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Una íntima convicción

Drama Desde que Nora asistió al juicio de Jacques Viguier, acusado del asesinato de su esposa, está convencida de su inocencia. Por temor a un error judicial, convence a un letrado para que lo defienda en un segundo juicio. Juntos lucharán en una feroz batalla contra la injusticia pero, a medida que el círculo se cierra alrededor de Viguier, al que todos acusan, la búsqueda de la verdad de Nora se convierte en obsesión. (FILMAFFINITY)
En nombre de la ley
El caso de Jacques Viguier es una historia criminal que, en su día, conmocionó a la sociedad francesa: en el año 2000, este profesor de derecho en Toulose fue acusado de asesinar a su esposa, desaparecida, a pesar de que nunca se llegó a encontrar su cuerpo y no existían evidencias tangibles contra el procesado ni un móvil convincente para su presunto crimen. Viguier llegó a pasar nueve meses en prisión preventiva y fue absuelto en un primer juicio, hasta llegar frente a un proceso definitivo en la Cour d’Assise, tribunal francés que juzga delitos especialmente importantes como asesinatos o violaciones, y que reúne a un jurado de seis o nueve miembros, elegido al azar, junto con tres magistrados.

“Yo asistí en Toulouse a los dos juicios y allí conocí a los hijos de Jacques, que se incorporaron a la terrible ecuación de que su madre ha desaparecido y su padre está acusado de matarla. Descubrí enseguida la desgracia de esta familia condenada a la incertidumbre. No necesité inventar nada, todo es real”. Estas palabras de Antoine Raimbault, que debuta como director con “Una íntima convicción”, dan cuenta de la naturaleza de la película, aunque su intención última vaya aún más allá. Lo que el filme pretende es abordar una reflexión sobre el funcionamiento de la justicia y sobre su espíritu, una cavilación que, además, pone en solfa ciertos comportamientos sociales, esos que, alimentados por ciertos medios de comunicación, alientan los deseos de venganza de la ciudadanía. Es fácil modelar culpables, viene a decir el filme. Y ese es el conflicto moral que lanza desde la pantalla, el de que resulta muy factible instalar convicciones en las conciencias para que estas permanezcan tranquilas e instaladas en el confort. Y de ahí a los linchamientos colectivos, a la anulación de la razón, solo hay un paso.



Raimbault actúa con riesgo en su primera película, un riesgo nacido de un magnífico guion que estructura el filme de manera que su tensión narrativa evada los baches y que juega un envite fundamental: el personaje de Viguier, un bipolar casi de manual (interpretado de modo aterrador por el gran Laurent Lucas sobre cuyo rostro recae la primera y certera imagen de la película), a quien miraremos alternativamente con temor y con simpatía, con alarma y con apego.

“Una íntima convicción” carga con un problema y exhibe varios aciertos. Su obstáculo más evidente recae en el dibujo de su protagonista, un personaje que no pertenece a la historia real y que el director convierte casi en su propia mirada. Nora (interpretada Marina Fois, una actriz estupenda que, tras varios años participando en comedias, ha virado su carrera para trabajar también en dramas como “Polisse”, “Luces de París” y “El taller de escritura”) es una madre soltera que tiene como empleada a una de las hijas de Viguier y que ha permanecido durante años obsesionada con el caso. Su insistencia ante un prestigioso abogado, Dupond-Moretti (un memorable Olivier Gourmet, gloria del cine francés), para que consiga un segundo juicio será la base de la primera parte del relato. Más tarde, la trama que vive en la sala del tribunal dará pleno sentido al título, que alude tanto a la convicción íntima que mantiene Nora sobre la inocencia del acusado como a la que deben tener los miembros del jurado acerca de su culpabilidad para condenarlo.



Hemos dicho que el trazo de Nora supone un inconveniente en el filme. Los evidentes esfuerzos interpretativos de Marina Fois chocan con un personaje hacia el que no se puede sentir empatía alguna; Nora está diseñada casi como una sociópata, envuelta en una especia de insania mental, muchas de cuyas acciones están lejos de toda verosimilitud fílmica, obsesionada por un hombre al que no conoce personalmente y al que eleva a una representación de la idea de justicia universal que llega a desmontar su vida e incluso a poner en peligro la de su hijo.

Sin embargo, ante lo complicado de asumir al personaje principal, “Una íntima convicción” despliega otros atractivos, como un ritmo cuidadosamente planificado que crece según pasan las secuencias y aboca al filme al status de thriller judicial de tempo irresistible. Raimbault dosifica con suma destreza la información y los momentos fuertes y teje una telaraña dramática en la que caemos casi irremisiblemente para estar ya atrapados por completo en el tercio final: la resolución del juicio. De hecho, según pasan los minutos, el personaje de Viguier desplaza de la pantalla a Nora ante los ojos del espectador, convertido en un ser tan ambiguo como fascinante, capaz de moverse entre la gelidez y la ternura. De su presencia, de la indeterminación que lo rodea, nace la médula reflexiva de la película para llevarnos a la certeza expuesta anteriormente: ante casos como el de Viguier, la razón y la pasión deben permanecer tan lejanas como la justicia y la venganza.
Escrita por Miguel Ángel Palomo (FilmAffinity)
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