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¿Qué hemos hecho para merecer esto?

Comedia El mundo de Wanda se vuelve patas arriba cuando su hija adolescente Nina aparece con un hijab y se declara musulmana. Wanda es una mujer vienesa de 49 años, liberada, fe­mi­nis­ta y atea. Tiene dos hijas, una de ellas adop­ta­da, y un ex­ma­ri­do. Pa­re­ce pre­pa­ra­da para la etapa en que su hija ado­les­cen­te Nina em­pie­ce a faltar a las cla­ses y salga de fiesta… u otras cosas. Pero un día, Nina dice que se ha con­verti­do al Islam ... [+]
Esteso y Pajares en Austria
Wanda es una mujer feminista y atea que descubre, junto con su atónito ex marido, que su hija adolescente se ha convertido al islam. Así comienza una tremebunda comedieta que, inicialmente, parece querer plantear una reflexión sobre la intolerancia religiosa. Sólo inicialmente, porque a los pocos minutos de metraje la cosa parece derivar hacia una cavilación acerca del actual papel del feminismo; más tarde, sobre la doble moral de una sociedad que acepta unos ritos pero condena otros, e incluso sobre el entendimiento intergeneracional...

Cuando han transcurrido unos diez minutos de película, todo queda un poco más claro. De reflexión, nada. El único propósito de "¿Qué hemos hecho para merecer esto?" es el de elaborar una comedia ligera, con algún gag atrevidillo, pero que no moleste demasiado, en la que se repartan ciertos cachetes (ni a bofetadas llegan) a los comportamientos extremistas. Pues ni tan insignificantes objetivos se alcanzan, porque semejante emborronamiento de celuloide solo consigue ser inane en sus mejores momentos y bochornoso en sus peores.



Actriz y guionista televisiva, la austríaca Eva Spreitzhofer debuta en el largometraje de ficción con una sucesión de imágenes que hubiera firmado Mariano Ozores. Sí, poco a poco los personajes de Wanda y su ex marido acaban convertidos en unos clones de Esteso y Pajares, envueltos en situaciones pretendidamente cómicas que obligan a apartar la mirada de la pantalla (no se evita ni la graciosísima secuencia en la que han de pertrecharse bajo un Niqab que les impide conducir correctamente, lo que provoca un enfrentamiento con la policía de tráfico. Para morirse de las carcajadas).

La leve sorna que se plantea en los primeros instantes del filme, que desvelan que la adolescente Nina (ahora Fátima) se ha convertido al islam consultando los requisitos en Google y que sigue los diferentes dictados del Corán vía YouTube, se transforma en una catarata de humor grueso y de situaciones grotescas filmadas por una cámara que convierte en hondura cinéfila cualquier telefilme. "¿No podías haberte convertido al catolicismo? Eso ya sería lo suficientemente malo". Este es uno de los comentarios que dedica Wanda a su hija, ejemplo palmario del nivel de los gags. Cuando Wanda se niegue a comprar comida 'halal' (término que engloba las prácticas permitidas por su nueva religión), el siguiente plano la mostrará en un supermercado buscando tales alimentos; el dependiente asegura: "Toda esta estantería es halal; está certificado, como lo Bio". ¡Seguro que en la escritura del guión se echaron unas risas con la ocurrencia! Los ejemplos del deplorable nivel humorístico podrían ser cientos: "Sin ser radical, todo el mundo puede llevar la ropa que quiera", asegura a Wanda el director del instituto de Nina para, en el mismo plano, detener a un alumno y apostillarle: "Las gorras se dejan en la taquilla" ¡Carcajadas, señoras y señores!



Así, la posibilidad de acercarse con una mirada humorística a un asunto controvertido, como el de la decisión de las mujeres islamistas de escoger o no su propia vestimenta, se pierde por completo. Y la de defender que nada debería estar a salvo de los dardos de los cómicos, también. Porque cuando las presuntas risas provienen de la ridiculización fácil, de la mirada condescendiente y, en especial, de los chistes cavernícolas, la comedia se convierte en una ofensa a la inteligencia del espectador. Para los anales pueden quedar los innobles zooms de acercamiento a sus rostros con los que Eva Spreitzhofer filma el encuentro entre Wanda y la madre musulmana de una de las amigas de su hija.

Y ofende un poco más aún el tufillo a defensa del feminismo que propone "¿Que hemos hecho para merecer esto?", porque lo hace desde la impostura. Porque ridiculiza a los personajes a conveniencia. Porque rehúye todo atisbo de conflicto tanto cómico como dramático. Y porque no tiene reparos en poner en boca de Nina proclamas feministas para, más tarde, en una secuencia que se sumerge en la ignominia, presentar a un Imán que lanza, ante un auditorio femenino, perlas como "si las mujeres usan tampones y se tocan, ya no son puras" o "el coito entre hombres y hombres y entre mujeres y mujeres es pecado; provoca tumores y sida". Seguidamente, el propio Imán será mostrado como un personaje no tan impresentable, oiga usted, sino simpatiquillo él, porque guiña el ojo a una de las mujeres de la mezquita, que asegura a Wanda: "El Imán coquetea con todas…" ¡Qué gran hallazgo cómico, llenemos el cine de carcajadas!
Escrita por Miguel Ángel Palomo (FilmAffinity)
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