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Sin filtro

Comedia Beatrice está celebrando con su familia el lanzamiento de su libro, en el que relata el accidente de su marido, que cambió sus vidas. Frederic ha perdido la vista y no puede evitar decir todo lo que piensa: se ha convertido en un hombre impredecible, aunque sigue siendo divertido y seductor.
Comedia francesa: suma y sigue
La comedia francesa. Esa gran conocida. Tanto, que la mayoría de la producción adscrita a tal etiqueta se ha convertido casi en uno de esos conocidos de barra de bar, que no nos caen ni bien ni mal, pero que cada día resultan más pelmazos. Por sabidos y memorizados. Porque sueltan siempre las mismas consignas y exhiben sin pudor su verborrea, así les prestes o no atención. No exactamente insoportables, pero sí sobradamente latosos.

Así que ante el grueso de las comedias francesas, uno tiene que modelar el humor con el que llega ante la pantalla. No es cuestión de enfadarse o aburrirse por ley. Lo mejor de todo es que las comedias francesas, de tan previsibles, ofrecen una ventaja: con una ojeada al nombre de sus responsables, puede bastar. Hablando de los últimos años, si andan detrás de la película artistas como Agnès Jaoui y Jean-Pierre Bacri, la cosa es muy esperanzadora. Si se trata de Dany Boon, el asunto se torna ligero, pero soportable y, seguro, divertido. ¿Olivier Nakache y Eric Toledano?: buen rollo y trampas emocionales a troche y moche. ¿Guillaume Canet?: ni fú ni fa, adormilamiento asegurado. Con Arnaud Lemort, la cosa se empieza a poner irritante y si se trata de Jean-Marie Poiré, es como para salir corriendo…



El cine de Eric Lavaine vive entre la aplicada corrección y lo cansino de lo requetesabido, con ocasionales momentos de enojo. Títulos tan olvidables como "Vuelta a casa de mi madre" o "Historias de una indecisa" dan fe de su inexistente estilo visual y sus chistes de medio pelo, entre rancios y adormiladores, que pueden provocar tanto alguna sonrisilla como un rictus inidentificable. Y suele abundar en diálogos cargantes (en ese terreno, "Sin filtro" se lleva la palma). En esta ocasión, se alía con José García, un actor eminente que alterna películas estupendas con fiascos notorios, en una carrera en la que parece importar más la cantidad que la elección acertada. Otro tanto puede decirse de Alexandra Lamy, actriz protagonista de las dos anteriores películas de Lavaine, una intérprete estajanovista, de amplio registro, convertida en una celebridad en Francia gracias al descomunal éxito en la televisión francesa de la serie "Un gars, une fille", emitida entre 1999 y 2003.

He aquí al matrimonio formado por Frédéric y Béatrice, que celebra el lanzamiento de un libro escrito por la segunda, donde relata cómo sus vidas cambiaron tras un accidente que dejó ciego a su marido. Ahora, invidente, el tipo se caracteriza por no contemporizar con nada ni con nadie y por decir, en todo momento, lo que le da la gana, guste o no a quien lo escuche (ah, pero sigue siendo un sujeto simpatiquísimo, con su punto fascinante). Y esta será la característica más presuntamente cómica de la función, con la que el guion pretenderá crear también algún amago de análisis de las convenciones sociales que se queda en trivial, por molestar lo menos posible.



Frédéric y Béatrice vivirán diferentes avatares, unos graciosillos y otros que invitan al sueño, en un viaje vacacional a Biarritz para celebrar el éxito del libro. Allí estarán presentes familiares y amigos que aparecen retratados en el ejemplar con nombres falsos, lo que llevará a la presunta comedia, con Frédéric desatado, ahora que es un tipo ‘sin filtros’ en la lengua. Unos cuantos gags que se mueven entre lo bizarro y lo chabacano querrán animar la trama, sin demasiados alardes de sutilidad por parte del guion y sin atisbo alguno de creatividad en una puesta en escena tan robótica como funcional. Cierto es que, al ser tanto García como Lamy dos intérpretes extraordinarios (y los secundarios no se quedan atrás), la cosa puede escapar de lo insoportable.

Si el humor puede ejercer como vitriolo, no será en esta ocasión. Y si puede satirizar los comportamientos humanos, aquí se queda lejos de hacerlo. Los exabruptos de Fréderic no ofenden ni a una madre venerable y sus impertinencias las supera cualquier adolescente medio orgulloso de serlo. "Sin filtro" es un modelo de película blandengue y vacía, pusilánime a la hora de llevar al extremo cualquiera de sus, en el fondo, leves propuestas, y mojigata en su retrato social. Ni más ni menos que otra acomodada comedia francesa.
Escrita por Miguel Ángel Palomo (FilmAffinity)
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