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Lola y sus hermanos

Comedia. Drama Lola tiene dos hermanos: Benoit, que se va a casar por tercera vez, y Pierre, que llega tarde a la boda… Excusas, reproches, peleas, broncas, cada uno vive su vida a su manera. Benoit va a ser padre sin estar preparado. Lola acaba de conocer a Zoher mientras acaba los trámites de su divorcio. Y en cuanto a Pierre, sus problemas profesionales se complican. Todo parece alejar a estos tres hermanos, aunque en realidad son inseparables.
La hermandad de los polos opuestos
Lejos del mundanal ruido y de la confusión imperante a nivel de asfalto, la cámara de Jean-Paul Rouve se eleva. Las tomas aéreas filmadas con drones, ya se sabe, están de moda, pero este cineasta francés demuestra que no está muy interesado en las tendencias meramente estéticas. La altura, o la posición privilegiada, si se prefiere, es empleada aquí para huir de la sombra de los árboles, es decir, para ver mejor el bosque. A unos cuantos metros sobre el suelo, obtenemos la calma y la claridad que la calle nos niega.

Unos elegantes planos generales de un paisaje urbano cualquiera permiten que nuestro punto de vista juegue con las perspectivas de unos edificios que, efectivamente, parece que cambien de forma, dependiendo del ángulo de observación. Una idea visual atractiva a la retina, que además cala en el espíritu de un relato que, como los árboles y el bosque, es de naturaleza coral. O sea, que no se puede entender al objeto de estudio sin entender antes todas las piezas que lo componen.



La naturaleza de la molécula se debe a las propiedades de sus átomos... aunque en realidad, volviendo a la Tierra, hablamos una vez más de la familia. De ese todo que debe analizarse por partes. No queda otra. Aplicado al caso que ahora nos ocupa: Lola es una mujer adulta que profesionalmente ha conseguido prosperar en el mundo jurídico. Un nada desdeñable logro curricular que, no obstante, es insuficiente para conocer verdaderamente al personaje. Esto solo se puede lograr pasando antes por Benoit y Pierre, sus hermanos.

Porque éstos ejercen una fuerte influencia sobre ella... pero ella, también, sobre ellos. Desde la dirección, la escritura y la interpretación, Rouve traza un triángulo cuyos vértices se ramifican hasta concretar otras figuras. De nuevo, más que trigonometría (que también), se trata de hablar de la familia. Y volvemos a aquellos edificios. A aquellos esqueletos de hormigón, desprovistos de cualquier elemento que les acerque a la consideración de hogar. Una pregunta sobrevuela la escena: ¿son estructuras en construcción o en pleno proceso de desmantelamiento?



La duda es rápidamente dinamitada con una espectacular detonación, punto de partida casi “farhadiano” (esto es, un incidente más o menos controlado que traerá cola) para una historia que avanza debatiéndose entre levantarse y derrumbarse, y con la atención permanentemente dividida en tres frentes que disfrutan divergiendo... pero que a la larga están condenados a converger. Jean-Paul Rouve, muy bien acompañado y compenetrado con Ludivine Sagnier y José García, invoca así los amores y desamores, rupturas y reconciliaciones, riñas y abrazos que inevitablemente marcan las constantes vitales de cualquier familia.

‘Lola y sus hermanos’ bascula constantemente entre los extremos emocionales a los que nos invita una convivencia sanguínea marcada por las inclemencias de la vida moderna. Caminando por la jungla urbana del día a día, la película retrata el drama cotidiano de la mujer y los hombres desbordados, y así, aprende a reírse. El running gag como herramienta para ahondar en el desesperante absurdo de la comedia humana. Por su parte, el formato digital empleado para filmar nos remite a esas grabaciones caseras que, aparte de inmortalizar nuestros -supuestos- momentos estelares, se erige en involuntario y desde luego incómodo testigo gráfico de la falta de glamour de nuestra existencia.



Imágenes poco maquilladas para una realidad siempre al filo del feísmo más incurable. Esto sí, sin perder nunca la sonrisa. Porque... ¿qué nos queda, si no? Tan disfuncionales, y tan a gusto. Con esta apuesta formal y esta actitud vital, Jean-Paul Rouve consigue conquistar la cima soñada por todo buen cabeza familia. Esto es, conciliar lo irreconciliable. En este caso: demostrar que las sonrisas y las lágrimas no son los polos opuestos que presuponíamos, sino más bien, como suele decirse, las dos caras de la misma moneda. Mientras ésta gira sobre sí misma, “Lola y sus hermanos” van encadenando alegrías y desilusiones, pero sobre todo, van aprendiendo a quererse. A pesar de todo.

Con la excusa, quien mueve los hilos se descubre como una especie de Nanni Moretti hecho a la medida, exigencia y necesidades del gran público. Su narración avanza y se remueve de forma libre, como quien disfruta perdiéndose en sus propios recuerdos. En este sentido, el film hace siempre gala de un interesante gusto por la aleatoriedad en la gestión de sus estímulos emocionales. Cuando parece que todo invita a la depresión, Rouve nos da permiso para sonreír, y como con el maestro italiano, el conjunto no teme desconcertar. Al revés, se crece junto a la irrefutable justificación de que la familia, y desde luego la vida, se comportan de idéntica manera.
Escrita por Víctor Esquirol (FilmAffinity)
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