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Litus

Drama. Comedia Se centra en el reencuentro de un grupo de amigos tras el suicidio, tres meses atrás, de uno de ellos. Durante la reunión, saldrán a la luz los secretos más íntimos y las tensiones escondidas durante años.
Psicodrama treintañero
Es posible que el conocimiento previo de la obra teatral "Litus", escrita por Marta Buchaca, pueda aportar algunos lazos que permitan acercarse a este filme cuyo guion coescriben la propia dramaturga y el director del filme, Dani de la Orden. Parecen necesarios, porque lo que "Litus" ofrece como película se queda bastante corto: un intento de psicodrama que no profundiza ni en los personajes ni en sus conflictos.

Lástima, porque el punto de partida podría tener su atractivo: el encuentro de un grupo de amigos tras el suicidio, unos meses atrás, de quien parece haber sido el nexo de unión entre todos ellos, Litus. Su hermano mayor, Toni, convoca al grupo para una suerte de cena de homenaje al amigo muerto. Con él incluido, seis serán los presentes: Laia, ex novia de Litus y ahora pareja de Toni; Pau, su amigo más cercano y compañero de piso, que mantiene la habitación del fallecido intacta, como homenaje a su memoria; Pepe, miembro del grupo de música de Litus y ahora artista de éxito; Marc, neurótico y depresivo, dinamitado por la pérdida de quien era su sustento vital, y Su, ex novia de este último.

Para sorpresa de los concurrentes, Toni anuncia que Litus dejó una carta para cada uno de ellos, que ha de ser leída en esa reunión, un interesante recurso narrativo que servirá para que todos los personajes entren en conflicto. El problema es que a la película se le ven en exceso los costurones. Se adivina desde demasiado lejos su intención de retrato catártico entre colegas. Y su propuesta se desmadeja muy pronto a causa de un dibujo de personajes un tanto etéreo. Todos ellos funcionan como prototipos, faltos de carne y de sangre (quizá la excepción sea el personaje de Laia, potenciado por el estupendo y sutil trabajo de Belén Cuesta).



"Litus" juega con un único espacio, salvo un leve prólogo y un frustrante epilogo. También asume el relato en tiempo real: la hora y media de metraje será la que transcurra también para los personajes. Igual podían haber sido tres días, porque resultan insustanciales los problemas emocionales de estos treintañeros de diseño, acomodados en una casa de alto rango burgués adornada con todo tipo de juguetes y merchandising, con los que la película quiere reflejar su síndrome de Peter Pan, presente, sobre todo, en los personajes masculinos, en ocasiones simples marionetas de las que extraer conclusiones tipificadas por un libro de autoayuda. Todo ello, además, envuelto en tanta complacencia como falta de credibilidad fílmica.

Tampoco juega con diálogos creíbles esta especie de culebrón que se asoma a la dificilísima combinación de drama y comedia. Pese a parlotear sin descanso, el trazado de los personajes parece como empujado por el guion, prefabricado para llegar a las conclusiones oportunas. Todos ellos hablan en casi cursiva, con el subrayado como figura de estilo y con diálogos más propios de adolescentes que de curtidos treintañeros, por más que se muestren marcados por su miedo a hacerse adultos.



La película engola demasiado la voz cuando se acerca a las cuestiones trascendentales, que no son pocas: el abismo de la muerte, las formas de afrontar el duelo, las máscaras que acompañan las vidas humanas, la tristeza como motor vital… Y cuando afronta contenidos cómicos resulta tenue, cuando no obvia. El ejemplo principal sería el personaje de Adrián Lastra, presentado como un pobre diablo primero, como un neurótico después, como un graciosillo cargante durante casi toda la acción… para acabar, como se esperaba, convertido en un ser doliente que resulta perfectamente inverosímil.

Y para dejar peor sabor de boca, el desenlace de "Litus" potencia los peores defectos contenidos en el metraje anterior, en especial una explicitud que, en una coda final, muestra con redundancia supina la consecuencia de la presunta purificación emocional a la que se han sometido estos amigos. Además, hemos de asistir a la presencia masiva de la marca de cerveza Estrella Damm que inunda los fotogramas y, como colofón final, al desacierto más flagrante de todo el relato: la escucha de la canción inédita que compuso Litus y en la que, según su compañero de música Pepe, volcó toda su magia, talento y emotividad. Que la canción hubiera quedado en off no sólo hubiera aportado más fuerza dramática, sino que el resultado de su muestra es todo un chasco: una tonada pop, de texto poco menos que preadolescente que haría las delicias de los lectores de los "nuevos poetas" que pueblan las estanterías de las grandes superficies.
Escrita por Miguel Ángel Palomo (FilmAffinity)
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