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Steve Bannon, el gran manipulador

Steve Bannon, el gran manipulador
2019 Estados Unidos
Documental, Intervenciones de: Steve Bannon
6,0
232
Documental Crónica sobre la vida personal y la carrera profesional de Steve Bannon, el estratega político responsable de la campaña electoral de Donald Trump, que se marcó como propósito extender por el país el nacionalismo ultraderechista. La directora Alison Klayman ("Ai Weiwei: Never Sorry") tuvo un acceso privilegiado para seguir y filmar el día a día de Bannon durante unos meses en los que ha dado charlas alrededor del mundo y se ha reunido ... [+]
Nunca pidas perdón
En lo que podríamos definir como el clímax dramático de su nueva película, la directora Alison Klayman propone un montaje paralelo en el que el protagonista indiscutible del show, siempre pendiente de la pantalla de su smartphone, va montado en un jet particular. Durante uno de los muchos vuelos en los que últimamente transcurre su vida, nosotros tenemos ocasión de conectar con varios medios de comunicación. Todos ellos se hacen eco, en sus respectivos lugares de actuación, de la misma noticia: el auge de los movimientos políticos de ultra-derecha.

Así, con apenas un par de minutos, la película ha justificado el interés que debe despertar. Digamos que hay un fantasma (permiso para malinterpretar) sobrevolando el Viejo Continente. De Steve Bannon va el asunto. De una de las mentes pensantes detrás de uno de los acontecimientos que, nos guste o no, ha definido los tiempos que nos ha tocado vivir. 2016, “el año que no vimos venir”, terminó por todo lo alto (es un decir) con la elección de Donald J. Trump como sucesor de Barack Obama en la presidencia de los Estados Unidos. Contra todo pronóstico, para mayor indignación de la comunidad progresista y para mayor regocijo del “cesto de deplorables”.



Así bautizó la candidata Hillary Clinton al ala ideológica más radical del partido Republicano americano, aquel sector reaccionario cuyo único propósito parecía ser plantar cara al establishment y, ya puestos, destruirlo. Recordemos, para acabar de situarnos, la imagen más icónica del primer largometraje como realizadora de Alison Klayman. En ‘Ai Weiwei: Never Sorry’ el artista chino más contestatario arremetía contra los símbolos más sagrados de su país, dedicándoles a todos ellos una fotografía presidida por un dedo corazón desafiantemente levantado. Está claro: la actitud en aquella ocasión y en ésta, son las mismas, solo que ahora la trinchera en la que nos encontramos está en una posición mucho más incómoda.

Por supuesto, es lícito analizar el mundo retratado desde nociones maniqueas, y hablar de aquello que separa al bien del mal. Al fin y al cabo, Steve Bannon, glotón objeto de estudio de este trabajo, sabe que ante los ojos de Klayman (y por extensión, seguramente ante los nuestros) está jugando el rol de “malo de la película”. Es ahí donde tanto él como evidentemente su discurso se sienten más cómodos, en la finísima línea que separa al héroe del villano; al patriota del traidor. Su ego, de hecho, parece ensancharse cada vez que alguien le abuchea o se acuerda de algún familiar suyo. Es el anti-miedo escénico; es el odio ajeno como combustible: lo llaman populismo de derechas.



Así se hicieron virales en Estados Unidos las tesis de la “economía nacionalista”, suerte de respuesta alérgica a un mundo cada vez más globalizado. Irónicamente, el movimiento fue creciendo, por puro efecto contagio, más allá de las fronteras del país donde se registró el primer brote. El estudio que propone ‘Steve Bannon, el gran manipulador’, responde al deseo de entender no solo la sala de máquinas del trumpismo, sino más bien al planeta que consiente su existencia... que incluso la abraza. La pregunta que Klayman lanza es: ¿el discurso nos violenta o es nuestra violencia la que crea al discurso?

La respuesta debemos hallarla entre los sorbos a esas bebidas energéticas que Steve Bannon siempre tiene a mano. Pero también en sus sonrisas, en sus silencios y, especialmente, en los términos empleados... en la manera que tiene de darles la vuelta. Estamos, no lo olvidemos, en la era de los hechos alternativos, aquella en la que las realidades científicas se sustentan en la relatividad empírica. Da miedo, sí, y por esto es tan importante mantener la cabeza fría. En este sentido, Alison Klayman opta por la vía Errol Morris (recordemos su cara a cara con Bannon en ‘American Dharma’), incluso por la de Laura Poitras (ahí están sus películas dedicadas a los supuestos enemigos públicos de la patria) antes que por el libro de estilo de Michael Moore (quien en ‘Fahrenheit 11/9’ ya intentó desmontar el argumentario del imperio Trump).



Ante el ambiente de confrontación testosterónica propuesto por la estrella de este tan lamentable espectáculo, la directora responde con la actitud sosegada de la observación. Klayman mira, escucha y reporta (lástima que en ocasiones subraye demasiado con la banda sonora). El seguimiento que lleva a cabo su cámara no lleva consigo las angustias por captar (¿o crear?) momentos memorables. Es por esto que a simple vista, este documental podría parecer poco revelador, pero en realidad, sus imágenes y declaraciones encuentran valor diferencial paradójicamente (o no) ahí donde no llega la luz del foco mediático.

Véase el retrato casi costumbrista del paisaje humano (pintoresco, extraño) que rodea a Bannon; véase la calma y seguridad que ofrece la intimidad. En este espacio de confort que sabe crear la directora, “el gran manipulador” expresa su admiración por la ingeniería nazi en los campos de exterminio, se queja del “mal karma” que detectó en el ala oeste de la Casa Blanca y se pregunta qué haría Leni Riefenstahl en su lugar (de nuevo, actos no condenables de per se, pero sin lugar a dudas escalofriantes). “Dios está en los detalles”, declara en un momento el fundador de Breitbart, y claro, el Diablo, que ya no sabemos dónde está, aplaude a rabiar.
Escrita por Víctor Esquirol (FilmAffinity)
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