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Manou

Animación. Comedia El pequeño y veloz Manou crece creyendo que es una gaviota, como sus padres. Pero a pesar de que se esfuerza por nadar, pescar y volar, no es muy hábil. Cuando se da cuenta de que no es como los otros miembros de su familia, emprende una asombrosa aventura para descubrir su verdadero origen.
Aburrimiento alado
¿Qué habrán visto en este producto Kate Winslet y Willem Dafoe para prestar sus voces a su doblaje en inglés? Entre la comedia descolorida y el dramilla liviano se mueve una película animada que se muestra impotente para encontrar su tono y su desarrollo narrativo, del todo arrítmico. Resulta que Manou es un pajarillo que ha perdido a sus padres y que es adoptado por una pareja de gaviotas. Crece creyendo que es de la familia pero, claro, con el paso del tiempo, descubre que no posee las habilidades de su teórica especie, de modo que se empeña en conocer su verdadera identidad…

Manou correrá aventuras al mismo tiempo que se embarca en reflexiones: como si fuera un Ben-Hur alado deberá asumir que ha sido criado por unos pájaros que son enconados enemigos de su especie, habrá de entender por qué las gaviotas y las golondrinas se consideran antagonistas y, al mismo tiempo, se enfrentará con unas ratas malvadísimas que ansían apoderarse de los huevos de ambas aves (presentadas durante los títulos de crédito en unas imágenes que toman la forma de sombras chinescas, convertidas sin esfuerzo en lo mejor de la función). Lo peor que se puede decir de "Manou" es que desaprovecha una idea que, sobre el papel, no está mal, especialmente en una película dirigida a los chavales.



Por descontado, los más pequeños disfrutarán de la amplia paleta de colores que luce "Manou", de sus paisajes y de los pájaros antropomorfos. Decimos bien: los más pequeños. Porque en cuanto sean un poco creciditos, quedarán hastiados ante los constantes “sé tú mismo” y “persigue tus sueños” que atiborran la película. O acabarán estupefactos cuando hayan de digerir bromillas de gusto tan dudoso (ante las que los espectadores adultos no sabrán si apartar la mirada de la pantalla o indignarse un poco) como el "Ven a mi cueva húmeda" que espeta Khalifa, la enamorada de Manou.

Como comedia involuntaria, la cosa puede tener ciertas bazas de triunfo, aunque incluso las risas impremeditadas que consigue pueden atragantárseles a los espectadores adultos, que quedarán patidifusos ante un número musical que aparece como de la nada, metido con calzador y con acaramelada canción incluida, que rompe el poco ritmo que pudiera tener el asunto, en el que los pajarillos lanzan notas soplando botellas y vasos y utilizando el atrezzo de un gigantesco y lujoso mirador a orillas del mar. Si de músicas se trata, también se puede asistir, atónito, a una sobreabundancia de melodías que acompaña todas las secuencias, y que en los momentos de presunta acción se convierte en una suerte de colchón pop que más parece sacado de una feria bizarra que de una película aventurera.



Sumida en una irresoluble falta de imaginación, "Manou" puede ser acusada del pecado más grave en una película animada para toda la familia que pretende combinar reflexión y aventuras: el aburrimiento. Su recurrencia a los lugares comunes y su dependencia de todo cliché imaginable se concretan en imágenes inapetentes y en peripecias cargantes… ¡elaboradas nada menos que por cuatro guionistas! A todo ello colabora el diseño de unos personajes secundarios despojados de carisma y envueltos en un adocenado retrato, asentado en la repetición de fórmulas. Entre ellos, se erige como insoportable una gallina que anhela ser pájaro y que profiere recurrentes chistes y gracietas de saldo hasta que el espectador desea que sea la primera víctima de las pérfidas ratas.

Cuando llegue el enfrentamiento con los roedores se animará tanto la cosa, con una secuencia subterránea y oscura rodada, esta sí, con un cierto pulso. Sin embargo, en el colmo del absurdo, ese "momento fuerte" se incluye cuando aún quedan casi treinta minutos de metraje, de tal manera que el sopor regresa con inmediatez y se hace cargo de nuevo de la pantalla. No todo vale en el cine de animación. Especialmente ante los chavales, que saben captar de inmediato cuándo les están dando gato por liebre. No es de extrañar que haya tardado dos años en llegar a las pantallas españolas.
Escrita por Miguel Ángel Palomo (FilmAffinity)
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