penosa, que para nada hace justicia a sus innegables y sobresalientes aptitudes.



La nueva película de Fernando Colomo, veterano de la comedia española, fija su atención en ese golpe de suerte; en ese hecho extraordinario que puede colmar al sufrido trabajador con esas riquezas que él tanto cree merecer. De repente, irrumpe la vida criminal, ese suculento atajo, y le muestra el camino... y en un primer y efímero instante, ésta parece la opción más lógica. Incluso la más justa. Un humilde jardinero (aunque chirigotero de auténtica profesión) tiene acceso privilegiado a cien mil kilos de droga confiscados por la policía.

Una potencialmente peligrosa casualidad que en manos de Colomo se convierte en una despreocupada celebración de todas aquellas excusas que deben sacarnos (a las buenas o a las malas) una sonrisa que será más o menos pasajera. Para muestra, la propia estructura narrativa de la película, que no es más que una especie de plataforma para el lucimiento de las dotes cómicas de Salva Reina. En un lugar que aún no se puede desvelar, una persona cuya identidad todavía no se puede revelar, enciende un ordenador de sobremesa y se pone a navegar por internet... hasta dar con un vídeo.



Cuando éste empieza a reproducirse, vemos al mencionado actor, ya muy metido en un álter ego que parece que tiene muy poco de “álter”. Su mirada se clava en la cámara, su sonrisa también, y así empieza un relato en forma de flashback. Su introducción es una especie de recordatorio de que por mucho que flirteemos con el peligro, nadie (importante) va a resultar (seriamente) herido. El director nos tranquiliza reafirmando las reglas de un juego en el que, gracias a su largo recorrido, se siente muy seguro. Esto es, el divertimento asilvestrado... pero sin verdaderas consecuencias.

Lo mismo que se puede esperar, por ejemplo, de un buen carnaval. La acción transcurre, por cierto, en Cádiz, esa ciudad que parece vivir en permanente estado de preparación (y/o celebración) de dichas festividades. El ambiente de juerga generalizada cristaliza en la rima fácil de la chirigota, una manera de entender la sátira que, muy consecuentemente, marca el tono y las formas de la película. La complicidad con el patio de butacas, más que ser el resultado lógico del espectáculo, es la afirmación (en ocasiones excesivamente reafirmativa) de la propia identidad.



Más que invitar, parece que se increpe al espectador a sonreír, y claro, así la reacción se desnaturaliza; incluso se tensa. Son los temibles efectos secundarios de la comedia poco sutil, aquella que hace del abuso de los chascarrillos y de los (auto-)guiños cantados (por supuesto, no falta el momento en que Manuel Manquiña habla de la “profesionalidad” de los miembros de su equipo) su principal seña de identidad. La apuesta no es fallida de por sí, pero falla (y cansa) al no encontrar el ritmo que pedía su naturaleza de metralleta de gags.

Queda como consuelo menor el encanto natural tanto de Salva Reina como de Maggie Civantos y Joaquín Núñez, tres talentos cómicos muy del agrado de Fernando Colomo, y claramente por encima del material provisto por el guion escrito por Javi Jáuregui. El texto, demasiado preocupado por una subtrama romántica que nunca termina de prender, y por sorprender, en su clímax, con varios giros argumentales, acaba perdiendo el norte y el pulso a una tontería que pedía ser tratada como tal. A alguien se le ocurrió pedirle a la chirigota más de lo que ésta estaba dispuesta a dar, y así se disolvió la gracia de la canción.
Escrita por Víctor Esquirol (FilmAffinity)
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