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Winter Flies

Drama. Comedia Marek, 14 años, pelo rapado al cero, fabulador de gamberrismo rebelde y de hazañas sexuales, y Hedus, con calvario de chico gordo y 13 años muy crédulos, que adora y envidia a Marek mientras sueña con pertenecer a la Legión Extranjera. Juntos y leales en la amistad, han robado un Audi cochambroso para irse a correr aventuras, pero acaban de recoger a una chica preciosa que hacía dedo y ahora son tres, que es impar pero divide. ¿Sabes ... [+]
La verdad de la adolescencia
La tercera película del cineasta esloveno Olmo Omerzu, con la que obtuvo el premio al mejor director en el festival de Karlovy Vary, sigue el viaje dos chavales, Mára y Hedus, en una huída iniciática a bordo de un viejo coche robado. Mára es un tipo rapado, fanfarrón y vitalista, obsesionado con la figura mítica de su abuelo; Hedus es obeso y bonachón, el Sancho Panza de Mára, que mantiene la idea fija de unirse a la Legión Extranjera. No lo saben, claro, pero viajan en busca de sí mismos y no podrán evitar encontrar al fin un lugar mucho más real que imaginado.

“Winter Flies” es una película vitalista y agitada, presa de los anhelos de sus dos protagonistas, jóvenes en fuga hacia ninguna parte. Una “road movie” en toda regla que recupera el espíritu de las antiguas películas juveniles, pero envuelta en una mirada propia, trazada con un meticuloso sentido de la imagen. Los dos fugados pronto serán cuatro: recogerán a un perro al que salvan de un peligro de muerte y a Bára, una joven autoestopista que ejercerá de contrapunto entre los dos amigos y a quien Mára, claro, estará seguro de poder seducir.



Ahora bien, un excelente giro del guion desvelará que el viaje esta relatado con los ojos de Marek, que está siendo interrogado en una comisaría y cuya declaración impregnará toda la película con el aire de un relato que quizá no sea del todo veraz. ¿Qué hay de cierto y qué hay de invención en la historia a la que accede el espectador? A Omerzu no le interesa demasiado desvelarlo, porque su película es una película de sensaciones, de momentos, de imágenes tan fugaces como aplastantes (¿qué otra osa es la adolescencia sino la lucha entre la levedad y el peso?).

Así, “Winter Flies” se reafirma como un cuento narrado por su protagonista, inconcluso y fantasmagórico, en el que cualquier cosa es posible, incluso la aparición de ciertos resabios de “realismo mágico” o la nula presencia, inexplicada, de los progenitores de los protagonistas. Corresponde al espectador optar entre dejarse llevar por la veracidad fílmica o desentrañar las posibles mentiras y verdades que muestre el relato de Mára.



En ocasiones, el cine se convierte en el reflejo de la vida, algo que muchos directores buscan desesperadamente. Y, en ocasiones, algún cineasta consigue ese milagro casi sin esfuerzo aparente. Es el caso de Olmo Omerzu. Solo tiene 35 años, pero muestra una asombrosa capacidad para generara emociones desde las imágenes puras, desde la asunción de la simplicidad como principal elemento estilístico. Más aún, resulta inaudita su capacidad para abrazar a sus personajes y extraer emociones de los gestos, miradas y movimientos de sus jovencísimos intérpretes. No olvidemos que son adolescentes, y por tanto, también son irritantes. Como tales adolescentes, tienen todas las respuestas. Y miran hacia adelante con la impertinencia de quien posee toda la vida para gastarla en sí mismo. Hasta que descubran la verdad. La cruda verdad que asegura que la realidad existe.

Sin asomo de aspavientos, Omerzu crea una obra libre, llena de imágenes que respiran por sí solas, que se engarzan con pasmosa naturalidad, que viven en la pantalla como un recuerdo de cines pretéritos, cines que lanzaban “nuevas olas” a los espectadores del planeta. Y convierte “Winter Flies” es una película que se mueve con elocuencia entre los sombrío y lo entrañable; es severa, pero también traviesa. Es, en definitiva, una película sobre el comienzo del tránsito a una incierta madurez. Hay que agradecer a Olmo Omerzu que consiga que aceptemos el milagro de reconocernos en el adolescente que fuimos: exasperante, tierno, bravucón, sentimental, arrogante, soñador… Hay que agradecer a Omerzu que nos recuerde que todos, un día, perseguimos sueños y fuimos inmortales.
Escrita por Miguel Ángel Palomo (FilmAffinity)
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