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Infierno bajo el agua

Terror Con un enorme huracán de categoría 5 descargando sobre Florida, la joven Haley (Kaya Scodelario) desoye las órdenes de evacuación para buscar a su padre (Barry Pepper), que ha desaparecido. Tras encontrarle herido en el entresuelo de su casa, los dos quedan atrapados acechados por enormes caimanes y por una inundación que cubre rápidamente el terreno. (FILMAFFINITY)
Caimanes hambrientos
Alexandre Aja. Su nombre inspira aún cierto temor entre quienes se acercaron, en 1999 y 2003, a dos películas como "Furia" y "Alta tensión", que se asomaban a nuevos caminos en el cine de terror francés, especialmente la segunda, un prodigio de tensión narrativa y de brutalidad fílmica. En 2006, Aja desembarcó en el cine estadounidense y, contra pronóstico, filmó una apreciable 'remake' de "Las colinas tienen ojos" basado en la impudicia visual y en la agresividad de una puesta en escena que no ahorraba sanguinolencias de todo porte.

Desde entonces, Alexandre Aja se ha moderado un poco… y ha perdido garra y desfachatez, aunque todavía sea capaz de filmar gamberradas de calibre superior como "Piraña 3D". Siempre desearemos que regrese a la radicalidad de sus primeras películas, pero parece que se encuentra cómodo en su actual papel de fabricante de obras más o menos comerciales, más o menos personales.



No será "Infierno bajo el agua" (en la que se ha aliado como productor con Sam Raimi, otro artista de quien echamos de menos sus inicios) la película que devuelva a Aja a los brillos pasados, pero sí la que confirma que, incluso en una obra de consumo, pensada para la taquilla, puede brillar el talento de un cineasta que parece tener una cámara en el cerebro. Y que sigue derrochando deseos de alboroto. La primera imagen del filme muestra a unas nadadoras compitiendo en una piscina: bajo el agua, aparecerá el título original, cuyas letras serán rotas al paso de las bañistas. De la protagonista, Haley, sabremos de inmediato que pierde en una carrera y que, cuando era niña, a instancias de su padre, se llamaba a sí misma "superdepredadora"; pues pronto tendrá ocasión de hacer honor al apodo...

"Infierno bajo el agua" va a lo suyo y lo hace rápido. A los cuatro minutos de metraje nos enteramos de que un huracán de categoría 5 avanza hacia Florida; a los cinco, Haley ya conduce su coche bajo una tromba de agua; y cuando el filme ha avanzado quince minutos, ya tenemos a la protagonista y a su padre atrapados en el sótano de una casa que se inunda progresivamente, acechados por un tropel de gigantescos caimanes surgidos tras desbordarse las aguas. Una situación concreta y un escenario casi único que copará buena parte del filme y que Aja se encarga de exprimir a conciencia, del que solo escapará en un par de secuencias exteriores, fértiles en crueldad y derramamiento de sangre. Se nota que se ha divertido lo suyo, por más que el espectador deba alternar entre momentos filmados con nervio y poderío y otros un tanto previsibles, entre los que no faltará la consabida rendición de cuentas entre padre e hija a costa de un pasado conflictivo del que habrá que depurar ciertas rencillas.



Ritmo, ritmo y otra vez ritmo son las señas de identidad de una película pensada para el consumo rápido y el olvido veloz, pero en la que se rastrea a un autor que hace las cosas con presteza, convicción y contundencia (ya quisieran muchos productos mercantiles optar siquiera a esas tres virtudes). Alexandre Aja se sirve de los planos cortos y de un montaje eléctrico (también de un excelente trabajo de Kaya Scodelario, que aguanta los primeros planos con pasmosa energía) para hacer surgir de la pantalla un puño que atrapa al espectador y lo suelta solo al final del metraje. Todo ello con una mirada alejada del travieso bullicio de "Piraña 3D", para optar en este caso por un tono dramático más acusado y menos cruento.

La diferencia entre "Infierno bajo el agua" y tantas inmundicias fílmicas como pueblan las pantallas es, finalmente, la presencia tras la cámara de un director o de un burócrata. Aja no se arredra ante una historia que en otros tiempos no habría pasado de ser considerada una serie B y que ahora, signo de los tiempos, se agranda un poco en su presupuesto para codearse con estrenos de mayor nivel económico. Afronta lo copioso de sus lugares comunes y los subvierte gracias a unas posiciones de cámara que aumentan la sensación malsana de las imágenes, exprime los espacios cerrados de la acción para acentuar la amenaza del entorno y, en fin, sabe dirigir, que es de lo que se trata: la primera secuencia que muestra a Haley acosada por dos gigantescos caimanes resulta atractiva no por su credibilidad fílmica, sino por la veracidad que le otorga el juego de encuadres cerrados o abiertos según convenga y un ritmo de montaje que escapa de lo trepidante para que el espectador se sienta dentro de la escena y comparta la angustia del personaje. ¿Qué ello es casi una lección básica para cualquier director? Quizá, pero Aja la domina sin pestañear. Un vistazo a la cartelera permite no decir lo mismo de docenas de presuntos cineastas.
Escrita por Miguel Ángel Palomo (FilmAffinity)
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