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El año de la plaga

Aventuras. Fantástico Tras romper con Irene, los amigos de Víctor se empeñan en encontrarle una nueva novia, pero él no quiere olvidarla, incluso cuando aparece Lola. Súbitamente, Irene le llama, nerviosa, y le pide ayuda porque la gente a su alrededor se comporta de modo diferente, como si hubieran perdido sus recuerdos y emociones. Influenciado por las películas y series que han marcado su vida, Víctor no es capaz de ofrecer una explicación racional a lo ... [+]
Barcelona recibe a los ladrones de cuerpos
La primera secuencia de "El año de la plaga" muestra a Ivan Massagué peleando con un par de guardias de seguridad en un hospital. La imagen se detiene, y la voz en off de su personaje asegura: "esto no es el principio, es un spoiler". De modo que las reglas del juego de la película (comedia, autorreferencialidad, ruptura de la veracidad fílmica…) quedan marcadas desde el principio. Otra cosa es que sean unas reglas que resulten, más tarde, aburridas, artificiosas y fatalmente pueriles, que es lo que ocurrirá en cada fotograma de este amago de película.

Resulta que "La invasión de los ladrones de cuerpos", el clásico filmado por Don Siegel en 1956, va a revivir en la Barcelona actual, aunque en este caso las vainas que creaban dobles exactos de los humanos, pero sin sentimientos, se sustituyen por plantas de eucalipto. Eso sí, no hay que olvidar una premisa, porque la película lo recuerda en cada fotograma: esto es una comedia. Quizá por eso, pocos segundos después de ese prólogo, la segunda secuencia, que muestra a Massagué despertando en su cama abandonado por su novia, incluya un plano del protagonista rascándose ostensiblemente el culo. O quizá sea porque se apuesta por la naturalidad. O quizá sea porque sí. Todo lo que suceda en el resto del metraje estará a la altura de este prodigioso inicio.



Entre un "Zombieland" de baratillo y una remembranza tan solo hipotética de un clásico del cine de terror se mueve esta comedia que, además, apuesta por una mezcla de géneros que incluye, con igual de nula puntería, ciencia ficción, terror, thriller, drama y comedia romántica. En ese batiburrillo, Massagué, su ya ex novia, una jovenzuela con la que sus compañeros de oficina intentan que intime y algún que otro amiguete se enfrentarán con la irrupción vegetal. Entre secuencia y secuencia, aparecen por allí Brays Efe, con tres o cuatro frases, y Silvia Abril, con cinco o seis. Igual hubiera dado que aparecieran sus clones.

El personaje protagonista, un friki de manual, recita citas cinéfilas y musicales (incluso, como si fuera un personaje de “Alta fidelidad”, visita una tienda de discos en la que está presente, vaya usted a saber por qué, Juanra Bonet). Por descontado, en un momento del metraje citará “La invasión de los ultracuerpos” (título español de la muy notable versión de Philip Kauffamm filmada en 1978), pero no la película original de Siegel, a lo mejor porque es en blanco y negro y muy antigua y el frikismo ‘millennial’ tiene sus límites.



No solo es que "El año de la plaga" sea una película de anoréxico ritmo narrativo y de depauperados efectos especiales, sino que provoca grima ver cómo acumula sus deplorables chistes entre situaciones de pretendida tensión. Chistes que podrían haberse escrito en cinco minutos en la servilleta de una cafetería y que logran que cada gag se convierta en un sufrimiento. Escuchar a Massagué abogar, para escapar del peligro, por que los personajes se muevan al son de un "uno, dos, tres… vamos" provoca más que sonrojo y sus constantes citas cinéfilas y culturales no pasan de un compendio de referentes de Primero de ESO. Duele ver a un buen actor como Massagué entregado a dar carne a un personaje no ya de cartón piedra, sino de folio lanzado al viento (en el apartado actoral, solo el veterano Fermí Reixach aporta un poco de juicio interpretativo, aunque con un personaje sin fondo alguno).

El ánimo desvergonzado de algunas secuencias de "El año de la plaga" (que se atisba con mucho esfuerzo) podría haber dado para una gamberrada más o menos divertida. Pero no. Porque, en el colmo del desatino, la película se pone solemne en su tramo final. Y se arroja a disertar sobre la naturaleza humana. Sobre el amor y la muerte. Sobre el significado de la vida, casi. Y lo que hasta entonces era tremendamente aburrido, pero inofensivo, se convierte en agónico. En medio de una secuencia de acción que consigue que "Los hombres de Paco" parezca filmada por Spielberg, el relato se aboca a un canto al amor eterno en el que se pretende que la relación que mantiene el protagonista con su novia se acerque a algo similar a lo emocionante. Los últimos minutos de "El año de la plaga" pueden competir, con muchos visos de victoria, por el premio al despropósito fílmico del año.
Escrita por Miguel Ángel Palomo (FilmAffinity)
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