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Súper empollonas

Comedia Dos excelentes estudiantes y grandes amigas, en la víspera de su graduación de su instituto, de repente se dan cuenta de que podrían haberse esforzado algo menos en clase y haberse divertido más. Así que deciden hacer algo al respecto para compensar tanto estudio y tan poca diversión: recuperar los años perdidos en una noche loca. (FILMAFFINITY)
La comedia era esto
¿Una comedia de instituto con enjundia? Pues va a resultar que no solo de John Hughes puede vivir el género. Uno acude a ver "Súper empollonas" (horripilante y majadero título en español para el original "Bookmarts") con algo de recelo y se queda con un palmo de narices. Y recibe un bofetón antiprejuicios en toda regla. La actriz Olivia Wilde ha alternado cine y televisión con acaparador afán desde su debut en 2004 (raro es el año en el que no haya participado en cuatro o cinco producciones) y ahora debuta tras la cámara con una película de impactante solidez. Puede que haya filmado una de las comedias del año.

Su apuesta en "Súperempollonas" combina irreverencia y emotividad con espíritu libre e intención feminista. Aquí tenemos a Molly y Amy, la primera todo un ratón de biblioteca que tiene como objetivo convertirse en la juez más joven de la Corte Suprema, y la segunda una activa feminista que planea pasar un tiempo como voluntaria en Botswana; dos amigas (y dos actrices excepcionales, Beanie Feldstein y Kaitlyn Dever), excelentes estudiantes, que en la víspera de su graduación deciden divertirse un poco para compensar tantos años de estricto estudio y concentrarlos en una noche de juerga.



Uno suele guardar mucha suspicacia ante cualquier guion escrito a ocho manos. No es el caso. El estupendo libreto de "Súper empollonas" es abundante en diálogos perdurables, lanzados sin afán de notoriedad y sin engolar la voz, y acumula peripecias con un ritmo constante, pero no agotador. Olivia Wilde se mueve entre sus líneas con asombrosa soltura y consigue abordar una comedia generacional que posee un alcance quizá no universal, pero sí amplio y generalizador. Y con una clara apuesta por huir de los tópicos: las protagonistas de esta comedia no son ni las más o menos soportables chicas populares del instituto, ni las frikis, ni los presuntos patitos feos que más tarde mutarán en cisnes. Son unas 'nerds' de tomo y lomo, veraces y divertidas, y les sobra desfachatez para dar más de un sopapo a algún guaperas que otro y, por supuesto, también inteligencia para arrastrar por los suelos a unos cuantos más.

Olivia Wilde se revela como una excelente distribuidora de los gags (los treinta primeros segundos de metraje son emblemáticos), como muestra en el excelente momento en el que las protagonistas se convierten en muñecas o en la delirante secuencia en la que asaltan el coche de un repartidor de pizzas para conseguir la dirección donde se celebra un fiesta (el guion también sabe de ello: "¡Hagamos lo que mejor sabemos hacer: los deberes!", grita Amy antes de acudir a la biblioteca para rastrear el lugar del festejo).

Pero sorprende aún más en una primera película el manejo del siempre complejo ‘tempo’ de la comedia, porque Wilde sostiene con firmeza un ritmo que en ocasiones parece a punto de desbocarse, pero que logra mantener entre lo medido y lo férreo mientras que el posterior montaje acentúa la sensación de velocidad en la narración. Wilde agita la cámara cuando es debido y la mantiene en una quieta sobriedad cuando la historia lo demanda, y entrega secuencias de exquisita sensibilidad, como la ambientada en el karaoke, un modelo de sutilidad expresiva, en la que el trabajo de puesta en escena condensa en unos gestos, en unas miradas, en unas pocas palabras, el desbordamiento de la angustia adolescente, siempre dispuesta a ritualizar determinados momentos para convertirlos en emblemas de emoción.



Resulta gratificante comprobar cómo la directora deposita su cariño en estas dos jóvenes que, como todos los adolescentes, buscan, miran, aprenden, niegan, refutan, exprimen sus sentimientos y se sienten inmortales. Aún más, enarbola la actitud de no situarse jamás por encima de sus personajes: rehúye tanto el aire de superioridad que juzgaría los actos de unas jóvenes según el precepto adulto, como la mirada condescendiente que las animaría a cometer errores para encontrar su propio camino (esta última, en boga en cientos de comedias que abordan el mundo juvenil). En "Súper empollonas", la autora se mueve de la mano de sus personajes para, de ese modo, mostrarlas vivas y reales, una pareja cuya inteligencia chocará con su emocionalidad y cuya sabiduría se mezclará con su inseguridad personal.

"Super empollonas" plantea una acumulación de aventuras, divertidas unas, extravagantes otras, que se concentran en una “road movie” en toda regla (el viaje de los personajes de fiesta en fiesta se convierte, cómo no, en un itinerario interior). Se ha invocado, a propósito de esta obra, el recuerdo de la inefable "Súper salidos". Ya quisieran los protagonistas de la comedieta de Mottola acercarse siquiera a la hondura del aparentemente liviano retrato de estas dos jóvenes que se mueven sin cesar en busca, claro, de sí mismas.

Al final, resulta que una de las claves de la comedia va a ser la de tener gracia… Pues ahí queda "Súper empollonas". Muchos otros cientos de películas habrán de pelear para situarse a su altura.
Escrita por Miguel Ángel Palomo (FilmAffinity)
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