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Anna

Acción. Thriller Bajo la hipnotizante belleza de Anna Poliatova (Sasha Luss) se esconde un secreto que la lleva a poder desatar una imparable agilidad y fuerza, convirtiéndose así en una de las asesinas a sueldo más temidas por los gobiernos de todo el planeta. (FILMAFFINITY)
La asesina ajedrecista
A Luc Besson no se le puede negar una virtud: la permanencia en su forma de ver el cine, inasequible a las críticas, imperturbable a los reproches. Ya quedan muy lejos los tiempos de sus primeras películas, paradigmas de sobriedad al lado de sus obras posteriores. Desde "Kamikaze 1999" y "Subway" ha recorrido un extenso camino y este le ha llevado hasta "Nikita", "El quinto elemento", "Arthur y los minimoys" y "Lucy". Besson es un emblema del cine concebido como espectáculo y en él se ha anclado sin pestañear.

Pero, en ocasiones, parece como si el Besson del nuevo siglo quisiera regresar a un cierto punto de partida. A una línea de salida marcada no por "El gran azul" (que pudo haber abierto senderos para futuras películas) sino por "Nikita", el éxito comercial que marcó su carrera. Ya lo intentó con "Lucy", aunque entre tanta aparatosidad era difícil que algo saliera bien. Y ahora lo pretende de nuevo con otra figura femenina, Anna, espía y asesina a las órdenes de la KGB.



Sí, "Anna" es una película de espionaje. Pero no poblada por los agentes torturados o amorales que habitan el universo de John Le Carré, como en obras maestras del porte de "El espía que surgió del frío" o "Llamada para el muerto", sino por los que marca el signo de los tiempos más allá del año 2000. Por más que el envoltorio pretenda recordar a cines pasados, a Besson le interesa siempre el del presente. Y este tiene otros modos visuales, los del efectismo y la agitación, ámbitos conocidos por el cineasta, adornados por algunos códigos habituales en su obra, como el de la 'femme fatale' envuelta en un mundo de traiciones.

"La película es una Polaroid del momento actual. Y uno de los temas más importantes del filme es la confianza, que creo que es algo que ahora mismo hemos perdido en nuestra sociedad". Besson quiere dejar claras sus pretensiones con estas palabras, y puede que estén presentes en "Anna", pero, por desgracia, solo como telón de fondo. Que Besson no se nos ponga ahora filosófico: su propósito no es otro que crear una nueva cita con las imágenes comerciales de fácil degustación. A pesar de que el director se muestre un poco más contenido en sus fuegos artificiales que en otras ocasiones. De ahí que los pocos momentos interesantes de "Anna" sean aquellos en los que Besson se modera, momentos que duran poco, sin embargo. Apegado al artificio, maneja constantes saltos temporales, que controla a duras penas, para enmarañar el relato. En sus repeticiones de secuencias y en sus flashbacks que quieren revelar detalles capitales (que, en realidad, ya habían sido atisbados) se ve la mano de un truquista hábil, pero no de un director.



El batiburrillo narrativo comienza pronto: tras un prólogo situado en Moscú, en 1985, en el que se desvela una operación de espionaje, conoceremos en 1990 a Anna (Sasha Luss, que luce prestancia en la pantalla, pero que anda muy justa como actriz), una joven moscovita descubierta por un cazatalentos del mundo de la moda; allá que se va, nada menos que a París, a hacer glamourosa carrera. Tras entablar una relación con uno de los socios de la agencia, que se dedica al negocio del tráfico de armas, Anna lo asesina. Y antes de poder pensar en si el enlace entre la moda y los negocios sucios es un apunte o una fotografía de la Polaroid que anunciaba Besson, otro salto en el tiempo nos lleva tres años atrás, para revelar que Anna fue una mísera prostituta maltratada por su pareja, hasta que aparece un agente de la KGB que la recluta para convertirla en una "máquina de matar"... ¡porque la agencia sabe que juega muy bien al ajedrez!

Y así todo… Un ovillo enredado y desmadejado que se embarulla durante todo el metraje, entre inverosimilitudes de todo porte, algunas secuencias de acción que otras (coreografiadas y filmadas con notable pericia, especialmente la extensa secuencia de la matanza en el restaurante; faltaría más, viniendo de quien vienen) y constantes saltos temporales que lo único que logran es despojar de intensidad la narración y desdramatizar el relato. Cuando llega el desenlace, estamos tan fatigados que maldita la gracia que nos hace tirar de hilo alguno. La maraña que plantea "Anna" se desenreda por obra y gracia del guion, porque ya solo puede ser ordenada por el propio Besson.
Escrita por Miguel Ángel Palomo (FilmAffinity)
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