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Buenos principios

Comedia Henri es un escritor de mediana edad en crisis. ¿Y quienes son las personas responsables de sus fracasos, su abstinencia sexual y su dolor de espalda? Su esposa y sus cuatro hijos. Justo en el momento crítico en el que está haciendo un balance de su vida, de todas las mujeres que nunca volverá a tener, y de todos los coches que nunca conducirá... un perro de metro y medio, maleducado y demasiado entusiasta, decide instalarse en su casa. ... [+]
Estoy en crisis
La crisis de la mediana edad. O de la avanzada, porque el trance cada vez se retrasa más, así que la cosa se instala entre los cuarenta y los cincuenta… Yvan Attal, un director que compagina su trabajo detrás y delante de la cámara, ejerce en esta ocasión también de actor para crear un retrato entre íntimo y sangrante sobre un personaje que afronta el, en ocasiones, muy duro trance de asomarse a la madurez. Una madurez que lo esquiva y ante la que él tampoco se detiene demasiado.

"Buenos principios" se parece mucho a otras películas de Attal, un autor en toda regla que irrita a algunos y fascina a otros. De hecho, esta obra se emparenta con muchas de las que ha dirigido y en las que ha compartido reparto con Charlotte Gainsbourg, su pareja en la vida real. Películas como "Love, etc.", "No molestar" o "Mi mujer es una actriz", de las que “Buenos principios” podría ser una prolongación emocional y artística. Aunque, ahora, Attal indaga más en el papel de la masculinidad en el mundo moderno, en su reelaboración frente a un universo que ya no considera como centro al macho alfa, así como en las relaciones entre padres e hijos, siempre conflictivas, siempre tensas.



Con una cierta ligereza argumental afronta la película sus reflexiones, volcadas en un sujeto desorientado que se da cuenta de que la vida avanza, y él, no tanto. Henri es un escritor cincuentón, padre de familia numerosa. En su trabajo, está atascado ante el éxito literario vivido 25 años atrás y lo anodino de su producción posterior; y en sus relaciones familiares no aspira a demasiados triunfos, porque ve cómo se tambalean y es consciente de su indolencia para solucionarlo. Así que decide ponerse en marcha. O el destino lo decide por él, cuando aparezca un perro al que, sin saber muy bien por qué, adopta, y que servirá de detonante en la trama.

Es entonces cuando, después de una primera media hora titubeante, "Buenos principios" empieza a moverse en un tono de comedia ligera, sin acercarse a la parodia, para explotar la química entre Attal y Gainsbourg. Ligera, porque la película no entrará en honduras existenciales, sino que lanzará algunas pinceladas para que sea el espectador quien modele las experiencias interiores del protagonista, quizá comparándolas un tanto con las suyas propias…



En el retrato de este escritor en ocasiones arisco, en ocasiones tierno, siempre neurótico, Attal da lo mejor de sí como director y como intérprete (aunque es cierto que, con Gainsbourg al lado, cualquier secuencia crece casi de manera natural). Consigue que podamos acercarnos a un personaje complejo, no siempre agradable, enfrascado en demasiadas autocomplacencias. Lo logra porque, a pesar de que el conjunto de la película se resquebraje en muchas ocasiones, el personaje se mantiene extrañamente en pie, rodeado de un halo de dignidad que, en la balanza, puede más que el desapego que siente Attal hacia la profundización de la puesta en escena.

Quizá pueda catalogarse "Buenos principios" como una película de intérpretes. Los momentos en los que la obra crece, lo hace gracias al trabajo actoral, por más que el guión acumule algunos diálogos punzantes. En su dibujo de una cierta fugacidad de la felicidad, la película se mueve en una suerte de tierra de nadie, ya que avanza por diferentes senderos, pero sin adentrarse en ninguno. Entre la decepción y el interés, según la secuencia, puede leerse esta propuesta de Attal, de acabado convencional y de intenciones gráciles, que no deja poso, pero ante la que se pueden indagar ciertas claves de los comportamientos masculinos en esta posmodernidad líquida.
Escrita por Miguel Ángel Palomo (FilmAffinity)
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